Cruzar el umbral o Una hermenéutica de lo Desconocido

Cruzar el Umbral es el último poemario de Susana Noé. Publicado por el sello Puerta Roja Ediciones este año, un libro que marca una poética sólida en el recorrido de la autora.

De este lado

El poemario Cruzar el umbral, de la poeta Susana Noé, es un llamado, y acaso también una rogativa, una exhortación —vital y urgente— a habitar nuestro tiempo.

El libro posee una estructura conceptual sostenida en dos pilares, dos capítulos: “Que no exista el desamparo” y “Duelo”. 

Dos espacios metafóricos se habilitan ante nuestro arbitrio; en el medio está el umbral. Ese espacio mágico, esotérico, iniciático, que nos conduce a una cualificación existencial. Un paso es la cifra de esa decisión. El umbral al que alude la poeta asume formas diversas a lo largo del poemario que, en este sentido, bien pudiera ser leído en clave de postas o hitos de una épica cuya génesis conocemos, pero cuyo decurso —sinuoso— resulta incierto. Es precisamente en esa incertidumbre en la que moran el vértigo de una precipitación (movimiento stricto sensu) o la inercia de una quietud (pseudo-movimiento). Nuestra poeta elige el vértigo, y nosotros la secundamos. La quietud queda, así, reservada a la contemplación de los resignados. No es este el caso. 

Cruzamos.

Arte de tapa: Zaida Kassab

Del otro lado

Cruzado, pues, el umbral el libro se despliega ante nuestros ojos como la sucesión de acontecimientos sin anécdota (gran mérito de este libro). La anécdota es sustituida por la sugestión, la elipsis, la apelación a la conjetura y el poderoso imperio del subtexto.

El Tiempo mayúsculo es la topografía de esta obra. 

Como respondiendo a una premisa de la poeta norteamericana Mary Oliver, Susana: observa, se asombra y da cuenta de epifanías retroactivas y futuras.

La Historia y las historias coexisten estableciendo entre ambas una relación dialógica que busca no ya respuestas, sino la formulación de interrogantes apropiados para incertidumbres que actualizan —una y otra vez— la vigencia de su obra.

Sostiene, por ejemplo, en el poema “Malas”:

Nada se sabe 
y 
nada se sabrá. 
¿Las niñas cruzarán el umbral?

En busca de la síntesis, de la conciliación de los contrarios, los poemas de Susana Noé exponen la complejidad —al tiempo que multiplican los alcances— polisémicos de lo humano. La complementariedad de los contrarios, es uno de los ardides retóricos a los que apela con maestría la autora. Creando, de ese modo, un entrañable tratamiento individual de lo colectivo; una operación cuyas implicancias y resonancias el lector acusa bajo la forma de la complicidad. 

Audaces 
niñas buenas, niñas malas 
se abrazarán. 

(Poema: “Malas”).

El poemario promueve una, llamémosle, coreografía del devenir. El movimiento cualifica nuestra estancia en la tierra.  

Dos son los espacios y uno el umbral. La vida y la muerte, a cada instante. Pero también la ubicua y eterna vida de nuestros muertos, parece sugerirnos Susana. (La vida ingenia en su conato spinoziano la continuidad, pese a todo). 

Y ese umbral es, ciertamente, un portal hacia el Misterio. Cada poema de este libro propone una iniciación del yo lírico. Pero también una contrainiciación, en el decir de Murena y Vogelmann. 

De niñas buenas se hartó la señora naturaleza

(Poema: “Malas”).

O en el poema “Sin rumbo”:

(…)

Un círculo 
me oprime la garganta, 
irritante 
expele mis propósitos. 
Me deja seca y sola; 
enojada.

Inusitada furia.

Estos versos marcan el tono, la positura que adopta el yo lírico frente al lector empírico. No, no será buena nuestra niña. Necesita no serlo. Un libro verdadero, es un acto transgresivo.

