Estábamos reunidos en la sala de ver televisión. Todos listos para escuchar la “gran noticia gran” que tenía para darnos nuestra querida alcaldesa de Villa Panchuqueta. Yo me había elegido el mejor lugar del mundo: arriba de la mesa, justo sobre la cabeza de tía Pocha, que estaba sentada en la reposera de la playa, en el segundo mejor lugar del mundo: al ladito del tío Luisito quien usaba como banquito una conservadora llena de latas de Coca; el lugar preferido de mi abuelo era un gran sillón verde de cien años ¡qué había sido de su abuelo también! Mi abuela estaba estrenado mecedora recién comprada. Mi papá en la alfombra peluda de oso falso. Mi hermanito sobre la panzota de mi papá, y mi mamá... ¿y mamá? ah! mi mamá todavía estaba en la cocina frente a la pochoclera esperando; cuando terminó de explotar el último maíz mi mamá se sentó en el medio de todos con dos ollas repletas de pochoclos calentitos. Ahora sí estabamos listos, justo a tiempo, a las ocho en punto para escuchar esa noticia híper súper mega archi importante que había anunciado nuestra alcaldesa a través de una mini cadena vecinal que interrumpió el noticiero de las doce y también la novela de la siesta, repitiendo la importancia de estar todos atentis a la noticia que daría a las ocho de la noche en la cadena larga vecinal. Toda villa Panchuqueta estaba en vilo en las casas o en los bares, a la espera de que saliera la querida Alcaldesa de Villa Panchuqueta por la cadena larga vecinal (y esta vez sí última). Nos abalanzamos sobre los pochoclos. Comimos y peleamos hasta que, de repente, apareció en la pantalla del televisor de veinte pulgadas, un atril con veinte micrófonos a la vuelta y la bandera nacional flameando atrás. No se veía a ninguna alcaldesa, entonces vimos que se movía el telón. La tela bordó se agitaba y se escapaban brazos y otras partes del cuerpo, “¡no quiero salir!”, se escuchaba a lo lejos, “usted es la señora alcaldesa, tiene que salir ya!”, “¡pero no quiero, no quiero y no quiero!”; entonces la gente empezó a aplaudir, silbar y zapatear pidiendo enojada que salga la alcaldesa, hasta que por fin salió de detrás del telón y, acomodándose el saco rayado, se subió al atril; en esos momentos todos comenzamos a aplaudir a silbar y a zarandear, felices porque por fin íbamos a conocer la gran noticia gran. Ante tanto barullo, mi hermanito, que no sabía hablar, gritó: ¡silencio en la sala! Y esas fueron sus primeras palabras; y, para sorpresa de todos, la alcaldesa también gritó: ¡Silencio en la sala! Tan fuerte que saltaron los micrófonos en una pata, haciendo un ruido tan agudo que casi deja sordo a todo el barrio, nosotros nos quedamos quietimuditos hasta que nuestra alcaldesa empezó a hablar de nuevo: ―¡Bueeeeenaaaaaas noooocheeees paaaaís!―saludó como siempre nuestra alcaldesa por las dudas la estuviera viendo todo el país―, ¿cómo están mis chiquitos? Hoy es una noche especial, como ya les anuncié, debo darles una noticia súper archi mega importante ―hizo un silencio y puso cara de suspenso, luego continuó―, por eso quiero dirigirme a todos y cada uno de ustedes: panchuquetos y panchuquetas. También a los chiliquinos, uruyinos, boligomas, brasoliyos, paragueros, venezopanes que habitan el suelito de Villa Panchuqueta…―entonces se escuchó una voz que salía detrás de cámara que le decía: ¡y los cubanitos! ¡y los guatemalotes! ¡y los salvadoritos! ¡y los mexipateros! ¡Y los! ¡y los! ¡y los! y así empezaron a salir un montón de gentilicios que nosotros ni sabíamos que existían, entonces nuestra alcaldesa revoleó los ojos y dijo: ―¡Shut up!, está bien… a toda persona que habite el territorio panchuquetero y no solo los de pura cepa, también, claro, a los de la China y los de la Conchinchina, también me quiero dirigir especialmente a los niños, niñas y ñoñis, a