En el mes de septiembre de 2017 se realizó, en la provincia de Tucumán, el I Festival Intergaláctico de Escritores-Oficial- (FIDEO) organizado por el Colectivo esCuchara. En esa oportunidad pude realizar una entrevista al escritor Osvaldo Bossi, comparto con ustedes parte de la misma.
ZK: Qué pensás sobre las diversas formas de publicar y cómo ha venido mutando esto en los últimos 30 años, teniendo en cuenta las redes sociales.
OB: Ahora es mucho más sencillo de publicar, el desafío es otro. Antes había que pasar por una editorial y sus caprichos y si se decidía a publicarte, hablo de mediados de los 80 cuando todavía ni existían las computadoras y se dependía de los editores hasta en el armado de las páginas, eso implicaba una dificultad. Tenía su parte buena y su parte mala, su parte buena es que no se publicaba todo, vos tenías tiempo de arrepentirte, en ese lapso de tiempo que se tardaba en publicar podías pensar: esto no vale la pena publico otra cosa. La parte mala es que quedaron afuera muchas cosas que hubiese sido bueno que se publicaran en su momento, se convertía así en una especie de elite. Después cuando empezaron a aparecer las editoriales independientes y las otras publicaciones, ya no se tenía que pasar por una editorial importante para publicar un libro, lo malo es que tenés demasiado acceso y ahora sos vos el que tiene que decir que no, puedo publicarlo mañana o esperar, corregir el texto. Que uno sea el dueño de ese tiempo está bueno. Yo les digo a mis alumnos en el taller que no se apuren en publicar todo, que no manden todo por internet , que no dejen en ningún cajón un texto secreto para corregir o trabajar, porque eso implica una relación con la escritura más personal, mas intima, que no está signada por la demanda, yo sé que cuando llega la noche en algún momento voy a encontrarme con un texto, voy a poder trabajarlo, pero, si yo puse todo para afuera no tengo nada, entonces, me abandonaron hoy. Si lo poco que tenía que era un vínculo conmigo mismo, ya lo entregue, a donde voy? Este trabajo es más que nada mantener un encuentro con la escritura, una comunicación diaria, intima, de error y equivocación, de tomar apuntes y trabajar, como un lugar de encuentro con uno mismo, no el poema terminado o el poema publicado, porque después de eso que hay? Ya está, ya pasó. Vos publicás un libro y al otro día es como todos los días, ya está, esa fantasía se terminó. Las personas también deben hacer eso, guardarse algún secreto, cosas que se tienen con uno mismo nada más, no tiene porqué todo ser dicho, los niños tienen secretos y son encantadores.
ZK: Cuando escribís, que te pasa internamente?
OB: Cuando los estoy escribiendo soy absolutamente feliz, porque por fin di con algo que me arrebató, que hace que haya un poco más de sentido,. Disfruto mucho el momento de escritura. Son periodos de mucha intensidad que los escribo de una sola vez, la primera versión de una novela es de un mes, mes y medio, escribo mucho y todos los días, después lo corrijo, después tengo un largo periodo que no escribo nada. Estás todo el tiempo pensando en eso, cualquier cosa que ocurra te revela algo del texto, estas en un estado de alerta muy particular. La paso muy bien y trato de conectarme mucho, le decía a un amigo que trataba de crear condiciones en mi vida en donde no hubiese tantas dificultades, cuando uno es joven le da demasiada importancia a la desdicha, cree que ser desdichado y sufrir le va a dar mayores posibilidades con la escritura, para mí no, ya lo viví, ya se lo que es, hoy quiero condiciones donde este tranquilo, que esté bien de trabajo, de mis afectos, que pueda volver a mi casa y sentarme a escribir. Aunque haya dolor en el libro, que sea imaginario. El estado de creatividad es un estado de plenitud.
ZK: Hablamos de los lugares de escritura, mencionas siempre que hay momentos de escritura y corrección, qué es lo que se lleva más tiempo en el proceso?
