Hora sepia de Roberto Reynoso (EDUNT, 2022) reúne seis de sus poemarios: Muriente (2020), Síntoma (2019), Cronicario (2017), Hundera (2015), Trasgrís (1999) y Olario (1982); a cada uno de ellos le antecede una ilustración de Ernesto Dumit (1938-2007). Esta publicación corresponde a la Colección Metáforas emprendida por la Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán. Si observamos las fechas, notaremos que se presentan a la lectura en forma inversa a su publicación. Destaco que los dos primeros corresponden a obras inéditas.
En referencia al conjunto de su obra encuentro acertadas las palabras de Arantxa Laise, una de les editores y quien realiza el prólogo, “Reynoso edifica, libro tras libro, sus cuarteles de primavera desde donde le da batalla al olvido y asedia la memoria política y afectiva”. Efectivamente si miramos su obra reunida en conjunto encontraremos una estructura mayor intervenida, interpelada por la muerte, la dictadura, la cárcel, el amor y la amistad con una fuerte presencia de un duelo constante, de un imaginario doliente encriptado en una memoria notablemente ideológica y emocional.
Los poemas de Reynoso poseen una estructura gramatical particular, como si se rigieran en un código propio, las preposiciones, los artículos y los verbos parecen tener una lógica otra, exclusiva del poeta; especialmente los tres poemarios iniciales de Hora sepia y, por ende, los últimos escritos por el autor. Voy a centrar esta reseña (con la intención de mantener la idea de brevedad) en esos tres primeros poemarios o tres últimos, según se entienda. Aunque cada uno de los seis poemarios poseen características distinguibles que, más allá de los tópicos generales que atraviesan toda su obra publicada hasta el momento, merecen señalarse.
Muriente y la hora del horror
Aquí el imaginario aborda la muerte como una herida abierta desde esa hora del horror en donde la memoria se traduce en rostros, sonrisas, gestos que combaten al olvido. Pareciera invadirnos en la lectura el dolor estático de la pérdida, existe un tiempo extraño en los versos, sus tiempos de noche no duermen, actualizando así el presente en una constante. Claro está que son claras las referencias a la última dictadura militar argentina, específicamente a la militancia de un sujeto imaginario que se cuestiona y que busca cómo salir del dolor de la muerte, la muerte de compañeros de lucha, pero también de amigos, como es el caso del poema dedicado a Marcelo Martino, profesor, investigador y poeta fallecido en la pandemia, en donde la escritura es un acto de fuego.
Otro fuego acecha en los poemas, agazapado en siluetas de sombras, en esquinas donde cada movimiento puede significar vivir o morir hasta su resolución inevitable.
Síntoma y la existencia de una mujer
Síntoma trabaja el imaginario del duelo de una amada, aquí los versos parecen rituales, mantras que letra a letra del alfabeto repiten el peso de su ausencia. Una unión de amor y muerte en consonancia (i) es recurrente; en donde los amantes son el destino ineludible que inventan (h), atravesando el dolor, el tiempo y el duelo; que parece buscar el reencuentro haciéndose / palabras sin escribirse / en la nostalgia (l). Aunque una oscuridad velada se esconde entre los versos, ya que amarla / proponía criar ferocidades (m). El tiempo y la distancia conllevan un desencuentro visible en los poemas, hacia el final de Síntoma leemos saldría a matar todas las ausencias / del mundo / hasta que vuelva / a estar llegada / y esta enigmática mujer, referida con esmero en cada verso del poemario, se convierte en todas las mujeres, en todas las ausencias.
Cronicario: más allá de la ausencia
Al igual que en Muriente, en Cronicario todos los poemas están dedicados, el poemario se divide en tres partes cronológicas que trazan la historia colectiva de compañeros de lucha desde 1975 hasta finales de la dictadura militar (1983), nos advierte Mirta Hillen en el prólogo a la primera edición, anexado al final de Hora Sepia.
En la primera parte el fuego de las armas y la muerte invaden los versos, la muerte ordena al fuego hacerse estampidos (2/armero de sueños). Las pizarras florecen de sueños, la muerte ordena y las luchas se parecen al caído. La poética de armas y muerte, de la lucha y el dolor y de la ausencia abren el poemario.
