Verano en Santa Fe, la máxima supera los 40 grados. Es una ciudad que obliga a recluirse a la hora de la siesta. Recibo el mensaje de un amigo que me pide que redacte unas palabras sobre la escritora Estela Figueroa. La brisa fresca es un deseo para cuando llegue el atardecer, acepto el desafío y me duermo. Al despertar imagino a Estela regando sus plantas, que hicieron el esfuerzo durante todo el día, el jardín es uno de los lugares de su poesía. Buena observadora, las palabras se dejan ver entre el verde, los aromas y el calor que despide el material de construcción. La observación del mundo y de ella misma, en su poema No es para hablar de mí que escribo nos confiesa: «No es para hablar de la glicina / que la comparo con una lluvia / y adjetivo esa lluvia / Es para detener este momento nocturno: / la casa en calma / y los pensamientos que ennoblecidos velan / por un ordenamiento / que lo abarque todo».
Leo la obra poética reunida de Estela: EL HADA QUE NO INVITARON (Bajo la luna, 2016) y me resulta inevitable pensar en uno de los poemas de Juana Bignozzi, en el que se pregunta si… ¿ayudan las palabras de los poetas a los propios poetas?, ¿ayuda al camino de los poetas el desamparo de su propia anécdota? Cuando a Estela le tocó escribir sobre el trabajo de su amigo, el también escritor, Juan Manuel Inchauspe, ella dijo: «Es una obra escrita a contrapelo, dificultosamente, es una suerte de luchas con las palabras, que generalmente no están a mano del poeta»… Pienso en las preguntas de Juana y vuelvo a las herramientas del poeta y al recurso natural que son las palabras. Al leer los poemas de Estela busco palabras que estén a la altura. ¿A la altura de qué? ¿A la altura de su poesía? me pregunto. Reflexiono unos minutos y lo que puedo decir es que disfruto mucho leerla, me gusta su mirada crítica y el rescate emotivo que se deja ver en su escritura: «Amortajado por una red de palabras / tachaduras y manchas / conservo del poema malo / su esqueleto precario. / Digo que la idea no era mala». He aquí el proceso creativo revelado, la metapoesía que desnuda su quehacer como poeta. No conocemos el resultado final de ese poema, nos confiesa que terminó encajonado, pero sí sabemos un poco de sus expectativas sobre su poesía: «¡Y pensar que lo escribí creyendo / que lo llevaría sobre la frente / incrustado como una perla / o un pequeño ojo perfecto / que reflejaría el mundo!».
La poesía puede ser un escudo que ayude a protegernos. O no, puede ser un traje espacial para escapar de este mundo o una escafandra para dejarse hundir y quedarnos a oscuras. Pero el mundo de las palabras sigue ahí, latente, lo representa todo en nuestras cabezas y aprendemos a vivir con eso. Pasa el tiempo y los poemas avanzan al paso de su escritora. Pienso además en qué lugar tiene la autocrítica (ejercicio esencial para quien escribe) y cuál es la función de la escritura, que puede ayudarnos a tener una mirada menos rigurosa de nosotres mismes: «Durante muchos años / viví preocupada por mis agujeros». La llegada de la madurez hace que dejemos de perseguir la aprobación de les demás, incluso de esperar su amor: «Ahora que me concibo a mí misma resbalando / de oeste a este / por el agujero negro del espacio / me he despreocupado». Las amistades ayudan a soportar la frialdad del mundo, son esos encuentros, esas charlas, las que importan ahora: «A quién tiene por costumbre resbalar / ¿Le puede importar presentarse / con algunos agujeros / en casa de amigos?».
Sigo creyendo en la poesía como un lugar de refugio y en cómo llegamos a identificarnos con las palabras de les poetas. Poder poner en palabras resulta indispensable en un mundo lleno de pantallas y distancias. Saber, como poeta, que esto me pasa a mí en el aquí y ahora y que mi poema es un pequeño recorte de la realidad hostil que vivo ¿a alguien le sirve?: «…yo escribo agazapada / palabras que han resonado en mi cabeza / sobresaltándome / como disparos». Estela es valiente y enfrenta al universo: «Puede que la realidad / se presente de imprevisto / por ejemplo mientras camino / con mi hija menor de la mano (…) Ya no la llevo yo. / Ella me lleva. / ¡Su pequeña mano / sostiene el mundo!». La ternura nos salva más de una vez.
