Textura y entramado en Preso Común

En el mes de mayo Falta Envido Ediciones lanzó la Serie Homenaje a Eduardo Buby Perrone publicando la primera de cuatro novelas del autor maldito. Esta vuelta al ruedo de uno de los autores más buscados implica una marca en el campo cultural no solo local, sino de la región y del país. 

“Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo

van por la tenebrosa vía de los juzgados:

buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,

lo absorben, se lo tragan”

Las cárceles – Miguel Hernández

El 12 de abril de 1940, en la Estación Muñecas y en el seno de una familia trabajadora, nace Eduardo Perrone, Buby.

Desconoce aún que en sus días futuros la cárcel será el lugar de paso que marcará a fuego su historia, su mirada y su propio cuerpo. De ese paso resultará su primera novela.

Preso Común, su ópera prima, data de 1973. Hoy, a cuarenta y ocho años de su publicación, es reeditado en su provincia natal por Falta Envido Ediciones luego de un arduo trabajo de recuperación y puesta en valor.

La obra está en nuestras manos. Nos sumergimos en ella. Recorremos sus páginas, la exploramos. Cuenta con una dedicatoria, dos epígrafes —enfrentados por oposición, aluden a la tortura y funcionan como ejes textuales— y cuatro partes: “De los tribunales a la jefatura de policía”, “La cárcel de Villa Urquiza: la muerte fácil”, “Peregrinación por las comisarías” y un “Apéndice”. Desde este simple vistazo a vuelo de pájaro podemos ya trazar un mapa en donde anticipamos la que será una larga y penosa travesía por varios destinos para nada agradables. A su paso la novela nos develará tanto el reverso de una justicia que no es tal, como las deficiencias de un sistema carcelario estatal donde orbitarán, en torno al personaje, la corrupción, la violencia y la desilusión.

Las marcas de un tiempo y un espacio determinado en la novela son claras: San Miguel de Tucumán en el período comprendido entre el 24 de marzo del 69 y el 08 de octubre del 71. Ese espacio abierto —la ciudad— a su vez contiene otro cerrado: la cárcel, nuevo mundo de adaptación, aprendizaje y sufrimiento en el que el personaje debe insertarse sin opciones. El presidio, como mundo otro de reclusión y castigo, sigue reglas particulares y estratificaciones sociales propias que abducen a los recién llegados.

Preso Común devela cada vez más su textura y entramado.

Autor, narrador y personaje se identifican en una sola entidad, el rasgo autobiográfico se impone de manera sustancial. El sujeto toma posición y lo hace desde una postura ideológica, desde allí empezará a construirse y a configurar la historia desde el lenguaje, desde la escritura. No podremos separar a este sujeto del texto mismo, ni de la sociedad de la cual emergen ambos.

La escritura se concreta desde un espacio cerrado y de opresión: la cárcel, lugar este que es un pasaje en sí mismo, canal de mutación material y simbólico; quien ingresa lo atraviesa y es atravesado para emerger, pasado un tiempo, con y desde otra condición. El autor-narrador-personaje es un hombre común, ingresa para ser un preso común; recupera la libertad para devenir en un sujeto marcado por el penal que portará hasta el fin de sus días un estigma personal y social.

Perrone se identifica así con el preso común y de esa forma se aleja del preso político de esos años, a la vez esta calificación funciona como una advertencia del autor, nadie está exento de entrar a la tumba, todos podemos caer en el mismo lugar sin culpa ni cargo.

El tránsito y la escritura que de este pasaje carcelario se desprende se graba en el cuerpo, Perrone entreteje este alegato catárquico a modo de bitácora a fin de limpiar su buen nombre, para ello conduce al lector a lo largo de las páginas para que este tome posición y que la misma le sea favorable.

Esta escritura corporal es a la vez un dispositivo de recuperación de la memoria, en esto hay dos puntos a considerar que no son menores; por un lado el cuerpo en la escritura, la puesta en escena del mismo y su mutación en palabra; por otro lado la memoria que ya no solo es personal, sino también de toda una provincia y por expansión de un país. En este trabajo de recuperación nominaliza a otros personajes, los saca de las sombras y les da entidad, se detiene en la historia de cada uno, es un informe cronológico que adquiere veracidad. 

Buby escribe posicionando la mirada desde el adentro, no es la contemplación exterior. Escribe sobre la marginalidad desde la marginalidad misma que implica el acto de puesta en palabra desde el penal. Preso Común es una novela de denuncia con un lenguaje crudo, marca una ruptura y sitúa a la obra en fronteras que se van desdibujando para abrir paso a otras formas y que estas puedan ingresar: ya no solo será novela de denuncia y autobiográfica, sino también crónica, testimonial, policial, novela de lo urbano y lo marginal donde se inserta hasta el texto legal mismo. 

El habla cotidiana, las descripciones del lugar, la jerga, los usos y costumbres presentes son características del realismo a la vez que el frío, el alcohol, la suciedad y lo escatológico darán paso al naturalismo.

El discurso legal, ya en el último tramo, sirve como dispositivo de parodia y ridiculización de quienes administran la ley. Se transcribe “como” si fuese un texto legal, lo autobiográfico se ficcionaliza. A su vez, el apéndice final no puede ser omitido por el autor, este largo alegato emprendido necesita mostrar —ya no solo demostrar, debe verse— que la absolución es oficial, que está certificada. El papel y la palabra escrita son las que limpiarán el buen nombre, este supuesto —que es puesto en duda como reflexión final del personaje— es deconstruido en la segunda novela del autor: Visita, francesa y completo. Gervasio –el personaje principal de esa novela–, con su honor restituido en un fallo que tiene en mano, se encuentra y choca de frente con el muro invisible de la sociedad hipócrita que lo excluye. Hay un hilo conductor entre las novelas de Perrone que es evidente, a la vez que hay una mayor conciencia del trabajo de la escritura y de la construcción ficcional en la misma. Las mutaciones de Perrone lo van transformando, un hombre común que es detenido y que, por su condición de preso bajo una falsa acusación, deviene en escritor.

Preso Común se reeditó más de seis veces en tiradas considerables que lo volvieron en su momento un éxito. Fue leído más por aquellos que estaban fuera del círculo hegemónico de la cultura. La dictadura y su manto nefasto se llevaron puesta esta obra, como a tantas otras, a un rincón de sombras. Desde allí, desde esa periferia, desde esos márgenes, las élites no le permitieron el ingreso al centro. A la vez que era silenciado e invisibilizado, con el pasar de los años, un gran número de lectores buscaban la obra de Perrone, la rastreaban para encontrar algún ejemplar perdido. No es de extrañar, Preso Común es una mutación de estados para el lector, pasará de la rabia a la risa, de la repulsión al llanto. 

Buby Perrone terminará sus días en el vagón abandonado que estaba emplazado en calle Bernabé Aráoz casi Crisóstomo Álvarez, un 18 de julio de 2009. El invierno lo atravesó y encontraron su cuerpo junto a las vías.

Preso Común abandona la periferia y es vuelto a poner en circulación en una Serie Homenaje que contendrá cuatro de sus novelas. Su literatura vuelve a las calles y ese hecho, más allá de todo análisis, es un motivo para celebrar.

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