los jóvenes, las jóvenas y a los jovatos, a los mamíferos y mamíferas y también a nuestro floro y a nuestra flora y nuestra fauna y nuestro fauno, si, porque ellos también están involucrados en todo este lío…y en esta lía, silencio por favor, atentos, atentas y atentis a lo que les voy a decir, a usted señor, a usted señora, a toda cucaracha voladora, a todo bicho bolita, a todo bicho que camina, a toda vaca bailarina, a todo pez globito y toro viejito, ah! me olvidaba! a todos los gatiperritos también está dirigido este mensajito, aunque en realidad es un mensajote mensajoso, y ya, sin más prolegómeno voy a proceder a dar la noticia… pero antes, quiero que vosotros sepáis que lo he intentado todo y más, he intentado negociar, he buscado la ayuda a nuestros aliados los elefantes africanos, he solicitado al sudeste asiático la ayuda de su disco fino chino filipino; pero, debido a la magnitud de la fuerza a la que me he visto enfrentada, todas las ayudas me han sido denegadas. Ahora sí, queridos compatriotas y compatriotos, debo informarles que en las próximas doce orejas y treinta minutejos ―dijo y miró al suelo―, nuestra armoniosa, aromática y sabrosa Villa Panchuqueta será… De repente, a nuestra querida alcaldesa se le cortó la voz y se le llenaron los ojos de lagrimitas. Todos mirámos la pantalla con la boca abierta llena de pochoclos mal masticados y los ojos como el dos de oro a la espera de lo que iba a salir de la boca haciendo puchero de la alcaldesa, pero la alcaldesa empezó a llorar a moco tendido. Sacó un pañuelito del corpiño y se secó los ojos. Las lágrimas le salían a baldazos y el pañuelito estaba hecho una sopa. Se le acabaron los pañuelitos, pero no el llantito; entonces apareció el vicealcalde como un mago de atrás de las cortinas y le alcanzó un rollo de papel de cocina, pero la alcaldesa parecía que tenía dos caños abiertos en los ojos así que los terminó de empapar en medio minuto, entonces vino el ministro de economía y le pasó un paquete de cuatro rollo extra suave con aloe vera de papel higiénico, y la alcaldesa negaba con la cabeza y agitaba el cuerpo como cuando mi hermanito hace berrinche y empezó a decir: ―¡No, no y no! ¡No quiero, no quiero! ¡No quiero que nos invadan! Todos nosotros pegamos un salto, los pochoclos volaron hasta el techo y salieron por la chimenea, mi tío Luisito se cayó de su banquito y derramó toda la Coca. Mi abuela, que se había dormido, despertó asustada apuntando a la tele con su escopeta y a mi abuelo, en el sillón, le volvió a latir el corazón. Entonces la alcaldesa se limpió la cara llena de mocos y dijo mirando a los ojos de los cuarenta y cuatro habitantes de Villa Panchuqueta: ―Sí, mis queridos cuarenta y cuatro habitantes de Villa Panchuqueta, en las próximas doce horas y treinta minutos vamos a ser invadidos. Sí, invadidos por…nada más y nada menos que por los… ah! están ansiosos? eh? quieren saber? Y toda Villa Panchuqueta gritó: ¡siiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ―Ahí va. A la cuenta de tres ¡A la unaaa…a las dosss y a lasss… treees!: Villa Panchuqueta va a ser invadida por: extraterrestres!!! ―¡Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! ―gritaron los cuarenta y cuatro vecinos de la Villa, un “¡qué!” que se escuchó hasta en el barrio Cariñito, pero ahí no terminó todo porque cuando estábamos a punto de entrar en pánico empezó el ping pong de preguntas y respuestas de los periodistas; arrancó el primer periodista: ―Alcaldesa, Alcaldesa! aquí! aquí estoy abajo, abajito, aquí, disculpe, escuché bien o los extraterrestres van a invadir el planeta? La alcaldesa agachó la mirada para buscar al periodista, un enanito de cincuenta centímetros. Frunció la boca y miró al vicealcalde, después a los ministros y a los sindicalistas; todos tragaron