Una resonancia propia: «Mariposas mutantes» de Eliana Costilla

Mariposas mutantes abre una resonancia propia, conmocionada. Entre desahogos de silencios se devela en una imagen que estremece: El mundo se ha vuelto huérfano de mujeres que no regresan, verso  lacerante, de una actualidad devastadora, expuesta en el poema “Los tacos de Afrodita”, a partir del cual la poeta pone en juego un yo que se manifiesta dolido, doliente, por el femicidio de Paulina Lebbos, se patentiza aquí, de esta manera, el espanto por esa y por todas las muertes, hechas a retazos de destiempo. Cuerpos que duelen, nos dice. 

Eliana Costilla, representa y se representa ante una realidad en la cual hay que hundir las manos, oponiendo la palabra a los números cruentos de una violencia sistémica; dejando en claro que el amor no es un dato, una lista, una cantidad de muertas o muriendo a perpetuidad contra el olvido; comprometiéndose, ante el monopolio del discurso a oponer su palabra escrita, su voz que humaniza dignificándolas, devolviéndolas a la memoria colectiva.

Ya hace un tiempo, la escritora y activista guatemalteca Guisela Lopez en un acto de lucha, llamando a concienciar sobre la violencia de género, impela a que seamos intolerantes al silencio; llamado que Eliana asume, así se yergue por primera vez en la poesía, para nombrar el dolor como una forma de reconocerlo, hacer que lo reconozcan, e insistir nombrándolo hasta reconocernos todos frente al horror. 

Con poemas de profunda crudeza la autora nos hace palpar la escritura como una forma de lucha, reavivando aquello que Ernesto Cardenal decía: “la poesía es anuncio y denuncia”.

Si bien, el propósito sonante de este poemario es visibilizar y resistir, cuando se vuelve a él por segunda vez, uno advierte además que “la poesía es también el territorio de la esperanza” como dijo Raquel Lanseros. Entre poemas, implícitamente, instaura la preposición de migrar de un estado de lastimaduras, a otro estado liberador. Atravesar un exilio, pero no de errancia geográfica sino (y esto es lo singular), de regreso al origen como el lugar de un destino. 

Ilustración: Viviana Rivadeo Monteros

Eliana, se referencia a sí misma como una emigrante: soy un exilio abierto, dice y se sitúa a una distancia de comienzos que le “permite entrar en ese trabajo más profundo y sutil de la reflexión sobre lo que constituye la realidad…” como definiera Roa Bastos, quien de exilio supo demasiado.

Desde esa distancia se propone —propone— estar fuera de lugar, irse de la incertidumbre, migrar de la desesperanza, no como un acto individual sino colectivo; coherente y consecuente en relación le sería imperdonable el abandono de estas mujeres que me habitan.

El yo, sujeto imaginario femenino, hace enclave en vivencias corporales, Volví en esos momentos a ser el embrión que colgaba de tus vestidos largos. Me acurruqué en un costado, sosteniendo la palma arrugada de tu mano. Mujer poeta cantando su retorno a la mujer primigenia, a la gran madre, al “vientre cálido”. En una sucesión de reflejos también logra entreabrir imágenes que totalizó y puso a brillar Pizarnik en su poema “Soy mujer”: Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero. 

La vida estaba ahí poetiza la autora, porque salir del desaliento hacia otro estado de cobijo, no es huir, es más bien, un nuevo comienzo si: Uno vuelve a los pretéritos más perfectos de la propia existencia, como concluye Eliana.

En Mariposas mutantes sucede la poesía como en un manifiesto de ternura, ternura sobre la que Olga Tokarczuk dice, “personaliza todo con lo que se relaciona”. Este poemario deja por escrito una llama abrazadora, desde allí solo cabe otra mirada sobre los despojamientos, los mandatos, la cesación del silencio, reivindicando en primera persona a mujeres de furias maravillosas, mujeres de sacrificios conmovedores, mujeres de sobrecogedora valentía, mujeres orgullosas de su condición.


Eliana Costilla es profesora y licenciada en letras por la UNT. Se desempeña como docente en el nivel superior. Participó con sus relatos y poesías en numerosas antologías, entre las que se destacan: Palabras al mundo (Instituto Cultural latinoamericano, 2016), Despertar de las letras (Instituto Cultural latinoamericano, 2021), Escritos de mujeres contra la violencia de género (Ente Cultural de Tucumán, 2021), Todo lo frágil (Oxymoron editora, 2022), Sombras de Violencia (Editorial Gold, 2022), Historias de familia (Editorial Gold, 2022), La voz que nos habita (Puerta Blanca, 2022), Miradas (Aviso Nigra, 2023), entre otras. En 2022 publicó su primer libro, Con sabor a surco, que obtuvo el primer premio en el concurso de poesía Tafí Viejo Ediciones.


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