En la segunda parte la ausencia será lo que dejamos de ser (7/sentir), ¿dejamos de ser con ese otre porque ya no está?, ¿qué implicancias habitan en la imposibilidad de compartir? La enunciación pesa con cada muerte, no importa quién / tocó primero / la tierra / la muerte (…) / contestó / lloviendo / y de a uno fuimos caídos (11/prefacio de ausencias). Pero el peso de la ausencia se nivela con la amorosidad porque amar en horas de negrura / hace que morir tenga razones (12/llamantes).
Hacia la tercera y última parte de Cronicario la emboscada, los gritos, el frío, el pozo, la guerra y el silencio se suman al dolor y a las muertes, hombreándose corajes / abatiendo la noche y el pavor (21/el regresado).
Cómo leer estos versos sin que ese dolor nos punce, cómo leer sin cerrar los ojos para no ver el pozo, escuchar los gritos y caer con los caídos.
La metáfora como memoria, bitácora y arma
Hora sepia es una historia contada desde un imaginario de lucha, de exilio, de dolor, una memoria en partes que nos interpela inevitablemente, volviéndonos partícipes, como las víctimas, como los caídos, recuperando y actualizando a cada verso no solo el imaginario de la enunciación, sino de todes.
Para finalizar me gustaría dejarles la invitación a recorrer Hora sepia de Roberto Reynoso (2022), a realizar sus propias lecturas de Muriente (2020), Síntoma (2019), Cronicario (2017), Hundera (2015), Trasgrís (1999) y Olario (1982). Felicito a la Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán y a les editores por esta edición cuidada de la poesía de Roberto.
Selección de poemas:
Muriente a Luis Alberto Gómez Salas a manos de la pérdida o la muerte el animal de un país me significa dando patria en el debajo / sobre ocasos / bajo actos de pasión o pena nodal o preñeces de espanto / y según / las ausencias con que nombra silencios / sus tiempos de noche no duermen a la luz de los nuestros que muero
De fuego a Marcelo Martino escribir como un acto de fuego nos transcribe habitándonos del mundo urde la memoria de la voz consonando aromas de incendiar y aun / en palabras muriendo de espanto durante silencios / ateta a la belleza como un arma
i amor y muerte en consonancia / anudan con empiezos del fin / y son / lo cierto que nos ata / a contracaras que se rondan hiriendo de tiempo / durando con doler /
h en esta pasión / de amados a amantes somos la sucesión del mismo sueño que nos cruza hacia algún mañana irremediable / somos / en el incendio de adentrarnos vivientes de lo inmenso / / el destino ineludible que inventamos /
l hubiera sido inmenso / dulcemente / mirarla venida entre mi rumbo / a aún –después de la ilusión- dejándose sentir / haciéndose palabras sin escribirse en la nostalgia
m amarla / proponía criar ferocidades pero la necesitaba como se sueña con miedos / como incendio / como duele desde antes / lo que falta /
2 armero de sueños a José Teodoro Loto las armas nos aprenden el cuerpo los ángulos del alma los filos del dedo el ojo curvándose en el viento hasta que de noche y sitio con lógica de fierro la muerte ordena al fuego hacerse estampidos y se cumpla de negro y sea un hueco y se lleve consigo al que amansaba las llamas me refiero al armero de sueños a mi compañero de rayos al caído conmigo
12 llamantes a Alberto Martínez y Noemí Ramírez yo me rejunto a querer suficiente y soy su poco en suma ella en contratiempos que puede viene a ser de los dos y le soy y me es porque amar en horas de negrura hace que morir tenga razones de amor mismo hace sentires del parirnos del nosotros sin ataduras ni horizonte hasta el dolor
Roberto Reynoso nació en Tucumán en 1958. Es autor de Muriente (2020), Síntoma (2019), Cronicario (2017), Hundera (2015), Trasgrís (1999), Olario (1982) y Hora sepia (2022). Participó en la antología poética colectiva Los pájaros del polen (1986). Fue cofundador del grupo cultural Caminos.