Víctor Taquía nació en Nonogasta, Chilecito (La Rioja) pero es un ciudadano del mundo. Su personalidad franca y atrapante le abre inmediatamente las puertas y los corazones de quienes lo rodean, sus intereses lo llevan a sentirse inquieto, a cuestionar y analizar cada experiencia de vida, y su vocación de escritor le permite expresarse de una manera muy particular.
Cuando publicó su primer libro, acababa de terminar una etapa de vida en la que recorrió y residió en diferentes países de Europa y Asia trabajando, enseñando castellano y absorbiendo cada experiencia como si fuera única, desde caminar por las principales capitales del mundo hasta cosechar arroz con una familia en un pequeño poblado de Indonesia. Juntos recorrimos esos primeros momentos, ese ‘aprender haciendo’: él como escritor, redactando/corrigiendo, yo como lectora, comentando/sugiriendo, y así se concretó A veces escribo.
Exhaló formando remolinos de verdades oxidadas, largó cada uno de sus nudos que su garganta acumuló. Supo que era el momento de tomar nuevos aires, sentir la liviandad sin ninguna escama del pasado. #seguir
La Pandemia lo encontró en Argentina, lo obligó a cambiar una forma de vida que había adoptado ‒con todas las ventajas y desventajas que eso implica‒ y lo desafió a canalizar sus ansiedades, sus frustraciones, pero también su indomable espíritu creativo, a través de la comunicación en las redes sociales. De ese modo, casi sin darse cuenta, se inició en la escritura de poegrams, esos textos breves que no son del todo poesías ni del todo relatos, que resultan tan naturales en la actualidad pero que llevan insertos en sí mismos la novedad, el sello de esta época, la fuerza del encierro. Martín Alanis los caracterizó de esta manera: “Un poegram es breve, se muestra en una imagen como si fuese una foto, versos digitales al alcance de cualquier persona que tenga acceso a esta red social. Un poegram puede ser leído, compartido, likeado y comentado. Un poegram puede tener muchas lecturas, sí, pero tiene un solo autor” (Puente Alado), y así deben leerse, como uno quiera pero sin olvidar que Víctor es su autor.
Te lo digo en serio: no sé cuánta virtualidad se necesita para convencerte de que esto es así y es real. Sólo nos separa esta pantalla. Cuando este tiempo de distanciamiento obligatorio termine, te lo aseguro: me voy a poner al día con vos… #DaloPorHecho
La intensidad de un mate lavado es un claro ejemplo de que este nuevo género literario ya es autónomo, no está sólo signado por la fugacidad de una publicación en Instagram sino que pudo convertirse en libro. A medida que publicaba, Víctor iba sintiendo que esos escritos cobraban forma, iban encontrando un objetivo en sí mismos y ese quehacer diario tomaba forma material, lo interpelaba. De ese modo, los poegrams que lo integran contienen toda la angustia de los tiempos del Covid y el aislamiento, pero también ponen forma y palabra a sus dolores más íntimos y a sus mayores anhelos.
Te extraño, tanto, y esos trocitos de los que siempre hablo, vos los vas guardando para mí, para también reconstruirme cuando los dos estemos del mismo lado. #AbrazoReconstructor
Finalmente, Por todas esas veces asomó en el horizonte. Ya no era el deseo utópico e impulsivo de publicar ese primer libro (todavía lo escucho: “¿te parece que da? ¿qué es lo que escribo: cuento o poesía? ¿a quién le va a interesar? ¿espero un poco más…?”). Ahora el proyecto era claro: “Marisa, voy a sacar otro libro, lo que estoy publicando en las redes de alguna manera está tomando forma”. ¡Y vaya si tomó forma! En 15 días ya había diseñado una posible estructura (que luego cambió, obviamente, pero que lo ayudó a seguir), en un mes tenía el título, en tres meses había decidido el formato y ya estaba en la imprenta… y tan fuerte fue el impacto que, antes de poder distribuirlo, ¡ya había vendido todos los ejemplares de esta tirada!!!
Recién llego con mis lágrimas a aquel último abrazo en el que vos, como siempre, fuiste puntual. Tus ojos sí hablaron a tiempo. Los míos solo saben de posponer alarmas y luego culparse. #Tarde
Y no es casualidad que así fuera, Por todas esas veces tiene la consistencia del libro proyectado y del autor experimentado, tiene la fuerza del dolor y del aprendizaje de vida, tiene la madurez que ineludiblemente nos dan el paso del tiempo y la experiencia personal. Los poegrams que conforman este volumen nos hablan de los referentes que lo invitan a escribir ‒como Nina Ferrari, que lo inspiró en la elección del título y le dio la seguridad que necesitaba para darle crédito a sus textos‒ y nos sumergen en el universo de preocupaciones de su autor, algunas trascendentales, como la vida y la muerte, otras más cotidianas, como el insomnio, el olor de las cebollas, las despedidas. Pero no sólo por ello se distingue este libro: los textos que aquí presentamos están enmarcados por un diseño original que, por un lado, nos remite a la pantalla, pero por otro nos hace leer de un modo diferente, como si cada palabra fueran nuestras propias anotaciones en una libreta, registro de los que ya hicimos, recordatorio de lo que esperamos ver llegar.
Que alguien le avise a mi pasado que no queda bien seguir tirado en la barra entre los restos de la birra que nadie tomó. Su fiesta se acabó hace rato y yo no quiero cargarlo más. #Pesado
Para terminar, me pregunto ¿por qué invitar a leer Por todas las veces, de Víctor Taquía? Y me respondo: porque tiene la frescura del día a día entreverada con la profundidad de la reflexión existencial, porque deja traslucir el gusto por el detalle ‒tanto en la presentación y el diseño, como en la disposición de los textos‒ pero, fundamentalmente, porque en estas páginas está quien las escribió, porque en cada poegram sentimos que nos acercamos un poquito más al Víctor de carne y hueso, pero también porque allí están las alegrías y tristezas que de alguna manera todxs compartimos por el simple hecho de ser humanxs.