En el mes de noviembre salió como novedad Urdimbre de luz y canto de Mario Melnik, publicado por Puerta Roja, editorial en la que tengo el gusto de trabajar bajo el cuidado y la dirección del poeta y editor Daniel Ocaranza. La novedad de lanzamiento fue seguida de una concurrida presentación, en el centro Cultural Rougés, en San Miguel de Tucumán, el 13, desde 20:30 h, todo en el mismo mes (antes de que este año concluya la poesía continúa alumbrando).
Una nueva sección del Ganso Negro Revista queda inaugurada con esta nueva obra de Mario: “Autor x Editor”. Sección que propone ingresar a un libro de la mano de su editor/a. Que es, quizás, quien encarna la lectura más sincera de la potencialidad de la obra, y quien también conoce la cocina o el proceso de la misma. Una sección que desafía la figura del editor/a y también del autor/a, que podrá reflexionar sobre la idea de su obra.
Me gustaría, antes de arrancar con esta entrevista, hacer un breve racconto de las publicaciones previas de Mario Melnik, Urdimbre de luz y canto es su quinto poemario. En 1999, con Ediciones Magna, sale Palabrara, extraigo y dejo aquí un fragmento del primer poema de su primer libro: “La luz ahora está llena de sonidos que desconozco y el silencio tiene mucho de mí”, señalo con negrita tres palabras que serán una constante, luz / sonidos / silencio, pero desde allí también ingresa la idea de la música, muy vinculada al trabajo poético del escritor, así leeremos versos como “Coplear viento” o “la sed que acaba con la ausencia de toda música”. En ese primer poemario la palabra es la figura que se extiende atravesando cada poema, la palabra nace, existe, se cae, muere, pero no deja de crecer. Y junto con ella las figuras de la luz, del silencio, de la música, de la vida y la muerte inician un diálogo poético que permanecerá mutando, transformándose a lo largo de su obra.
En 2008 se publica, por Grupo Editor Latinoamericano, De sentido en sentido. En su segundo poemario ingresa el paisaje natural: el río, la cascada, los árboles (particularmente el álamo), la piedra, los pájaros, las estrellas… Entonces el silencio se vincula con más fuerza al paisaje y lo mismo sucede con la luz y la música: “La montaña a lo lejos / es puro silencio. / Ya el sol se va yendo / tras su silueta de cielo. / Inútil seguir ese bramido de luz / esa tonada sin comienzo ni fin” (poema “Tonada”).
Un latido en la voz del viento (Alción Editora) llega en 2014. Y la fusión de la naturaleza con el silencio, con la palabra y la luz se acentúa, pero ampliando el escenario del hecho poético a la ciudad: “Nada hay que pueda apartarse / de este sol de atardecer. / Todo el fragor de la ciudad / el bramido de sus calles se rinde ante su silencio”. (Poema “Sol de atardecer”).
En Invención del horizonte (Alción Editora, 2020), hoy su penúltimo poemario, la copla, la música, la melodía del paisaje son transversales y desde allí ingresan la palabra, el agua y el silencio: “En algún lugar entre la tarde y la noche / se ha perdido la copa del árbol. / ¿Qué danzan ahora sus ramas llenas de mediodía / qué espera se ha llevado su sombra, qué sed su palabra de agua y silencio? (poema “Copla de madera”).
Finalmente, el silencio, la luz, el viento, la piedra y el canto se expanden aún más en Urdimbre de luz y canto, como bien señala Soledad Martinez Zuccardi, en el prólogo que acompaña al libro, y cito: “Son palabras que se reiteran en los poemas y que van construyendo ese universo poético del libro, en diálogo con libros anteriores de Mario, como Un latido en la voz del viento (2014) o Invención del horizonte (2020).
Preguntas por el lanzamiento de Urdimbre de luz y canto de Mario Melnik
Mario Melnik: Sí, hay temas recurrentes que atraviesan la obra. Uno es la pregunta por la palabra, dirigida hacia la palabra misma o hacia situaciones o vivencias que dan un indicio sobre el hacer y decir de la palabra. Este preguntar, que también va en sentido figurado, me acompaña con distintas facetas desde el primer libro (Palabrara). Otro tema es la incursión en el mundo natural y cultural norteño buscando expresar voces y hallazgos que dan cuenta de sus esencias, muchas de las cuales responden a un acervo de raíz latinoamericana.
MM: El proceso creativo en este caso nace a partir de un interés por aproximar la poesía a la música. Siempre estuve muy conectado con la música en sus diferentes formas y sé que me ha nutrido fuertemente en lo que respecta a la capacidad perceptiva y a la apertura del sentir. Fue poco después de publicar mi penúltimo libro en 2020 (Invención del horizonte) cuando surgió la idea de realizar esa conexión, en la que veía también una forma de expresar mi gratitud hacia la música.