grueso. ―Claro que escuchó mal! Pero, esto es inconcebible, por favor, preguntas serias! ―Es decir…―dijo la chica de la cafetería que estaba reemplazando al periodista que se había ido justo al baño― o sea que no van a invadir a la tierra? Van a invadir solo a nuestra armoniosa, aromática y sabrosa villa? ―Qué hablo en arameo acaso? No lo puedo creer ―renegaba la alcaldesa― claro que van a invadir solo a nuestra armoniosa, aromática y sabrosa villa Panchuqueta!, sola, solín, solita; está claro ahora? ―Pero por qué!? ―gritamos los cuarenta y cuatro vecinos de la villa. Entonces la alcaldesa hizo un largo silencio y todos empezaron a preguntar, que por qué, por qué solo a Villa Panchuqueta; el camarógrafo y el camarista preguntaron, por qué?, los vecinos preguntaban. por qué?, una china preguntó, y pol qué?, hasta que mi hermanito preguntó, y por qué? Y esas fueron las segundas palabras que dijo, y entonces la alcaldesa muy alterada agarró los micrófonos que no paraban de saltar en una pata, los juntó a todos como un ramo de malvones y gritó tan fuerte que la escucharon hasta los extraterrestres que seguían su cadena larga y última vecinal allá por la espiral galaxia Espiralita Espirulinoide. ―Qui pir qui, qui pir qui nisitris?! ―dijo la alcaldesa como burlándose de nosotros―, eso mismo le pregunté yo a esos salamines con patas…―entonces carraspeó e imitó una voz toda solemne con la que le había preguntado a los extraterrestres―: Señores extraterrestres, se puede saber por qué nosotros?…Estados Unidos los vive provocando con esas películas en donde siempre pierden…por qué no Japón o Rusia, Europa…o a todo el planeta ya que están, a todos o a ninguno. Saben lo que me respondieron? Todos atentos esperamos y esperamos hasta que la peluquera del ayuntamiento gritó desde el fondo: qué le dijeron señora alcaldesa!? Y la alcaldesa, que no podía ir del punto A al B sin pasar por todo el abecedario, empezó con la historia: ―Resulta que estaba sentada en mi escritorio a las nueve de la mañana tomando mi mate cocido con vainillas cuando de la nada me aparece el capo de los extraterrestres y me cuenta sobre su proyecto de invasión a la nuestra querida villa; entonces, cuando terminó de hablar después de dos horas y media, le pregunto: señor capo espirulino, por qué nosotros? a qué se debe tan tremendo honor? ―Y…mire señora alcaldesa ―me dijo el extraterrestre―, lo que pasa es que… ustedes son muy, como decirlo… invasibles. Solo por eso, vio, además de sabrosos, claro. A mi papá se le cayó el chupetín de la boca, a mi abuelo el burbujero, a mi abuela el sanguche de milanesa y a mi mamá el habano cubano. Todos con la boca abierta nos quedamos mudos hasta que la alcaldesa reaccionó y prosiguió: ―Bueno, que no panda el cúnico, no pasa nada. Solo tienen que guardar sus juguetes preferidos en una bolsa y correr! correr por sus vidas! También pueden trotar, trotar lo más rápido que puedan! los viejitos pueden caminar ligerito, los niños corretear, y las pelotas rebotar, pero tiene que ser ya!, no quiero ponerme pesimista, pero, si no lo hacemos…―la alcaldesa se aclaró la garganta para decirnos que: todos íbamos a morir! Entonces vino el Jefe de Gabinete, la tomó por los hombros, le dio dos cachetadas y la ubicó de nuevo quietita en el atril. ―Disculpe, alcaldesa, y los dragones? Por qué no ofreció los dragones? ―preguntó el Ministro de Educación. ―Sí, por qué? ―preguntamos todos. ―Si lo hice ―dijo la alcaldesa bajando la cabeza avergonzada ―cuando les ofrecí a Pipi y a Flopi se enfurecieron aún más porque…eran sus hijos! Si, los dragones eran hijos de los espirulinos, entonces se enfurecieron aún más y ahora sí tenían un verdadero motivo para invadirnos y entonces yo le dije que los dragones eran míos, que yo me los había encontrado en el glaciar Perito Moreno