OB: El momento de la escritura, la primara instancia, es de incertidumbre, puede interrumpirse, es un estado de mucha efervescencia y ansiedad. Aprendí con el tiempo a corregir, a disfrutar la corrección, a poner el oído al servicio de lo que estoy escribiendo, sin exagerar, sin volverme loco, estar atento, que sea un espacio de placer. No me obsesiona, confío en que si hay algo dentro del texto que está vivo, debo procurar que siga vivo y que las palabras que voy a modificar sean las adecuadas para el texto, no las más lindas. Esto lo que implica es que yo me corra y esté atento al ritmo de las palabras, a la escritura. Que todo mi ego se corra al servicio del texto, a lo que el texto quiere decir. Es todo un trabajo de reemplazar el ego.
ZK: Cuál es el antes y después de publicar el primer libro?
OB: hubo un antes y un después, primero por la dificultad que te comenté, el libro venía a coronar una experiencia, venía a hacer público algo que era íntimo, te ponías ante el juicio de los otros. Con las dificultades que había para publicar pensaba que nunca iba a suceder, había caído en esa melancolía de pensar que se publicarían póstumamente, por suerte salí de ese lugar y seguí escribiendo y rompí el maleficio, cuando apareció Tres sentí que mágicamente había ocurrido algo, pero, lo que dejaba atrás era la melancolía, me di cuenta que no era difícil publicar, hay gente a la que le pueden interesar mis poemas, hay gente a la que le puede gustar, por lo tanto puede ser un espacio de felicidad la escritura.
ZK: Te seguís reconociendo en Tres?
OB: Tres no fue el primer libro, pero si el primero publicado, el primero fue el coyote que tardo veintidós años en ser publicado, incluso había perdido el archivo, los originales, tuve que andar rastreando por revistas y casas de amigos donde estaban circulando los textos, los recuperé y pudieron ser publicados, para mí sorpresa tenían una vigencia total hasta el día de hoy, está por salir la tercera edición ya del coyote. Se ve que había algo ahí que era muy verdadero que hizo que después de veinte años que tardó, se publique y lo leen como si lo hubiese escrito ayer, chicos que no habían nacido cuando se escribió lo están leyendo y se conmueven con la historia del coyote, eso es porque hay algo ahí que me trasciende a mí, que ya no tiene que ver conmigo.
ZK: …es mágico.
OB: Es mágico, sí…
ZK: Hay un papel importante en la emocionalidad, el amor, el sentimiento, cuál es su papel? Cómo entra en tu escritura?
OB: El amor es parte de mi vida y entra en mi escritura, la homosexualidad era mi manera de vivir el amor, pero, cuando yo empecé a escribir, escribiendo empecé a anclar algunas cosas, es como si la persona que escribe es más sabia que yo, más inteligente, y por lo tanto puede vivir cosas que yo no podría vivir, como si la literatura se adelantara a la experiencia, primero lo escribo, después lo vivo. Una de las cosas que más me gustó fue crear este vaticinio, esta profecía de felicidad, a partir de El muchacho de los helados la dicha empieza a ser una constante, la dicha encuentra el propio deseo, la dicha de amar un ser amado, después es un conjuro, mágico en la escritura. El libro del coyote es bastante feliz, ya colocar a esos dos dibujitos animados como protagonistas, son Los poemas de amor que el Coyote le escribió al Correcaminos, no es gracioso?, ya desde ahí te sonreís un poco, hasta de tu propia desdicha. Cualquiera que estuvo enamorado sabe que corre tras la persona amada, que nunca la alcanza y que sufre toda clase de accidentes y se recupera a la mañana siguiente, esa fábula es más cotidiana de lo que uno se imagina, jugar el juego a uno lo alegra.
ZK: Adoro está plagado de deseo, esa palabra que siempre surge, ese deseo trasciende la sexualidad, el deseo es amor?