MM: “Un musitar de raíces” surge a partir de observar cómo la luz se cuela entre las copas de los árboles haciendo danzar lentamente sus sombras. Sucede ahí una especie de ritual que siempre me ha cautivado y que se suma a cierta musicalidad también en el movimiento que el viento genera y conduce entre las ramas. Esa fue la idea inicial para esta primera parte del libro. La palabra “Interludio” que da nombre a la segunda parte busca incluir un ramillete de poemas que median entre la primera y la tercera parte del libro. Son poemas que van resolviendo la idea de un canto a través de la cotidianidad, de los rostros y rastros que transitan la memoria, la luz, la suma de muchas voces en una sola. La tercera es la que más se acerca a esa idea inicial de conectar poesía y música. Allí rindo homenaje a creadores de nuestro folklore cuyas obras perduran y seguirán perdurando gracias a la poética de sus letras y la hondura de su música.
MM: El preguntarse de la voz poética me ha parecido siempre una forma de alcanzar indirectamente una respuesta. En el silencio que sigue a esa pregunta tal vez incontestable hay una hondura de imágenes y percepciones que surgen y desaparecen pero que dan pie a la formulación de una nueva pregunta y luego nuevas imágenes y percepciones y así sucesivamente. Hay entre ese preguntar y ese silencio una suerte de respuesta que alienta y reconforta a la palabra poética y a la inquietud que le ha dado origen.
MM: La imagen y la vivencia de la luz son esencias que me acompañan desde siempre. De hecho, la primera memoria de la cual tengo registro es la imagen de la luz colándose entre las copas de los sauces. Luego está la luz en la literatura. La descubrí en la adolescencia al leer una excelente versión simplificada de la Divina Comedia. La luz del paraíso dantesco me deslumbró hasta los tuétanos y abrió camino hacia muchas lecturas y experiencias que con el tiempo derivaron en la inquietud por la escritura. Seguramente esa idea mayor en torno a la figura de la luz es una síntesis entre ambas luces, la real y la figurada.
MM: Sí, por su propia naturaleza la poesía conlleva un cantar. Detrás de los vocablos hay siempre una expresión que sostiene y amplifica en significados esos vocablos y se refleja a través de un ritmo, una tonalidad, una armonía. Pienso en los Cantos de Leopardi o tomando un ejemplo más cercano, en Manuel J Castilla. Su poesía es de una musicalidad asombrosa, conmovedora; y la idea de la poesía como canto él la supo desarrollar también acabadamente a través las letras con que se asoció a la música de Gustavo Leguizamón, por ejemplo.
MM: En la tercera parte del libro, “Resonancias por caminos de tierra adentro”, está en primer lugar el deseo de rendir homenaje a artistas cuya música y letra me acompañan desde siempre. Hay vivencias de infancia que marcaron mi apego al espacio del NOA y a su dimensión cultural. Con los años esto no hizo más que crecer en mí. Y fue en particular mi encuentro con estos autores lo que me ayudó a ver que esa dimensión derivaba hacia una mayor aún, cual es el acervo cultural latinoamericano. Acervo para sentirse fuerte y a resguardo. Estos autores son Manuel J Castilla, Gustavo Leguizamón, Atahulapa Yupanqui y los Hermanos Díaz, los Hermanos Núñez, Carlos Di Fulvio, Carlos Guastavino y Francisco Silva, Pepe Núñez, Ramón Navarro, Ricardo Vilca y sus amigos, Armando Tejada Gomez, César Isella y Raúl Olarte.
Y sí, mi poesía quisiera fundirse con sus voces y resonar con ellas. Dejarse llevar por ellas a través de sus concepciones sobre la vida, la alegría, la belleza, la soledad, la injusticia, la memoria, el amor, la amistad, la esperanza.
Mario Melnik nació en noviembre de 1958 en Concepción, Tucumán. Reside en San Miguel de Tucumán. Es traductor y ha ejercido la docencia del inglés. En los años ochenta formó parte de la asociación JOETUC (Jóvenes Escritores Tucumanos) y del grupo literario Polymnia con los cuales realizó numerosas actividades que marcaron sus inicios en la poesía. Publicó en las antologías Espacios y Espejos (JOETUC, 1987) y Amanecer de Esquinas (Grupo Literario Polymnia, 1988). Es autor de los libros Palabrara (Magna, 1999), De sentido en sentido (Grupo Editor Latinoamericano, 2008), Un latido en la voz del viento (Alción, 2014), Invención del horizonte (Alción, 2020) y Urdimbre de luz y canto (Puerta Roja Ediciones, 2024).