LA POÉTICA DEL FÚTBOL

El 13 de diciembre la Scaloneta consiguió alegrar a miles de corazones.

Podría aprovechar este espacio para hablar de textos literarios donde el fútbol marque la cancha, como los de Fontanarrosa, Galeano, Soriano, Sacheri o Caparrós. A pesar de eso, así como elijo creer en esta selección, elijo escribir sobre lo que provoca en mí, porque las chicas también gambeteamos con las palabras y podemos escribir sobre fútbol. 

Hablar sobre lo que este deporte significa en mi vida messirve; quizás porque, como Galeano, siempre quise jugarlo, pero la falta de talento y el contexto hicieron que tenga que dedicarme a otra cosa, como la docencia.

Desde chiquita veo fútbol con mi papá y a lo único que lo vi jugar con mi hermano fue a la pelota. Mi Tata fue uno de los fundadores de un club en su pueblo y en los 90’ por primera vez vi a mi abuela -esa mujer tan culta y académica- llorar por Maradona.  

En este mundial la cábala familiar cambió. Mi hermano lo ve solo; mi hija y yo, en casa. Mi mamá escucha los partidos por la radio porque su pasado antimessi la condena, pero sufre unos segundos antes que el resto, como toda madre ante cualquier agonía. Mi padre, hincha fanático de Boca, celebra los goles de Julián Álvarez y rompe con otra grieta, como con el amor que se tienen con mi madre, donde no importa si uno es radical y la otra, peronista.

La cancha hoy es otro territorio de conquista de las mujeres y no sólo de aquellas que juegan. Que todavía falta más equidad, por supuesto; sin embargo, quiero creer que algo está cambiando para bien. Por primera vez en la historia, hubo mujeres dirigiendo el Mundial, mujeres relatando partidos, una madre marroquí bailando con su hijo en el campo de juego, mujeres que opinamos sobre fútbol y no obedecemos si nos mandan a lavar los platos, mujeres a quienes pareciera ya no tratárselas de “botineras”, sino que desde un palco apoyan a sus compañeros y estos desde esa pradera ya no olvidan levantar la mirada y el puño para agradecerles por el aguante. También reaparecimos las brujas y esta vez no para ser quemadas. Sofi Martínez fue la única periodista que, al terminar el partido de semifinal, no preguntó tanto, simplemente y con total entereza hizo lo que muchxs quisiéramos hacer: agradecerle a Messi por regalarnos tanta alegría y por lo bueno que genera, especialmente en las infancias.

El Dibu permitió hablar de la importancia de la salud mental, lo cual también nos habilita para hacer hincapié y repetirles a las nuevas y viejas masculinidades que fuera de la cancha también es válido llorar y que la ternura siempre gana. 

No sé qué pasará en la final, pero elijo creer que algo está cambiando: mi amigo ya no es mufa, mi amiga entiende lo inentendible que generan esos veintidós hombrecitos corriendo detrás de una pelota, mi mamá reconoce la magia de Messi y mi hija, que tantas veces me vio llorando de tristeza o impotencia, ahora me ve llorar de alegría. 

Quien tiene la maña de buscar poesía en lo cotidiano siente que, tanto en el fútbol como en la literatura, la jugada inolvidable es la que conmueve por su belleza. Toda magia se esfuma cuando se la intenta explicar. Aquí sucede algo similar: el fútbol y la poesía no se explican, se sienten.

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