En esta entrevista, el escritor Sebastian Ocampos se refiere al campo literario de Paraguay. Además, traza un recorrido por el proceso de compilación del volumen «Paraguay cuenta. Cinco siglos en cuarenta ficciones» y brinda detalles acerca de la reedición de su libro «Espontaneidad».
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Sebastian Ocampos: A inicios de 2017, luego de ver cómo seguían publicando antologías de narrativa paraguaya que solo compilaban textos publicados desde el siglo XX, me propuse investigar exhaustivamente para reunir las narraciones escritas desde el inicio del Paraguay. Hallé algunas de los primeros siglos: ficciones fundamentales para comprender esos siglos coloniales del país y la región. También hallé cuentos extraordinarios publicados en la primera mitad del siglo XX, que luego de editarse en periódicos, revistas o libros no volvieron a publicarse, en algunos casos de autores que ni siquiera formaban parte de la historia de la literatura paraguaya.
SO: Dos criterios: uno, rescate histórico de relatos escritos en los siglos XVII, XVIII y XIX; dos, calidad literaria de cuentos publicados en los siglos XX y XXI. El primer criterio fue unánimemente celebrado; el segundo, puesto en duda por quienes no formaron parte de la selección. En este periodo de capitalismo neoliberal que ha vaciado las artes de técnicas, contenido e ingenio, hablar de calidad literaria parece anacrónico. Pero a diferencia de la subjetividad individual con que se ha intentado imponer el juicio a las artes, la calidad literaria sí puede analizarse y demostrarse: dominio del idioma, las técnicas narrativas, las figuras literarias; conocimiento profundo del contenido; ingenio para narrar la obra de una manera personal y original, pues en las artes no seguimos recetas: conocemos la tradición en este caso literaria para saber lo que han dicho y cómo lo han dicho los maestros del pasado para poder decir algo que nosotros hemos comprendido o intentado comprender sobre la condición humana en nuestro contexto
SO: Primero, definí un inicio que otros habían ensayado: ciertas narraciones de Ruy Díaz de Guzmán (1560-1629), primer escritor de nuestra región del Plata, fueron ficciones. Relatos fundacionales en los que realidad y fantasía se funden, algo que caracterizará a toda la literatura latinoamericana. Incluí por vez primera en la literatura paraguaya un relato largo, anónimo, que había leído muchos años atrás: «Nicolás I rey del Paraguay» (1756), que posiblemente Voltaire leyó para escribir Cándido. Hallé un relato que algunos estudiosos habían citado pero que al parecer nunca habían leído: «Dos horas en compañía de un loco» (1861), una fantasía tragicómica con cierto aire gótico. Publiqué íntegramente (dato importante porque otros lo han publicado con páginas ausentes) un relato largo considerado como la primera novela del Paraguay: «Viaje nocturno de Gualberto» (1877) de Juan Crisóstomo Centurión. Integré al Paraguay a Otto Miguel Cione, escritor que vivió parte de su niñez y juventud en Asunción, luego en Buenos Aires y por último en Uruguay, donde su literatura es estudiada. Muy joven, con 26 años, publicó en Caras y Caretas el cuento de ciencia ficción primitiva «La atrevida operación del doctor Ors» (1901). Para no prolongarme citando a todos, solo mencionaré uno más: «Los Cuervos de Icaria» (1923) de Carlos Frutos, cuento y autor casi nunca estudiados.
Quizá sea necesario compartir una experiencia especial: también hallé otros textos que podrían considerarse ficciones. Uno merece la anécdota: ciertos críticos, incluso una crítica hispanoparaguaya, una autoridad absoluta en literatura y otras áreas, habían mencionado un texto del siglo XIX como la primera novela del Paraguay. Lo busqué muchísimo porque había creído en esas menciones, hasta que lo hallé y reconocí algo que ya había reconocido antes: las citas de los estudiosos se basaban en rumores, no en estudios. ¡Ni siquiera habían leído esos textos que citaban con tanta autoridad! En este caso, nada más que con la supuesta primera novela del país, no habían acertado el título, ni el autor, ni el género, ni la forma editada, ni el año de la publicación. Pues así, la investigación en busca de ficciones concluyó que incluso la historia de la literatura paraguaya era ficticia.
SO: En febrero de 2014, un escritor y crítico local reseñó el libro Nueva narrativa paraguaya, publicado en diciembre de 2013. Dijo: «Con esta antología se anuncia la narrativa de las últimas apariciones en el contexto de la literatura paraguaya que, dicho sea de paso, goza de una excelente cantidad, pero al mismo tiempo de una sospechosa calidad». Concuerdo con ese parecer, aunque esa antología se había editado sin ningún criterio de calidad. El Paraguay aún padece de problemas estructurales graves: alto porcentaje de analfabetismo neto, altísimo porcentaje de analfabetismo funcional, nulas políticas públicas de lectura y escritura para toda la población. Solo existen simulacros de políticas culturales: durante el primer año de la pandemia, de hecho, la Secretaría Nacional de Cultura (ni siquiera tenemos Ministerio) se volvió asistencialista. La literatura todavía es un privilegio para una minoría de la minoría privilegiada. Pero la gente que puede escribe y publica, casi todos como aficionados, en busca de reconocimiento, fama, con suerte dinero. Quienes tienen recursos, también pagan para que se les publique en otros países. En fin, cada año parece haber más libros, incluso de diversos géneros (las industrias del entretenimiento masivo han globalizado los géneros comerciales), pero la calidad todavía es sospechosa. En un contexto como el del Paraguay, sin cultura basada en la lectura de libros rigurosos, menos de obras literarias, cuesta mucho darse cuenta de que la literatura es una disciplina seria, exigente de toda la lectura posible antes de que la escritura sea una posibilidad publicable.
