Invierno de Cecilia Fresco fue publicado por Ediciones Patagonia Escrita en su Colección Huellas Textuales. El libro cuenta con 14 piezas narrativas que se ponen en marcha en un engranaje amalgamado.
En la tapa del libro vemos una ilustración de Paola Knotek donde un niño zorro, un zorrito, está frente a un pastel de cumpleaños que tiene como decoración un número nueve –su edad-, está flaqueado por una mujer y un hombre, ella pasa una mano por sobre el hombro izquierdo del zorrito; él mantiene una postura de espectador, los adivinamos sin verles los rostros. A lo largo de la lectura de los cuentos que componen Invierno el sentido de todo irá cerrando un círculo de fuego, o de hielo mejor dicho, que como pólvora que encendemos, ha comenzado a congelarse. Uróboro narrativo en el cual nos hemos parado en el centro.
Invierno llega desde el sur, desde la Patagonia, a manos de este lector anclado en el norte, extremo antónimo. Es no solo un libro de cuentos, es un pasaje, un viaje a otra tierra, en este caso (para este lector) lejana. El pasaje implica un recorrido no solo por esa naturaleza ajena, sino también por costumbres o formas del cotidiano en el frío.
Asistimos en estos cuentos a escenas de una película, independientes de por sí, pero que forman una unidad. Llegan voces de una ciudad, mediana o pequeña, un pueblo tal vez, donde los habitantes están cubiertos por un manto blanco, por una quietud que domina el paisaje y que esconde una apariencia que lo contamina todo; esa apariencia es la mimetización pretendida por algunos de los personajes tras el paisaje.
Los cuentos están trabajados con una forma amable en la lengua y en la trama, pero no debemos confundirnos con esto, caminamos sobre asfalto congelado sin una saliente de donde asirnos, nos deslizamos al golpe certero, a la profundidad no anunciada. Leemos y al finalizar hacemos una pausa entre pieza y pieza, algo nos descoloca, nos moviliza.
Cada título es un punto de partida y al comenzar a enunciarse en su devenir, veremos que el entretejido, el diálogo, el juego de cámaras invisibles, que dirige la autora.
La naturaleza, el paisaje, las costumbres, las maneras son marcas concretas que determinan en muchos casos a los personajes. Volvemos a la figura del pueblo cubierto de nieve y la quietud reinante, en ese nada algo pasa, o pasa todo. La violencia, la muerte, el amor, la hipocresía, el crimen, el dolor, el sacrificio, la frustración, la violencia, otra vez, y otra vez el dolor.
Cerramos la lectura y el zorrito de la tapa que nos mira tiene ahora otros ojos, la mirada entre él y nosotres, lectores, ya no es la misma.
Pasamos por la escritura de Cecilia Fresco y el sentido de esa tapa después de leerla es otro.
Al cerrar los ojos no vamos a desprendernos de ese paisaje blanco, del cambio de estaciones, del frío y sus personajes. Van a permanecer ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ahí está la magia.
Cecilia Fresco nació en 1969 en Capital Federal y creció en San Carlos de Bariloche. En 1985/86 participó de los talleres de narrativa dictados por Norberto Uman y Norberto Cobarrubias y entre el 97 y 99 de los de poesía dictados por Graciela Cros. Fue becada por la Fundación Antorchas y por el Fondo Nacional de las Artes (2007). Textos suyos han sido publicados en revistas, periódicos y blogs literarios. Ha participado de diversas antologías. En el año 2010 publicó su novela Las Huellas (El Camarote Ediciones) y en 2014 su libro de poesía Realidad vs. representación (Ed. del Dock). Desde 2006 vive en Villa La Angostura e integra el grupo literario ALAMBERSE!