En este marco, el Tiempo en ondulaciones diversas, se alisa y se estría para ofrecernos matices, como frescos epocales. Frescos ante los cuales es dable asumir, ya el rol de pasivos voyeuristas, ya el de activos flâneurs baudelarianos.  

Me zambullo en el mar de protestas. 
Los 70: 
fotos, recortes, diarios.

Te encontraré.

Los elementos procedentes de la realidad, son el sustento de un verosímil, cuya finalidad no es meramente descriptiva, sino probatoria:

Buscamos una salida 
entre los gritos 
los puentes y 
las flores.

La naturaleza (flora/fauna) es retratada a través de viñetas de una belleza ominosa; son encuadres, recortes de un pasado evocado o de un presente cuyo carácter efímero los torna nostálgicos. Sin embargo, resulta predominante la presencia de la naturaleza humana, su abordaje a través de una escritura sin concesiones, sin autocomplacencias, recelosa de sí, despiadada y tierna, acaso por esa misma razón.

El tiempo nos clausura, pienso mientras escribo este prólogo.

erguida 
resuelta 
con fuerza de loba 
seguiré

(Poema: “Aunque”).

La fantasmagoría de una épica habitada por sus muertos, talla y cala esta obra. No, la poeta no está sola. No, la poeta no está deshabitada. No, la poeta no carece de misión. Buscar. Buscar. La utopía asume la forma del hallazgo. Y el hallazgo imprime sentido al absurdo de la existencia. 

Aprieto mis labios, 
enciendo cenizas 
con tus recuerdos. 

Todos van conmigo 
dentro mío, 
los cuido,
me cuidan.

(Poema: “Esquivo”).

El leitmotiv deviene mantra. Un mantra personal y a la vez comunitario. Susana es la Antígona de nuestra tragedia: “Los muertos van conmigo”, repite.

El afecto resulta así generador de causas más que de efectos. La causa es el hermano desaparecido, la madre y su rigor extremo, el amado y su ausencia. La Historia se vuelve corpórea en la voz poética de la autora. Hay inflexiones, una cartografía que se recorre con la cautela que impone un campo minado. De ahí el carácter, el temperamento del texto: prudente, sabio y mesurado; sin estridencias.

Mi cuerpo, desangrado, marca el camino.

(Poema: “Shofar”).

Entre lo sublime y lo siniestro, se cuecen las habas de una poesía que “dice y hace”. Los verbos consagrados por Octavio Paz la definen por completo. Hay acción dentro de ese discurrir que señala con el índice de una niña que pareciera advertirnos a nosotros, los ciegos: Ahí, ahí. Ahí estuvieron.

Busco objetividad y me tropiezo con una emoción que deja tildado el acto de mi escritura. Me detiene el pensamiento que emerge de esa suma concisa pero neta de postales, fotografías. La Historia. 

Me disculpo por la parsimonia con la que he transitado una y otra vez estos versos. Me disculpo por este retardo en que me hunde esta otredad mismificada que abrazo ahora como propia. 

El Tiempo nos acaba. Debo apurarme. El Tiempo nos acaba. La obra continúa.


Susana Noe Teitelbaum nació en Salta en 1946, radicada en Tucumán desde 1965. Es Lic. en Trabajo Social y Mag. en Ciencias Sociales. Ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras (UNT). Fue la primera Coordinadora del Observatorio de la Mujer de Tucumán (2005). Recibió numerosos reconocimientos por su lucha en DDHH de las mujeres, entre ellos: la distinción Mujer Destacada (2010), por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Ha publicado en diversos ámbitos sobre el campo social donde ejerció su profesión. Poemas suyos se encuentran en más de veinticuatro antologías, tanto de Tucumán como de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Salta. Publicó los poemarios: Develado Mundo (Ediciones del Parque, 2019), Sala de Espera (Fondo cultural Aconquija, 2020) y Cruzar el umbral (Puerta Roja Ediciones, 2023).


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *