Escenas memorables – El Séptimo Sello o jugar al ajedrez con la Muerte

No sé ustedes como pasaban sus recreos en la primaria, pero yo entre piyadita y 14 la perdí me preguntaba: si fuese una película, qué película sería. Y muchos años después, luego de sobrevivir a millones de platos de locro y múltiples injusticias, llegué a la conclusión que sería Det sjunde inseglet (1957)

Y no, no me ahogué cuando escribí el nombre de la peli, es de origen sueco (que esto sea un estandarte para los intelectualoides pretenciosos no le quita lo genial al film). Por estos lares se la conoce con el título de El Séptimo Sello, y comparte con este servidor el ser “aburrida” o reflexiva, melancólicamente trágica y de un humor inocente pero sobre todo en blanco y negro como este narrador.

  Primero tengo que declarar lo siguiente: Yo, Franco Caraccio, juro solemnemente sobre estas palabras que, siendo dueño absoluto de mi juicio, intentaré, luego de este artículo, de esquivar cualquier reflexión que tenga relación filosófica con la muerte en los trabajos venideros por los cuales cobro en sanguchitos de miga.

Esta decisión es meramente personal y no hay detrás una redacción obligándome con un chumbo en la frente, repito, es decisión propia y no hay ningún poder fático superior manejándome los pinceles que dibujan mis oraciones (guiño, guiño). En todo caso, al final de este escrito expondré las razones para mis fieles lectores que mes a mes me brindan cándidas oraciones de aliento como: “¡Escribí bien pezón!” o “Si te bañás como escribís, seguro te falta una sobredosis de lavandina”. A los demás, a los no lectores, solo les deseo que chupen limón.

Ahora sí. ¿Están listos para ponerse apocalípticos?

¡Sí capitán, estamos listos!

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Ajedrez – J. L. Borges

Nunca les recomendaría que vean El Séptimo Sello porque es una película de otra época y, si no sos muy fan del séptimo arte, es al pedo y sería casi una tortura. Básicamente en la peli “no pasa nada”, pero con la pandemia respirándonos sobre la nuca es aterradoramente contemporánea por lo cual solo explicaré fugazmente la trama:

Un caballero templario vuelve de las guerra de medio oriente para encontrarse de pechito con la peste de la edad media (¿les suena familiar?) y se encuentra con la muerte que quiere llevárselo a turucuto, pero como todo ser humano que se precie, el guerrero no tiene la más mínima intención de ir con “la güesuda” porque no sabe si dios existe ya que no hay pruebas de ello, pero lo que en realidad quiere decir es que no tiene miedo que el dios por el cual luchó no exista, sino que tiene miedo que no haya nada después, que es el primer terror de bienvenida a los que contemplan la existencia o se enfrentan a La Muerte (el personaje más comunista de la historia humana).  Entonces nuestro protagonista templario se aviva y le propone a la muerte jugar al ajedrez por su vida, lo que la muerte no puede evitar porque le encanta ese juego de hacerse cagar sin moverse. Inevitablemente esto trae la escena que menciono en el título, que más que escena es un fotograma hermoso y terrible (lo que hace brillar más su hermosura) que se repite al largo de la película:

Primer encuentro con la muerte

«El bien es una reflexión sobre el mal»

Anna – Possession (1981)

Mientras el caballero juega su partida contra la muerte, recorre la tierra devastada con sus compañeros viendo como cada ser humano enfrenta su propia muerte. No importa lo que te impulse      o en lo que creas o de quién es la culpa del “castigo divino”, eso a la muerte no le importa, no es su trabajo reconfortarte o aliviarte el terror. Su trabajo es solo llevarte para nunca más volver. Todos jugamos una partida con la muerte desde que nacemos, en la actualidad no hay casi escape a esa sensación en esta pandemia que vivimos. Todos somos el caballero tratando de entender o darle significado a algo que nos supera ampliamente, tratamos de jugar al ajedrez de la mejora manera que sabemos o que nos enseñaron. Ya sea centrándonos en nuestro rutinario y repetitivo trabajo para que nos brinde esa alucinación de sentirnos “realizados” o en la diversión frenética y animal de no pensar en nada. Hay muchas opciones más que podemos describir pero sólo estaríamos evitando lo inevitable. 

Tendrías que estar haciéndote preguntas más profundas sin temor a las respuestas. O contemplar a tu alrededor, quizás tengas la suerte del caballero de encontrar la respuesta y mutar esa cara seria del primer fotograma por la sonrisa del siguiente fotograma, porque reflexionar sobre la muerte es solo una reflexión sobre la vida misma. ¿Por qué vale la pena morir? ¿Por qué vale la pena vivir? ¿Estamos donde queremos? ¿Habremos sido la persona que queríamos ser para cuando nos lleven hacia el olvido infinito?

Enfrentar la muerte con una sonrisa es la firma de haber entendido algo de todo lo que nos es vedado.

Hasta aquí llego con el tópico de mi querida muerte por el momento. Me parece redundante hablar de la muerte en este contexto que nos toca vivir. Es como si en el mar los peces solo leyeran artículos de gente que se ahoga. Por lo cual intentaré que las próximas escenas sean de una índole distinta. Veremos que nos traen los viajes psicotrópicos o las consecuencias espirituales de ingerir alimento en dudoso estado de conservación. Por supuesto no sería yo sino les dejara bibliografía para que subrayen esa sensación hermosa de que la humanidad se va a la mierda así que pensé en cómo sería la banda sonora de El Séptimo Sello si se hiciese en la actualidad y quedaron estos temas:

The man comes around cantado por el genial Jonny Cash

The Future por Leonard Cohen

Y la genial versión del mismo tema pero en castellano por La Tabaré

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