Retazos de una experiencia con chiques pensantes

Luego de un largo rodeo me decido a escribir, a intentar al menos, superar cierta colección de ideas sueltas que guardo desde hace tiempo en mi libreta violeta y que tras una experiencia reciente necesito expresar.  

Me siento, finalmente, frente a un par de hojas en blanco (sí, dije hojas y no computadora) para olvidar, por un momento, esa vorágine de pantallas, teclados, fotos de perfil, y diversas «plataformas de ser» en estos tiempos de virtualidad cotidiana (docentes, estudiantes y afines pueden sentirse identificados). Quiero recuperar mi puño y letra, el olor del papel, el roce con la hoja, los tachones, porque siento que la temática que hoy me invita a escribir merece esa artesanía del hacer la palabra escrita. Otro será el momento de tipear estas ideas a base de teclado.    

¿Por qué quiero escribir? 

Desde hace tiempo la experiencia me pide poner en palabras lo vivido, buscando quizás, una nueva manera de acontecer para no perderse en algún lugar incierto, allí donde terminan las cosas vividas que no se nombran. Pero ¿a qué experiencia me refiero? Quizás para explicarla mejor deba hacer una serie de aclaraciones previas.

Desde hace unos cuatro años tengo la oportunidad de coordinar talleres de filosofía con niños y adolescentes en el colegio donde trabajo en Jujuy (provincia en la que resido y ejerzo como madre, docente, soñadora empedernida, jujeña-tucumana, poeta en abandono, deportista rezagada y lo que se vaya dando). Enorme desafío y de los más hermosos que me han tocado en mi experiencia docente.

¿De qué se trata? ¿De invocar la palabra de los grandes filósofos de la historia, enseñarla y hacerla valer frente a les estudiantes? Nada de eso. En primer lugar, como yo la entiendo y como la he vivido hasta ahora, creo que se trata, sobre todas las cosas, de escuchar lo que les pibes tienen para decir, quienes muchas veces con descaro e irreverencia se permiten contradecir la palabra de los más consagrados filósofos. También creo que se trata de poder aprender junto a les adolescentes a mirar el mundo con otros ojos, a ver en lo «normalizado» algo que no debería ser normal, a ver en lo cotidiano lo que nunca nadie ve, a encontrar en los filósofos no una palabra sagrada, sino un desafío para ir más allá, una invitación a desenmarañar las tramas de una realidad que se muestra transparente, pero que no lo es. 

Como parte de la tarea de acompañar a les chiques en esas andanzas filosóficas he tenido la oportunidad de ser tutora de varios de ellos en su proceso de participación en las Olimpiadas de Filosofía de la República Argentina, organizadas por la U.N.T. (O.F.R.A.)

El proceso de tutorar a une adolescente en su búsqueda de problematización de la realidad es apasionante, complejo, a veces contradictorio, siempre trabajoso y caótico, pero muy gratificante y enriquecedor. 

He pasado una incontable cantidad de horas investigando para poder aportar material teórico a las  propuestas de mis alumnes, horas y más horas de encuentro con elles (este año, virtuales), averiguando cuáles son sus objetivos y deseos con los trabajos que quieren escribir, horas y más horas ayudándoles a preparar sus defensas.  Quienes hayan tenido la oportunidad de ser tutores, en los procesos de escritura de les adolescentes sabrán a qué me refiero.

Si es tanto trabajo ¿por qué nunca dejaría de hacerlo? 

Por la experiencia profundamente transformadora que significa cada uno de los trabajos que han escrito les tutorandes. Transformadora para elles, para mí y para quienes les escuchan o leen sus ideas. Por la conexión única y el vínculo que se construye con les pibes, por esa dignidad en sus ojos, cuando expresan sus ideas y los demás escuchan con respeto.   

Hay quienes, desde el prejuicio, repiten que a «les adolescentes de hoy no les importa nada». En realidad, creo que es a les adultes, en general, a quienes no les importa lo que los adolescentes tienen para decir, para pensar, para cuestionar. Supongo que porque es muy probable que nos quede bastante incómodo lo que tengan para decir. En mi caso, es justamente esa incomodidad, ese tener que salirme de mi zona de confort, del rol de adulta sabelotodo, de la pose de docente que tiene todas las respuestas, lo que más me apasiona de esta tarea y creo que lo que más filosófica la vuelve

 “¿Y si en realidad el tiempo no existe?” Me interpelan en algún taller. “Profe, no existe nada que podamos hacer sin el cuerpo”, me dijo algune saliendo del aula con paso apurado porque ya quería estar en casa para almorzar. “¿Usted dice que nosotros hacemos el lenguaje, pero el lenguaje no nos hace a nosotros también?” Pregunta, irreverente, una jovencita a quien en ese momento da una conferencia en la apertura de unas jornadas filosóficas en el colegio. “¿Por qué en los colegios se tienen que tomar las clases sentados y los profes siempre al frente?” Me interpelaba un alumno en mis primeros años de profe. Para ser sincera, me sigo repitiendo su pregunta, y aunque ensayo respuestas no quiero quedarme con ninguna y de hacerlo, no serían más que conclusiones provisorias (valga el oxímoron).  