muertos de frío y me los llevé a Mar del Plata para que tomen sol y los dragoncitos decían que si con la cabeza, pero a los espirulinos no les gustó nada igual y ¡chacate! me los arrancaron de los brazos y se los llevaron.. La alcaldesa se largó a llorar de nuevo, pero esta vez ya no había papel higiénico y se secó con las cortinas presidenciales. En eso estaba nuestra alcaldesa cuando de repente se cortó la transmisión, la pantalla del televisor se puso negra y empezó a hacer un ruido muy fuerte, casi que nos explota los tímpanos, entonces a mi mamá se le ocurrió que nos tapemos las orejas los unos a los otros: mi mamá le tapaba las orejas a mi papá, mi papá a mi abuelo, mi abuelo a mi abuela, mi abuela a mi tío, mi tío a mi tía, mi tía a mí, yo a mi hermanito y mi hermanito a mi mamá, pero pobre tenía las manos muy chiquitas, así que tuvimos que empezar de nuevo; en eso estábamos cuando encima también se cortó la luz de la casa ¡y de todo la villa! No se veía nada abajo, pero arriba estaba lleno de estrellas de todos los tamaños, hasta se veía a Venus y a Marte y a la luna, la luna estaba redonda y amarilla y cada vez se hacía más y más grande, pero, cómo? La luna no se hace grande y chiquita como una bombita de chicle, se estaba cayendo! la luna se estaba cayendo! Parecía que nos iba a caer en la cabeza, entonces empezamos a correr a la vuelta de la manzana, pero la luna seguía cayendo y acercándose más y más, hasta que estuvo a punto de aplastar el techo de la iglesia, pero no, quedó suspendida, quietita ahí arriba nuestro, todos quedamos paralizados con la boca abierta esperando a que pase algo horrible, ¡pero no!, pasó que la luna se encendió, ¡sí! Se encendió como un televisor y apareció en la “pantalla” el capo de los extraterrestres espirulinos subido arriba de dos atriles porque era muy petizo y con cincuenta micrófonos alrededor, todo la villa entró en pánico, gritaban y corrían como en un hormiguero recién aplastado, entonces mi hermanito grito: ¡silencio en la sala! Y esa fue la tercera vez que habló en su vida, e inmediatamente el jefe extraterrestre agarró los cincuenta micrófonos como un ramo de tulipanes y gritó con voz de ardillita: ―Silencio en la sala! Y ahí si nos quedamos todos quietimuditos horrorizados por su fea voz. ―¡Buenassssss nochesssssss paisss! ―gritó el espirulino―, escuchad feos humanos, pronto van a ser eliminados para siempre gracias a la lluvia de rayos láser que les va a caer en la cabeza y hacerlos polvillo, van a desaparecer sus caras, sus cuerpos, sus casas, sus patios, sus calles, y toda esa basura que no sé para qué sirve…pero antes los vamos a subir al súper disco chino fino filipino, que le robamos a los asiáticos, para marearlos hasta hacerlos vomitar A JAJAJA A JAJAJA ―y se rió de una forma muy macabra, o eso intentó el pobrecito porque no le salió para nada, y nosotros nos conteníamos para no reír, hasta que mi abuela no pudo más y largó una carcajada con de bruja cachavacha con lagrimitas en los ojos y me dio una gracia que no pude aguantar y me empecé a reír con hipitos sin sospechar que también podía contagiar la risa a don Leopoldo, que estaba al lado, y así la carcajada se fue esparciendo como el virus de la gripe, hasta que al final toda Villa Panchuqueta se desternillaba de la risa porque nadie podía tomar en serio al pobre espirulino tan chiquito y con esa vocecita. ―Shut up! ―dijo el espirulino enojado al ver tamaña deshonra y continuó con su discurso―, todo eso hubiese dicho si todo hubiese seguido según el plan, pero no, nada puede salir redondito en esta vida…así como lo escuchan, manga de suertudos…no van a morir hoy, todo porque los niños extrañan a su “mami” ―dijo haciendo las comillas con los dedos―, ¡Si!, los dragones extrañan a su vieja y fea alcaldesa, están insoportables, no