SO: Conozco un poco la Argentina. Es el país que más me ha invitado como escritor y editor. Entiendo el conflicto que mencionas. Aunque sea cierto que Buenos Aires se queda con gran parte de los beneficios públicos y privados, tal como las capitales de otros países, me parece que en las provincias la literatura está presente con escritores/as, bibliotecas, editoriales, librerías, ferias, etc. En el Paraguay, en cambio, Asunción no solo es el centro, sino que la única ciudad con librerías, editoriales, bibliotecas, ferias, foros, congresos, talleres, constantes y variadas actividades literarias. Solo algunas pocas ciudades de los diecisiete departamentos (el Paraguay se divide en departamentos, no provincias; Asunción es la capital, autónoma), cuenta por ejemplo con librerías de libros (pleonasmo necesario; en el país las librerías suelen ser tiendas de útiles escolares). No es un problema de la literatura sino del país: casi todo depende de la capital. Pero existen proyectos colectivos, solidarios, para que los autores del interior del país sean parte de talleres y publicaciones. Uno de ellos: Transición, organizado por Revista Y y Ciencia del Sur.
SO: En una parte de la introducción de Paraguay cuenta, digo: «En general, los cuentistas distinguimos entre relato y cuento: el primero es una narración evidente; el segundo, una narración contenida. Tomemos como ejemplo el cuento más breve del mundo, atribuido a Hemingway: “Vendo zapatos de bebé, sin usar.” Si hubiera sido relato, solo habríamos leído: “Vendo zapatos de bebé”, un anuncio típico. Gracias al complemento “sin usar”, leemos la narración contenida y nos cuestionamos qué le ha de haber sucedido al bebé: ¿murió?, ¿cómo?, ¿por qué? De esta forma, la venta de los zapatos es el pretexto para contar, en la imaginación de cada lector, la historia del bebé.» Todo cuento necesita un pretexto: es el título de una tesis del cuento que he desarrollado luego de casi dos décadas de haber leído, analizado, criticado, escrito, editado y publicado cuentos.
Luego hallé otra característica esencial: el dilema moral. El o los protagonistas deben afrontarlo. En el cuento “Vendo zapatos”, también está contenido: los padres o quienes sean que ofrezcan la ropa del bebé, sin usar, debieron afrontar algún dilema moral para que terminaran publicando ese anuncio. ¿Qué pasó? Cada lector/a tendrá que imaginarlo. Pero el dilema moral no solo es una característica del cuento: está presente en todas las historias/ficciones, en literatura, teatro, cine, tv. Aunque en el cuento, a diferencia de las narraciones prolongadas, solo hay un dilema moral, así como solo hay un pretexto-y-tema. El cuento tiene un límite: debe poder leerse en una sentada.
¿Cómo saber cuándo un cuento está cerrado? Cuando el o los protagonistas han afrontado el dilema moral, han hecho o no algo al respecto. De esta manera, puedes culminar una trama. Pero la prosa del cuento, así como de cualquier otro texto, seguramente seguirás modificando cada vez que lo leas, condenado a la insatisfacción de cómo has escrito lo que has escrito… si la vanidad no te ha cegado.
SO: Escribí «Los loros de la esquina» en 2006. Entre todos los cuentos que había escrito desde 2003, fue el primero que por alguna razón supe, apenas culminado, que era bueno. Desde entonces me ha hecho merecedor de reconocimientos: premio, publicaciones, traducciones, comentarios de muchos lectores. Tardé en comprender por qué los merecía. ¿Por qué una narración breve sobre unos niños que liberan a unos loros enjaulados es un buen cuento? Narré, sin ser muy consciente de ello, el fin de una inocencia: los niños habían creído que bastaba con liberar a los loros de las jaulas para salvarlos. Que un gesto puede cambiar una realidad: uno de los engaños más arraigados en la humanidad. Si los loros han sido condicionados a vivir toda o gran parte de sus vidas enjaulados, no se sabrán liberados cuando se los saque de la jaula, sino angustiados ante esa nueva circunstancia que desconocen. La literatura nos libera de esta manera: desengañándonos de las ideas falsas que nos han impuesto a través de ficciones nocivas.
SO: Culminé y registré el libro de cuentos Espontaneidad en 2014, y recibí el cheque del fondo público que había ganado (para mandarlo diseñar e imprimir) en diciembre. Entonces debimos presentarlo el 6 de marzo de 2015. La edición, con más de mil ejemplares, se agotó en 2019. Gracias a la gente que aún lo solicitaba, quise publicar una nueva edición en 2020, pero las circunstancias no fueron favorables, no solo por la covid. En 2021 lo repensé y decidí publicar una renovación total: cambio de tapa y prólogo, e inclusión de cuatro cuentos, como bonus track, también escritos en el periodo 2003-2014. Además, cuidé la prosa de todo el libro. Los primeros cuentos, entre ellos «Los loros de la esquina», por cierto, no me tenían del todo contento. Como dije, estamos condenados a estar insatisfechos… Pero conté con diversos lectores, escritores y críticos para revisar el libro completo. Parece haber quedado bien. Un crítico dijo: «Con la primera edición, hizo un libro bueno. Con esta renovación, ha logrado un buen libro». Sea lo que sea que esto signifique, espero que tenga razón.
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