La más reciente experiencia filosófica (cuando les adultes solo podemos escuchar).

El viernes 6 de noviembre en Jujuy, se desarrolló la instancia provincial de las O.F.R.A. Probablemente, en estos días pasados, estuvo ocurriendo lo mismo a lo largo de todo el país para definir quiénes serán los finalistas que participarán en la Instancia Nacional. Estas olimpiadas, entre otras cosas, tienen como objetivo constituirse en un espacio de debate, intercambio y construcción de ideas, exclusivamente para les jóvenes de 1° a 5° año del secundario. Solo elles pueden exponer, solo elles pueden preguntar, solo entre elles se dan los debates. Les adultes acompañan en silencio y se deleitan por la riqueza de los debates.

Durante la mañana del pasado viernes presentaron sus trabajos los estudiantes de 1° y 2° año, y durante la tarde los de 3° a 5°.  Una jornada completa de ideas, reflexiones y debates que tuvieron al cuerpo como eje de discusión. Les adultes brillaron por su silencio. Hermoso silencio, el silencio de la escucha que nos hace tanta falta cultivar a les adultes y en particular, a les docentes. Se puede enseñar mucho desde la escucha, pero sobre todo aprender. Es incómodo, a veces, porque si les damos la oportunidad, les jóvenes con sus propuestas, sus interrogantes, sus argumentos, su capacidad de debatir y de interpelarnos pueden poner en duda los cimientos donde se erige el mundo en el que vivimos. Así lo hicieron, de hecho, en las recientes jornadas.

“¿En el mundo del folclore qué lugar hay para las disidencias sexuales?  ¿El gaucho siempre dominante y la paisana siempre pasiva?” Interroga un estudiante de 14 años “¿Digo luego existo?porque vengo a encontrarme con las palabras para encontrarme a mí misma”, expresa otra joven de la misma edad, mientras expone que el lenguaje también hace a nuestro cuerpo porque lo dota de un valor simbólico. ”Pienso mi cuerpo como una especie de hoja en blanco donde puedo pintar”,afirmaba otra estudiante. Luego un joven, se pregunta si habrá una relación entre los tatuajes y la cuestión de género. Se felicitan entre sí cada vez que termina una exposición, destacan lo mejor de cada trabajo y recién preguntan. «Me parece genial el tema que elegiste para tu trabajo porque implica cuestionarte tu propia adolescencia», dice una de las jóvenes y demuestra que la competencia es la gran ausente de la mañana.

Antes de recibir los resultados una estudiante expresa estar agradecida porque le habían regalado una mañana que le venía haciendo falta porque necesitaba encontrarse (aunque virtualmente) con personas, sí «personas», y no tanto con fotos de perfil y profesores diciéndoles qué hacer. Incómodo ¿no?

A la tarde, hubo un nuevo recorrido por problemáticas que preocupan a los adolescentes y que los despreciadores de juventudes jamás pensarían. “¿Qué efectos tienen los estereotipos en las personas? ¿Son una forma de dominación? ¿Son resultado de una forma de Psicopolítica en la que terminamos auto explotándonos para encajar en un ideal despersonalizado?”. Reflexionan en algunos de sus trabajos, citando a Byung Chul Han, entre otros, para darle sentido a alguna de las realidades que atraviesan. Reflexionan sobre temas variados: la violencia machista, las desigualdades educativas de siempre, agudizadas en tiempos de pandemia, las modas y el exceso de interés puesto en los ideales de belleza, entre otros, proponiendo incluso formas de intervención sobre la realidad para cambiarla.

Sí, sí, así es, les das el espacio, la oportunidad, la escucha y les chiques dicen, interrogan, cuestionan, interpelan, crean, construyen lazos. Y con todo eso, al menos a mí, que escribo en este papel que tuve que desempolvar; en esta Jujuy donde la ministra de educación dice que nuestros bolsillos docentes se “llenan” con la plata del Estado; donde nos venden tan fácil el vacío lema de «paz, pan y trabajo»; a mí, que tengo la esperanza siempre a flor de piel, qué quieren que les diga, les chiques pensantes me pintan más bonita la utopía.  

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