paran de llorar e incendiar a todo el que se le cruza, ya perdimos cien mil solados y tres policías en dos horas, y no se los puede controlar…así que no he visto otra solución que… casarme con su alcaldesa y así poder vivir todos felices y contentos… En esos momentos apareció, en una pantalla más chiquita, la alcaldesa que escuchaba desfigurada desde su atril, con los ojos dados vuelta, diciendo no, no y no con la cabeza, y entonces empezó a gritar a llorar y a patalear, a decir que no se quería casar, que todavía era muy joven y que el espirulino era muy feo, hasta que vio aparecer por el techo a dos espirulinas vestidas a lunares que la tomaron de los brazos y la empezaron a levantar por los aires, la alcaldesa seguía gritando que no quería casarse hasta que se le acercó el Ministro de Hacienda y, antes de que estuviera muy alto, le susurro algo al oído, entonces la alcaldesa se calmó y se fue derechita con las espirulinas. De repente la pantallita desapareció y la luna puso en primera plana al capo espirulino vestido con smoking esperando a la novia, alguien puso la radio con la marcha nupcial y apareció nuestra alcaldesa vestida de blanco con una cola de tres metros y un velo que le tapaba la cara, cuando estuvieron frente a frente, el espirulino le llegaba a la rodilla y le pidió a su futura esposa que lo alce y lo siente en su hombro como un loro; entonces se dieron cuenta de que no había un sacerdote para que los casara, y oh casualidad, el párroco Jacinto, que estaba a la parcita mía, levantó la mano y se ofreció para casarlos, yo le dije que era la tele , que no lo podían ver, ¡pero me equivocaba!, el capo espirulino si nos podía ver así que mando un rayo teletransportador y en medio minuto estuvo con ellos listo para casarlos: ―Alcaldesa de Villa Panchuqueta del cono sur del planeta Tierra de la vía láctea, acepta por esposo al capo espirulino de la galaxia Espiralita Espirulinoide? ―dijo el párroco Jacinto. ―Este… ―dudó la alcaldesa. Diga que sí! gritamos todos. ―Bueno, está bien, todo sea por ustedes mis queridos cuarenta y cuatro vecinos de villa Panchuqueta: Si, acepto! ―gritó la alcaldesa levantando al capo espirulino como un trofeo. Nosotros ovacionamos, gritamos, saltamos, zapateamos y zarandeamos, felices y contentos; de repente largaron la luz y todo el barrio se iluminó, se empezó a llenar el cielo de platos voladores de todos colores que estacionaron en los techos de las casas, hasta vimos al súper disco chino fino filipino que puso música disco sideral desconocida pero muy divertida y se armó un gran jolgorio que duró hasta las seis de la mañana sin parar, cuando se hizo de día, aparecieron Pipi y Flopi volando sobre nuestras cabezas y lanzando llamas al cielo, y no saben a quienes llevaban encima, ¡sí! a sus padres, la alcaldesa piloteaba a Pipi y el espirulino a Flopi, entonces la alcaldesa nos saludó a todos, nos tiró besitos y nos gritó desde lo alto: ―Adiós, mis chiquitos, nos vemos pronto, besis a toditos mis pachuquetas y panchuquetes! Nos vamos de luna de miel con mi chuchu espirulino lino lino! Y diciéndonos adiós cuál reyes de Inglaterra, desaparecieron en el horizonte.
María S. Diaco nació en San Miguel de Tucumán en 1987. Es Técnica en nutrición, escritora, librera y se encuentra cursando la Licenciatura en Letras en la UNT. Publicó en diversas antologías a nivel local y nacional. Entre los reconocimientos obtenidos se encuentran: 1° premio “1°Concurso DE CUENTO Y POESÍA Manolo Serrano Pérez (SADE), Tucumán, categoría cuento, 2016; 1° Premio concurso Leopoldo Lugones, categoría cuento, Tucumán, 2018; Premio Payró de cuento, Mercedes, Buenos Aires, 2018; Selección en antología internacional Los libros de Charly, San Luis, 2018; selección antología “Narradoras del NOA”, Falta Envido Ediciones, 2019.