Criades a leche de palabras

Esto es una red de asociaciones libres, un linkeo de lecturas y subrayados, una combinación caótica de resonancias. El desafío: hallar algunos ecos entre cuerpo, disidencia y literatura.

Un primer acercamiento me lo brinda Daniel Balderston, quien recuerda en uno de sus ensayos:

Hay un momento en la obra de Fernando Vallejo que podríamos llamar el descubrimiento de la primera persona. Al final de la primera versión de la biografía de Porfirio Barba Jacob (seudónimo del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio), la que está en tercera persona y que se extiende por más de quinientas páginas, Vallejo de repente declara: “Mañana iré a Santa Rosa de Osos a buscarte. Por los caminos del idioma, por los caminos del afecto, por los caminos de la sangre. Iré a Santa Rosa de Osos a buscarte, a buscarme”

Son, entonces, los afectos —los vínculos— los que nos entraman. ¿Cómo pensar entonces en una escritura despegada del eros? Y más aún: ¿cómo pensar no ya una literatura sino la poesía disociada de una erótica?

Veo un atisbo de respuesta en le poeta Logan February, quien compone una oda a la pantalla azul:

Los cuentos para antes de dormir
para él son la clave del wi-fi, entra a las páginas
de los nenes grandes a buscar las películas de los nenes
grandes. Los cuerpos de los nenes grandes se chocan.
Transpiración & músculo & memoria. Los ruidos que quiero
esconder abajo de la almohada & sofocarlos por
lo tabú que son. Qué clandestino, este ritual
a la sombra que hace que me galope el corazón (…)

Hay una erótica, una eroica bellesiana, donde leo: Dilatado el pezón / pequeño animal morado / en succión que comba / la lengua. Y agrega Diana, en otro poema:

No quiere mirar
Quiere tocar
Tábano atado a la presa
Tiza que dibuja
detrás
La invisible trama del amor
amarra
lo que es
y lo que no

En un juego de ocultamientos y revelaciones, esta misma trama -la del amor, la del deseo- es la que se teje también en Cristina Peri Rossi:

El bretel se venía abajo
-negro-
como la cinta
de un telón precipitado

Entonces
comenzaba el espectáculo de tus senos
esa obra perfecta
que un dios enamorado
creó como un espejo
donde toda belleza se miraba
a sí misma
como yo los contemplaba
sintiendo desde ya su pérdida

A les disidentes que llegamos a la poesía, a quienes la recibimos como ofrenda, nos alimentaron otres, mamamos de una tradición, de la lengua. Fui criada a leche de palabras, resume Heléne Cixous. 

En esa clave, en esa zona donde escritura, cuerpo y deseo laten juntos, Ocean Vuong le habla a su madre:

Te estoy escribiendo desde dentro de un cuerpo que un día fue tuyo. Lo cual quiere decir que te estoy escribiendo como hijo. Con suerte, es por el final de la frase por donde podríamos empezar. Con suerte, algo se nos transfiere del pasado a hoy, otro alfabeto escrito en la sangre.

La desobediencia es el nombre con que Claudia Masin llama a su poesía reunida, y no hay casualidad alguna en ese gesto, en esa elección: la poesía es el lugar opuesto al confort, a la seguridad. Quien escribe erige su templo de humo desde la incomodidad, en penumbras, con el doble filo de un cuerpo que ama y que es capaz de matar. 

En un poema escribí: la mano que tañe / dulcemente la lira / puede ser la que una noche se cierre en tu garganta. Así también este cuerpo que escribe camina por el borde, avanza a tientas, se desliza por aguda cornisa entre lo construido y lo planificado, entre la estabilidad y el peligro. 

Cuidado con las palabras (dijo) tienen filo / te cortarán la lengua, decía Alejandra Pizarnik. Años después, Gabby De Cicco vuelve a esa imagen para complejizarla: Hay veces que tu lengua / parece cortada por astillas de vidrio / al intentar decir aquello que se escapa / del binarismo. (…) / Somos carne y huesos. Somos voces / que ya no nos callamos. (…) / Somos el vidrio. 

Y, en otro poema, arroja:

Yo soy eso otro que se te escapa, cada fucking día.
Yo soy lo que te apela y contradice. Yo soy lo otro,
lo inabarcable. Lo indecible.
Soy en mi lo que soy en vos
que sos eso que no podés ni siquiera nombrar.
También soy la mentira, el fuego, el deseo,
los elementos esparcidos por todos lados.

En latín, “sidere” es estar sentado; entonces “disidente” es quien se levanta, quien se aleja y separa del grupo, quien disiente, le distinte. A pesar de todo, es genial que hayamos hecho una sola cosa- ser diferentes, resume Eileen Myles.

Ser diferentes es alejarnos para encontrarnos con otrxs diferentes como nosotrxs. De esto habla Masin:

Y yo, que lo único que sabía era que había que escapar del amor como quien escapa
de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar
más vulnerable, me quedé
sin embargo en ese abrazo y fui curado.

Y vuelvo a Ocean:

Al escribirte a ti aquí, podría ser que estuviese escribiendo a todo el mundo, porque ¿cómo puede haber un espacio privado si no existe un espacio seguro, si el nombre de un chico puede a un tiempo protegerlo y convertirlo en animal?

Distinte, extrañe, extranjere, salvaje. Logan, en otro poema: Te despertás con piel de oveja negra / y no dejás / de ser blanco y ajeno / para mamá.

Así como Santiago Venturini sintetiza que dos cuerpos iguales / no pueden perpetuar la especie, / la corrigen, Mariana Spada, por último, enlaza en un poema la tríada cuerpo-poesía-disidencia:

La última rama de este árbol se quiebra acá
¿Dónde ubicarme
si no fui
para madre
menuda como
la espadaña
que corta el viento en dos
sin renunciar a la gracia
ni llegué a ser
a ojos de padre
más que el ensayo
infructuoso
de su varón
final?
Algunos
huesos
daneses
la caja torácica
por donde sube el timbre
de una voz grave
a ecuánime distancia
del deseo y lo deseado.

¿Cómo escribir, entonces, si no es desde el afecto y la desobediencia?

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