Sarmiento inmortal
Estoy planeando un cuento fantástico o tal vez un largo poema narrativo, que puede resumirse en este simple argumento: Sarmiento no ha muerto. Merced a un experimento científico, a la exposición a ciertos gases radioactivos o al contacto con un meteorito (el cómo es lo de menos) ha adquirido la condición de inmortal. Sigue yendo a la escuela, en donde al principio lo dejan entrar en virtud de quién es, de lo que representa para todos los argentinos. Allí, hace lo que quiere: a veces ocupa el puesto de director, a veces el de maestro y otras (aduciendo que uno nunca termina de aprender) se sienta ocupando el lugar de alumno. Con el tiempo, en gran medida asombrados o asustados de sus dichos y actos (todas las reformas que propone son impracticables, por insólitas o inútiles), los directivos y docentes comienzan a hacer caso omiso de él, a tomar decisiones sin consultarlo, hasta ignorarlo desaforadamente. Luego de algunas investigaciones, se descubre que ha sido consecutivamente admitido y expulsado de la Casa Rosada, del Senado, de Diputados y de diversas Casas de Gobierno. Se sospecha (se comprende) que la escuela es su último bastión: lo admiten, entonces, en virtud de una cuota final de respeto o acaso de lástima. Pero ya Sarmiento ha perdido todo rastro de vergüenza y cordura: destruye a palos las computadoras, aduciendo que dañan irreparablemente la memoria de la humanidad, golpea sin lástima con su bastón a todo alumno que encuentra con un teléfono celular en la mano, propone la importación de nuevas maestras norteamericanas, eucaliptus y gorriones (intentando reeditar sus obras pretéritas o acaso pensando que aún se encuentra en pleno siglo diecinueve). Finalmente, hastiados, los directivos de la escuela que Sarmiento ha sitiado resuelven asesinarlo. Pero Sarmiento (como ya ha sido expuesto) es inmortal: inútil es ahogarlo, asfixiarlo, estrangularlo, ahorcarlo, apalearlo, balearlo o envenenarlo. Sarmiento siempre emerge, invulnerable, de esos desesperados intentos de aniquilación. Toda vez que, en una escuela, hartos y desesperados, lo masacran, Sarmiento emigra a una nueva institución educativa, en donde reinicia sus eternas actividades, iluminando con la luz de su ingenio la razón en la noche de ignorancia.
Diego Rodríguez Reis (o Reis, a secas) nació en el barrio de La Boca, en 1979. Es escritor y columnista de literatura en diversos medios digitales y radiales: lee, escribe y habla de libros cada vez que puede y lo dejan.
Ha sido becado por la Fundación Antorchas y por el Fondo Nacional de las Artes. Ha publicado los libros El Charco Eterno (El Camarote Ediciones, 2009), Lo Levemente Ajeno (El Suri Porfiado Ediciones, 2013), Correspondencias Secretas (Ediciones Del Dock, 2015), La Anchura y la Llanura (Ediciones Patagonia Escrita, 2018) y la novela Ruido Blanco, en coautoría con Facundo Bocanegra (Ediciones De La Grieta, 2019).
Ha integrado antologías que han sido editadas en Argentina, Chile, Colombia y Alemania. Cada tanto dicta talleres de escritura creativa y se ha desempeñado como jurado en diversos concursos, tales como las convocatorias de la Editora Municipal Bariloche, el Fondo Editorial Rionegrino y el Centro Editor Municipal de San Martín de los Andes. Actualmente vive en Villa La Angostura, donde dirige la revista de cultura Rescate, integra el staff editorial de la revista SurRealidades y forma parte del grupo literario Alamberse!