OB: El deseo siempre está relacionado con la escritura. Creo que todos los que escriben tiene una dificultad para comunicarse con el mundo, si pudieran comunicarse con el mundo no escribirían, tengo algo para decir, lo digo, como no puedo decirlo: lo escribo. Me alejo, como dice Mandelstam, a los arrozales, a la soledad, escribo un mensajito que va a ser leído mucho tiempo después por otro solitario, hay algo de desvío, me alejo para decir algo íntimo, la realidad no se presta para decir algo intimo sino cosas circunstanciales, el lenguaje se vuelve algo utilitario, pero, para comunicar que nos pasa en nuestro corazón el lenguaje de la poesía es perfecto. Jugar no es tan fácil, parecía que abría mi corazón y mostraba mis sentimientos, no, yo estaba jugando, a qué estaba jugando? A ser poeta, a escribir versos, porque un poema es una cosa muy bella, pero porque está circunscripta a un lenguaje, a una estructura, no es una verdad directa no es como alguien que por la calle que te dice como se siente. Yo imagino que cuando alguien escribe algo ya lo resolvió, que mientras lo escribió fue inmensamente feliz porque pudo manejar todos estos elementos, una persona que sufre, sufre. Hay que pensar la escritura desde un lugar muy verdadero pero que no me lo tomo tan en serio, soy solo una parte, soy una materia con la que trabajo, pero con la que construyo versos, historias, pero no es mi verdad, mi verdad no es poética en sí misma, se vuelve poética cuando yo me olvido que es mía y escribo versos. Parece paradójico, pero Pessoa lo decía muy bien, un poeta es un fingidor que cuando escribe dice la verdad. Yo entiendo que alguien que no escribe poesía se crea todo lo que dice un poema, lo que no entiendo es que un poeta se lo crea, que lo crea en términos de verdad y no se da cuenta que tiene escondido en la manga cuatro ases y que el poeta te dice, nada por aquí, nada por allá y que tiene escondido esos cuatro ases que son finalmente el oficio del poeta, lo que le permite distanciarse, trabajar desde la ficción, jugar a construir versos, casi sin darse cuenta olvidarse de eso primero que resucito para encontrarse con esa verdad que es mucho más amplia, mucho más grande que la propia que disparo ese poema, ese juego es muy lindo. Yo puedo leer el libro Tres y recordar las circunstancias, porque es una persona muy importante en mi vida la que lo suscitó, pero de todo lo que habla ahí ya me olvide, el poema logró captar algo que estaba más allá de mí y de las circunstancias concretas del hecho. Oscar Wilde dice, yo escribo un poema de amor destinado a alguien y si a ese alguien le gusta, bueno, ese poema es malo; cómo me doy cuenta cuando es bueno? Cuando la destinataria me dice pero acá no habla de mí, claro, es solamente el pretexto, la excusa para escribir, cuando más cerca esté el objeto de la experiencia más lejos está de su lugar de representación. Entonces al poeta casi no le importa lo que suscita el poema. El amor por la poesía es más fuerte que la experiencia. Si alguien me escribiera poemas de amor yo no le creería nada de lo que me dice, solo me fijaría si son lindos o no, si me ama me gustaría saberlo de otra manera, que haga cosas lindas para saberme amado, pero si está haciendo poemas siento que está haciendo otras cosas, yo soy solo la excusa, es algo que solo te incumbe a vos y tus lectores. Yo me enamoraba mucho, y a cada chico de los que me enamoraba le escribía un libro completo, con título, dedicatoria, veinte o treinta poemas, los mecanografiaba, lo esperaba y se lo entregaba, esperando que me amara, se los entregaba y me decían qué lindo gracias y no me amaba, me di cuenta que no era ese el camino para que alguien me amara pero que si era el camino para escribir poesía, entonces empecé a separar las cosas. Escribo poemas porque finalmente algo en sus historias me hace muy feliz, y cuando quiero que me amen no le escribo poemas, hago cosas para que esa persona me ame, a mí, como sujeto real, no como sujeto imaginario.
ZK: Por otro lado, la imagen de un padre un ausente, es un exorcizar?
OB: Hoy tomo conciencia de la fuerza que tiene la figura de mi papa en los textos, como destinatario, como figura fantasma, pienso en la poesía gótica, en Frankenstein, en Drácula. Todas esas figuras atravesadas por la melancolía, por un duelo que no se termina nunca. María Negroni nos dice, qué es un vampiro? Es un ser enamorado de su propio desconsuelo, podríamos pensar lo mismo de un poeta. Así va por la vida, con su capa negra y sus gafas oscuras. Me di cuenta que estaba atravesando un largo duelo porque había un dolor que me atravesaba y no me daba cuenta. Comencé a escribir, escribo Fiel a una sombra, ahí aparecen los personajes de Hamlet, justamente Hamlet, que ve a su padre como un fantasma que le pide que lo vengue. La clave de ese libro es en deseo. Cada uno te dice en primera persona amo, deseo, este deseo lo sostenemos entre todos, ahí está Hamlet y esta el padre. Con el tiempo y me fui da cuenta que aparecía esta figura, me fui reconciliando, ya no desde el dolor, sino desde el placer, para mi escribir y encontrarme con ese lugar de amor es de mucha plenitud.
ZK: La triangulación amorosa, presente en diversos escritos, esto de alguien que ama a quien a su vez ama a alguien, que busca simbolizar?
OB: Parte de mi propia experiencia. Saber del amor es justamente saber de su imposibilidad, alcanzar al otro es una tarea temeraria, nunca lo vas a poseer, acercarte al otro implica aceptar el límite, hasta acá llega mi amor, todo lo demás es aceptación del milagro, milagro de que te guste el futbol y a mí no, milagro de que seas un gran lector de poesía y yo no, de que estemos separados y aun podamos estar juntos, que haya algo que yo no comprendo , que haya algo en lo que yo nunca voy a estar y aun así está el amor. La idea de la posesión plena es para mí todo lo contrario, porque el amor es buscar el bien del otro y no la propia satisfacción. Es casi un trabajo de renuncia; por eso son sabios mis textos, porque están ahí esos seres, hermosos y maravillosos, donde se renuncia a la posesión. A medida que yo renuncio, ellos alcanzan mayor plenitud de belleza, son sublimes; se van cuando quieren, vienen cuando quieren, eso los hace realmente hermosos. En cambio un ser sujeto es un esclavo, es un ser amargado, simplemente, le estoy quitando belleza. Yo si quiero a alguien quiero que sea bello, tengo que aceptar que le gusten muchas cosas del mundo que no son mías. No me importa que me pertenezca, y, oh paradoja!, gracias a esta renuncia más cerca están de mí. La primera renuncia es la escritura.
Es la desacralización del poeta, el mirá cuanto te amo y los poemas que te escribo, es todo lo contrario, mirá cuanto dejo de amarte para escribirte todos estos poemas, cuanto menos habla alguien del amor que siente por otro más lo ama. El lenguaje del amor, el real, no está en las palabras, es un lenguaje silencioso que está hecho de actos cotidianos y todo el tiempo, alguien me va a buscar a la parada del colectivo con un paraguas, eso es amor, el poeta se queda escribiendo que me va a buscar con un paraguas y yo me moje todo. No le importo nada, le importo el verso, la idea y lo bien que quedaba un paraguas en el poema y si yo me moría bajo la lluvia le daba lo mismo, pero, el que fue a buscarme, ese me ama. No quiero cubrir de metáforas a nadie, quiero tocarlo, escucharlo, quererlo, no cubrirlo de metáforas. Cuando construyo metáforas es solo porque estoy haciendo un poema.