Ediciones Patagonia Escrita, desde la colección Todos Cantan, publica en 2018 el poemario de Diego Rodriguéz Reis: La anchura y la llanura; poemario plagado de extensiones poéticas que nos señalan las posibles dimensiones del tiempo, de lo invisible; de lo que no se dice, del silencio, de la soledad; extensiones del espacio, de lo inabarcable.

Podemos leer La anchura y la llanura de Reis de forma aislada, tomando cada uno de los treinta y cuatro poemas como piedras únicas, inconexas y encontrarnos (inevitablemente), en el avance de cada palabra, con conexiones. Hay “sol” en la poética de Reis: “del otro lado del sol / del lado de la luz / infinitas partículas / viajan cósmicamente” (Cortocircuito: 21), que es como decir que hay luz “porque su luz / póstuma diferida / sigue viajando en el tiempo” (Para las casas: 31), luminosidad, fuego “a veces / un crepitar suave / de ese fuego sin fuego” (Tardecer: 19), será acaso el fuego de la palabra?, o lo que debemos verdaderamente descubrir es qué es lo que está iluminando?
No existen fórmulas perfectas para habitar en la experiencia de la lectura poética. Existen, sí, precisamente eso: experiencias. Ahora esta se extiende desde el autor al sujeto lírico y desde allí a nosotres que leemos la experiencia desde la experiencia misma. Y por momentos en la poética de Reis es la experiencia de la extención del sol en la mañana, en la tarde y en la noche:
Hijo del sol A dónde vas hijo del sol tan temprano voy buscando a tientas la mañana pedaleando sábanas qué sabés de la mañana hijo del sol voy abrázandola antes de alcanzarla del sol somos hijos todos todos somos hijos de la luz del sol a dónde vas voy siguiendo la tarde buscando el sol hacia el eterno oeste para nacerlo mañana qué pensás hijo del sol de la tarde la tarde es la mañana sin sábanas qué hacés las manos cóncavas en mitad de la noche hijo del sol detengo la vida que pasa
Hijo del sol que parece iluminar la extensión del espacio con “la vista larga / para el lado de la tranquera / trescientos metros allá adelante / sin dejar de pensar”, para esperar sin esperar, “para querer sin nombre”, muy a lo Reis, esta falta o carencia que implica la preposición es natural en su poética: “hombre sin cigarro”, “tu vestido sin mangas”; estamos ante otra extensión, la de lo invisible, lo que no se dice, lo que no se ve, un “dios a pie / en la llanura / invisible a sus anchas” (Invisible: 57).
A medida que las extensiones van delimitando su tiempo, espacio y estadía (la soledad abarcadora) llegaremos a las tres instrucciones poemas que el libro nos regala, (1) instrucciones para crear herramientas para volar; (2) instrucciones para reparar (con herramientas de la poesía); y (3) evitar (lo más importante) la extensión del silencio, porque “los silencios / resbalan / escinden” (Últimas instrucciones: 82).
Invito a leer La anchura y la llanura de Reis y conocer estas extensiones, les dejo con unos versos que se alojarán en mí por un buen tiempo: “crear / es lo más parecido a creer” (Mapas mentales: 34)