Las “Casas Remotas” de narradoras contemporáneas del NOA

Grata noticia cuando el equipo editorial de Falta Envido Ediciones me comenta que están llevando a cabo el proyecto de una antología de cuentos escrita por mujeres que tienen su origen, viven o están radicadas en Tucumán y en el NOA. Me produjo una satisfacción enorme enterarme de esta labor de antologar narrativa breve en la voz de mujeres, a partir de una idea y selección de Zaida Kassab.

El resultado se pone en evidencia a través de un grupo de escritoras nacidas alrededor de los años de 1980, y hacia finales del siglo XX. La antología está constituida por un total de doce cuentos, entre los que se puede advertir la diversidad temática y los modos de construcción de los mismos, los que hacen un recorrido por las rutas de la realidad, sostenidos en un marcado verosímil, o en las adherencias del intimismo, con tonos testimoniales, o bien, mediante la ambigua intervención del absurdo y el difuso discurrir temporal.

Entre estos cuentos encontramos la modalidad de relato de costumbres, apelando a formas de la lugarización y de ciertos hábitos propios de la “zona” que evidencian una voluntad de representar la realidad como ocurre en “Cantos de despedida y reencuentros” de Lourdes Albornoz, donde se relata la muerte, los velorios y los cementerios en los Valles Calchaquíes, localizaciones mucho más marcadas que en otros textos donde las historias que se narran tienen una incidencia en lo real con pretendido exceso realista como sucede en “Soplar la vela” de María José Bovi; o, en otros,  un grado de ambigüedad lograda que conduce a una especie de “desrealidad”, caso de “Sin dormir” de Diana Beláustegui.

Estos primeros textos que menciono son abarcadores de lo que la antología selecciona, posibilitándome mostrar cómo se ha construido un mapa antológico, dado que lectoras y lectores se podrán encontrar con una variabilidad de propuestas estéticas que conforman un puente donde parecen hamacarse formas del realismo tradicional con un nuevo realismo, o un realismo “de nuevo” que no se agota, sino que se expande a múltiples posibilidades para enfocarse desde un proceso heterogéneo, —creo que es el propósito de la antóloga— donde los elementos disímiles suponen la imposibilidad de asimilar una única línea en el campo literario/narrativo del NOA actual.

Lo que la antología nos ofrece, es precisamente lo múltiple; contornos de una geografía escrituraria que si bien, se une por escritoras de una misma generación o de generaciones próximas, ofrece zonas de distanciamiento que muestran la libertad de estéticas a través de fronteras indecisas que afectan —para bien— la noción misma de realidad, donde, por momentos hay un marcado exhibicionismo  de realidad que apela a fortalecer el verosímil como ocurre en “Un día de diez mil personas” de Melisa Ortiz, o, de lo contrario, la búsqueda del tono intimista , mediante el que acontece una narrativa del desamparo, donde se trabaja un realismo desencantado y agobiante en “Un hueco de piel desgajada” de Pamela Zamora Bevaqua.

Lo real desde su óptica presente narra prácticas socioculturales; conceptos que rondan alrrededor de estas voces para representar códigos culturales persistentes, en los que la imagen corporal se tensa con otros formatos de figuras que dañan emocionalmente las transformaciones en los cuerpos, contrarias al canon cultural femenino predeterminado por la sociedad; cuerpos padecientes ante la fuerza de los mandatos sociales; o los efectos de las mascaradas del Facebook que muestran una vida ficticia, camino a un comportamiento humano desleal, tanto que María Soledad Bustos le hace decir al  personaje de “Cervecería artesanal”: “pienso en el hecho innegable de que mi cuerpo ya no va a ser el mismo”. ¿Cuál es el cuerpo que debe ser?

El descontento con la sociedad se manifiesta también cuando Paula Bustos Paz en “Diesel” representa formas del consumismo social y, además, en un  tono irónico que apela a la crítica, plantea las crisis de la vocación y las dificultades en el campo laboral de un presente en el que hacer es subsistir sin placer. Son narraciones que suministran el descontento con fórmulas del realismo, algunas revisitadas, pero todas manifestándose a través de representaciones actuales de la sociedad.

En el cuento de María Silvia Diaco, “Peor que él” se desnudan las hipocresías de clase; la narración deduce, muestra irónica y paulatinamente cómo la ética y la moral no son bienes preciados de la burguesía, sino, por el contrario, están ausentes o solo son máscaras que como en el cuento, en algún momento caen para definir a las personas carentes de responsabilidad y solidaridad social; los “inmorales” no son precisamente aquellos sujetos que como el “albañil” pertenecen a  las clases bajas, sino, también, aquellos que forman parte de una clase media asistida y formada en diferentes niveles de la educación. Cercano a estas problemáticas, Lucía Rosario Lastero en “El valor de los buenos amigos” resuelve la historia en una tremenda paradoja; se mezcla y confunde el concepto de valor, de ética y de moral ante el acto traumático de matar y después morir a fin de ¿lavar culpas? Dentro de esta categoría de ética y moral personal y comunitaria, se advierte la construcción de un personaje que en “Jaro” de Deborah Barrionuevo, representa al pusilánime; ante las vicisitudes de la vida, se paraliza, un sujeto medroso, dependiente y hasta cobarde que se deja vencer ante la adversidad y la traición. El relato construye los diferentes rostros de los sujetos frente a la experiencia.

Mientras en “Reminiscencia” de Mónica Gray Almonacid, el tratamiento de la temporalidad es el quid de la cuestión; cruces de días y de tiempos parecen andar por un destiempo; el personaje se adentra en los recuerdos y pierde el sentido de la realidad próxima, de la que habita. Acaso, pasado y presente se miran o se valoran de otra manera, tanto puede ser así que la narradora dice que “lo nuevo no es el paisaje sino mirar con nuevos ojos”. Esta cita me permite hacer enclave  en la diversidad de propuestas y de formas que componen la antología, para manifestar que hay modos narrativos que exacerban el verosímil; otros textos como el de Beláustegui, no se oponen a él, pero lo corroen a conciencia, con una ambigüedad al límite con el absurdo; otros alteran, perturban la realidad en el cruce temporal difuso, otros someten a  sus personajes al despojo, a la exposición intimista, a la banalidad o al erotismo que socava, trastoca las experiencias de vida, utilizando modos del lenguaje rozando lo grotesco. 

A modo de planteo general, muestro un mapeo de lo que ocurre en estas “casas remotas” con un grupo de escritoras que se posicionan desde los márgenes, las que dentro de sus “casas”, desde el interior de las mismas por donde pasean y observan el mundo mediante su escritura, están a la búsqueda de lo propio, con climas, más o menos opresivos, o, más o menos críticos e irónicos en relación a lo socio/cultural como ocurre en “Triángulo” de Luciana Lázaro, pero todas, buscan su ritmo escriturario, trabajan a su modo el interior de sus casas en busca de su propia identidad narrativa.

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