El euskera, vasco o vascuence es la más antigua de las lenguas europeas que sobrevive. Los lingüistas siguen confundidos, el euskera no tiene origen conocido ni relación con otro idioma. La geografía de esta lengua recibe la denominación de Hego Euskal Herria (refiriéndose a las cuatro provincias vascas en dominio estatal español, al noreste) e Ipar Euskal Herria (a las tres provincias vascas en dominio estatal francés).
En el periodo inmediato al final de la II Guerra Mundial y con el triunfo del fascismo franquista en España la situación de la cultura vasca se tornó muy crítica, el vasco era una lengua que en los últimos siglos estaba siendo acorralada y condenada a desaparecer, donde los hablantes cada vez eran menos el franquismo prohibió el uso del euskera, persiguiendo cualquier acto euskaltzale (vascófilo) e intentó desmantelar las estructuras culturales y los agentes culturales fueron fusilados o tuvieron que huir al exilio. La situación del lado francés no era mucho mejor: a partir de la Revolución francesa, el estado con un modelo centralista en la administración pública impuso el uso del francés, y obstaculizó la enseñanza en cualquier otra lengua vernácula (bretón, catalán, corso, etc. y entre ellos el euskera).
En este contexto surge el movimiento clandestino de las ikastolas (centros que tienen como lengua el euskera), la primera se fundó en Donostia, en 1953, para 1969 eran 86. Muchas se encontraban en los sótanos de las iglesias (durante siglos algunas órdenes religiosas como los jesuitas o los franciscanos se constituyeron en transmisoras de la lengua), en la década de los 60 el Concilio Vaticano II de Juan XXIII entre las medidas innovadoras que modernizaron la liturgia (entre otras cosas) abogó por el uso de las lenguas vernáculas. Los sacerdotes vascos se movilizaron en contra de la jerarquía de la Iglesia nacionalcatólica (afín y cómplice del franquismo), y postularon un catolicismo social acorde a la nueva iglesia planteada por Juan XXIII, las consecuencias fueron la persecución y la cárcel. La dictadura abrió entonces en Zamora una cárcel para sacerdotes.
A inicios de los 60 también nacería ETA (Euskadi Ta Askatasuna) esta organización clandestina creada de la mano de un grupo de jóvenes inicialmente para promover acciones de propaganda para reivindicar la cultura y lengua vasca, fueron oponiéndose fervientemente a la dictadura franquista, para posteriormente tomar las armas y devenir en una organización guerrillera independentista, nacionalista, socialista y revolucionaria que terminaría disuelta en mayo de 2018.
El campo cultural resistió con la creación de movimientos con una fuerte impronta de renovación y experimentación, así en esa efervescencia política y cultural surgieron revistas culturales, obras y adaptaciones teatrales, libros de autor, exposiciones de escultores y artistas plásticos, danza y música.
Uno de los movimientos que nacería en ese marco histórico es Ez dok amairu, fundante de la nueva canción moderna vasca que trazaría puentes con Barcelona, signando un apogeo de cantautores y de la canción de protesta en un ámbito de elaboraciones experimentales, así emergería un fuerte componente de la cultura de resistencia antifranquista donde la culturas catalana, gallega y vasca presentaban una doble resistencia al cantar en lenguas perseguidas y prohibidas. Estos jóvenes eligieron la creatividad como armas para batallar desde lo cultural actualizando los cancioneros, recuperando viejas canciones y textos antiguos, mixturándolos para enriquecer (como todo lo mestizo) con la chanson francesa, la canción de protesta norteamericana y la canción sudamericana (no olvidar que estos jóvenes son contemporáneos de aquellos que gestaron el Mayo francés, de los que se manifestaban en contra de la Guerra de Vietnam, de los que marcharon en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, de los que accionaron en la Primavera de Praga, y en nuestro país de los que protagonizaron el Cordobazo, el Rosariazo y el Tucumanazo).
El poeta JosAnton Artze fue uno de los promotores de Ez dok amairu, este movimiento combinaba en sus actuaciones música, poesía, artes plásticas y artes escénicas; quienes hacían uso de la metaforización y la simbología para hacer frente a la censura franquista.
La leyenda cuenta que Mikel Laboa, el patriarca de la música vasca (quien se reconocía influido por Violeta Parra y Atahualpa Yupanqui), estando con su mujer en 1968 en el restaurante Aurrera de San Sebastián, vieron impresos en las servilletas los versos del poema de Artze, Txoria Txori (El pájaro pájaro es), el cantor se llevaría la servilleta a su casa y compondría la melodía para el poema. Laboa también sería junto a Artze uno de los artistas fundadores de Ez dok amairu (que se traduce como No hay trece, en referencia a la mala suerte).
Txoria Txori se convertiría en un himno que profesa aquello que El Principito de Antoine de Saint-Exupéy también nos recordaba con “si amas a alguien déjalo libre”.
Esta canción en vasco que nos habla del amor y de la libertad se interpretaba como un acto de resistencia contra las leyes de la dictadura de Franco.
Txoria Txori
Hegoak ebaki banizkio nerea izango zen, ez zuen aldegingo. Bainan, honela ez zen gehiago txoria izango eta nik… txoria nuen maite.
El pájaro pájaro es
Si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero así, habría dejado de ser pájaro. Y yo… yo lo que amaba era un pájaro.
El pájaro del poema de Artze agita sus alas con la cadencia de la música de Laboa, ese pájaro proveniente de una literatura minorizada (que no atiende a las mismas lógicas de las literaturas hegemónicas) donde la continuidad es necesaria y valorada por provenir de una literatura que los acontecimientos políticos e históricos han interrumpido o intentado silenciar, sigue surcando los cielos de la belleza para hablarnos con metáforas de la importancia de resistir, canta en su lengua materna para decirnos que la poesía cuando nos indaga nos humaniza.
El pájaro de Artze y Laboa sigue volando en libertad, sencillamente porque lo amamos.