1
El niño creció hacia adentro
con el cuerpo errado
en el metal de su silencio.
Nada tardó
la estela ahuecada de la noche
en robarle todos los sonidos.
Nada tardaron en rociar su lengua
con huesos y cemento.
Vive lumbre. Apenas
puede armar su vista
raquítica sobre el agua
que se vierte, como un ovillo,
en su corazón rectangular.
Vive lumbre. Apenas.
No sabe pedir más.
Se incrustan
sus ojos en el fondo
ciego de las cosas
cuando tiene algo que decir.
2
Cuanto más se resquebraja
el tiempo en la superficie
de su piel pacata,
sus ojos son más
claros a la luna.
Se vuelve más densa
su lengua de sombra,
como si llevase todo
el peso del mundo.
Observa y se emociona.
De un modo sencillo
se emociona.
Cuanto más se emocione,
más fantasmas
vendrán a demolerlo.
La lengua
es la primera catástrofe,
la mentira primitiva
que lo mantiene iluminado.
5
El niño siempre diría nada,
porque su boca es un pozo
eterno en el misterio.
Un pozo como un padre,
como una madre leve,
como un río largo y vacío.
No hay paz en ese pozo.
No hay conciencia.
No hay lenguaje.
Diría nada ese niño,
porque si dijera
su corazón enfermaría.
Pero, si el hambre
le subiera roto por el cuerpo, comería el corazón de sus padres.
No mide, ni lamenta
su fuerza cuando siente.
6
Hoy estuvo oscuro el silencio y mordió sutil su corazón,
ese enrramado pájaro de luz que vuela solo en la intemperie.
Estuvo así, con la mirada ahuesada, como una caja musical herida que no logra su signo la dulzura.
Hoy su mirada no fue nada, no logró salir a la luz, al juego;
no llegó hasta la ventana
que encuentra a los insectos.
Todo el azar hay en su cuerpo, y azaroso mira hasta dormir
lo que hay en la palabra.
Ese niño duerme
espectral, en el aire,
cansino con su gracia,
olvidándose de todo
lo que nunca supo.
No tener lo que no puede
domesticar, es lo mejor
para él.
9
Hoy quiere acariciar
su forma diagonal que sola
se solaza con la idea de Dios.
Quiere amar con paciencia,
abrazar la fuerza esmerilada del mundo, soltar su fronda emoción esquinada, pero no puede.
No sabe medir,
sobre tiempo y espacio su fuerza.
Niño, perfecto luminoso,
no será la última vez
que lastimes con tu amor.
Estás condenado,
pequeño monstruo,
a querer de lejos.
10
Debe ser una tortura para él
darle forma a la lengua,
salivar correctamente;
traer el sonido desde adentro,
(desde la oscuridad pesada)
hacer fonemas como comer,
inventar cada palabra en el aire,
poner silencio entre una y otra.
Debe ser una tortura
hacerlo cuando no se sabe,
cuando la fuerza sirve
sólo para mantenerse vivo.
Pero a veces, sin saber, filtra
expresiones desvalidas en los otros.
Incluso, a veces, sin querer
lastima; sin saber, quiere.
Es más fácil aceptar
el silbido de los pájaros
que verlo trabajar una palabra.

Misael Castillo nació en Tostado, Santa Fe, en 1993. Es profesor de Lengua y Literatura. Publicó los libros Robarle al cuerpo (2019), El tiempo cuando falta (2021), Germinará o será parte de la tierra (2022), Gorriones que anidan en las manos (Falta Envido Ediciones, 2023), Como el fuego que avanza por la tierra (2023) y Niño, Perfecto, Luminoso (2024). Fue uno de los ganadores del Poesía Ya! (2023), organizado por el Centro Cultural Kirchner. Sus poemas formaron parte de la muestra Arder en lo que ya ardiendo ardía en el Museo del Libro y de la Lengua (curada por Andi Nachón y Juan Fernando García). Participó de distintas antologías y festivales nacionales e internacionales.