Estela ha confesado que lo que más la hacía feliz era escribir, aunque no lo hiciera mucho. Pero cuando la inspiración llega, la poeta lo anuncia, como un oasis, quizás sea un espejismo, la ilusión está ahí, hay algo que quiere saciar: «Lejos parece que algo brilla: / ¿será el poema? / Sobre una cinta de fuego / camino a su encuentro. / Atropellada. / Selectiva…». Los portales de noticias anuncian una ola de calor para esta semana. Con esta temperatura, para qué molestar a la poeta con una nueva entrevista si con su poesía ya lo dijo todo. La conocemos y también su trabajo. Ella, el hada que no invitaron, ya no se preocupa por cuidar las apariencias. Solo deja la puerta abierta para quien quiera leerla.
Poemas de ESTELA FIGUEROA
BUSCANDO EL POEMA Atropellada como un perro. Selectiva como un gato. Lo busco. Fiel como tallada en piedra. Blanda como la espuma. Inocente como un fantasma que vaga por la ciudad. Lo busco. Lejos parece que algo brilla: ¿será el poema? Sobre una cinta de fuego camino a su encuentro. Atropellada. Selectiva. Blanda. Inocente. Despiadada. Mi CUERPO Hay momentos en que mi cuerpo me parece como una casa abandonada. Y no sé si soy yo o es mi fantasma que ha entrado en él por error. NATURALEZA MUERTA Tomates rojos con una hendidura negra. Limones amarillos con pezones verdes. Zanahorias erectas papas ovales bananas que yacen arqueadas. Sexo sobre la mesa donde amaso el pan. POR LA NOCHE tiros gritos. Una sirena de ambulancia. Uno creería que estalló una revuelta popular. Me despierto y pienso: No. Son los muchachos que engendramos matándose por un poco de droga. LA VIDA ES SUEÑO (la muerte de Kiwi) Hasta parece sencillo. De pronto no se es más joven. Se empieza a asistir a los velorios de aquellos a los que se amó. DEL MEDIODÍA Primero se las pela Después sobre la tabla de madera se las corta en rodajas. “La poesía es como la cebolla” * por eso a medida que se la abre se llora. Si la comemos al mediodía su olor impregna nuestro aliento hasta la noche. Y esa tarde -habitados- no podemos besar a nadie. *Frase que me dijo un emisario de Juanele Ortíz, Alfredo Veiravé, de paso por mi casa. LAS CARAS DE MIS HIJAS DESPUÉS DE LA INUNDACIÓN Es cierto eso que dicen. Uno le da importancia a las cosas después que las perdió. Día tras día hago el enorme esfuerzo de reparar algo. La foto de Florencia en el jardín de infantes. Los bordes blancos Carcomidos por la humedad. Salvo su cara la recorto con cuidado. La coloco en el pequeño portarretratos redondo que ahora está entre mis libros nuevos. Con la foto de Virginia es más difícil. Estaba enmarcada entre dos vidrios y con un marco gris. Lo recuerdo. Cerca del ventanal. En el comedor. No resistió la fuerza del agua la podredumbre del Salado. Parecía un ángel -que Dios tenga de mí misericordia- Ahora parece una cara con lepra.
Los poemas se seleccionaron del libro EL HADA QUE NO INVITARON, obra poética reunida, 1985-2016. ESTELA FIGUEROA. Editorial: BAJO LA LUNA, 2019.
Orilla con mar azul
Estela Figueroa nació el 12 de agosto de 1946 en la ciudad de Santa Fe, Argentina, donde reside. Publicó Máscaras sueltas (poesía, Centro de Publicaciones UNL, 1985); El libro rojo de Tito (reportaje, Centro de Publicaciones UNL, 1988); A capella (poesía, Ediciones delanada, 1991); Un libro sobre Bioy Casares (reportaje y ensayos de autores santafesinos, Ediciones UNL, 2006); La forastera (poesía, Ediciones Recovecos, 2007). En 2009, Ediciones UNL reeditó en un solo volumen dos de sus libros, reunidos bajo el nombre de ambos: Máscaras sueltas/ A capella. En 1987, Máscaras sueltas tuvo su traducción y edición italianas: Maschere Mobile (Ferri Editora, Florencia, 1987). Realizó trabajos para cine y teatro. Coordinó talleres literarios en el Pabellón de menores de la cárcel de Las Flores, donde editó la revista Sin alas. Dirige la revista La Ventana desde su aparición, en 2001, que publica la Dirección de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral. En este ámbito universitario también coordina el Taller Literario, tarea que se vio plasmada en la edición de tres libros y fichas de poesía, versiones teatrales de aguafuertes de Roberto Arlt y la escritura y puesta en el aire de dos radionovelas. Colabora en el Diario El Litoral y sus poemas han aparecido en diversas publicaciones del país y el extranjero.