A finales de los 60’ los instrumentos electrónicos empezaron a ganar terreno en todas las aldeas de la jungla musical. En el rock, los Beatles fueron pioneros (cuando no) en el uso del Mellotron y la manipulación de cintas; mientras que los Silver Apples con su primer disco estuvieron entre los que allanaron el camino para lo que hoy llamamos Electrónica. Pero esta proliferación de nuevos colores y posibilidades no fue una casualidad. Como Merlín detrás del Rey Arturo, esta bisagra tuvo como artífice fundamental a una compositora prácticamente desconocida hoy en día. Y es que incluso algunos de los más aventurados buceadores del océano sonoro no han descubierto todavía esta isla solitaria. La historia de la electrónica es una historia subterránea, sí, pero de todos sus héroes y heroínas anónimos la más oculta es Wendy Carlos.
Nacida como William Carlos, Wendy se crió en una familia de aficionados a la música, empezando ella misma lecciones de piano con solo seis años. Su pasión la llevó ya de adulta a obtener primero un título en música y física y después una maestría en composición. Las estrellas se alinearon para que en este proceso forjara una relación de colaboración y luego de amistad con Robert Moog a quien asistió en el desarrollo de un nuevo modelo de su famoso sintetizador. Además de sugerir hacer más sensible el nuevo instrumento al toque del intérprete entre otras mejoras. Pero esto es solo la punta del iceberg. Poco después de su colaboración Wendy sacó el disco que la puso a ella y al novedoso instrumento en el mapa: Switched on Bach.
Barroco Reloaded
Para que el lector dimensione la importancia de esta obra es necesario que sepan que antes del disco debut de Wendy los sintetizadores eran mamotretos más pesados que un elefante y que solo pastaban en las praderas del mundo académico. Se los empleaba básicamente para tres cosas: 1) producir sonidos para películas (sobre todo de ciencia ficción) cuando aparecía una OVNI, un marciano o algo por el estilo. 2) Como acompañamiento más o menos curioso de composiciones que no eran electrónicas y 3) en obras totalmente experimentales, inaccesibles al gran público. La alquimista de las perillas se apartó de todos estos empleos y usó un instrumento totalmente alienígena para reinterpretar a un compositor totalmente canónico. Pocas veces la tensión entre tradición e innovación ha sido salvada tan magistralmente. ¿El resultado? Tres Grammys.
Publicada en octubre del 68’, la placa, como era de esperar, no fue bien recibida en el ámbito académico donde las aguas se dividieron entre los horrorizados puritanos que sostenían que había mancillado la música de Johann Sebastian y los experimentadores refractarios que la acusaban de vulgarizar el espíritu vanguardista de la electrónica. Por suerte mucha gente no opino lo mismo ya que Switched-On fue abrazado y llevado en andas por el público joven. Llegó al número 10 en Abril del 69’ en el chart de Bilboard y encabezó durante tres años seguidos el ranking de Música Clásica de la misma revista, además de ser un verdadero fenómeno de ventas. Dentro del mundillo en el que Wendy se había formado no todos fueron palos sin embargo, Glen Gould no ahorró en halagos a la hora de hablar de su obra:
“Toda la grabación es, de hecho, uno de los más sorprendentes logros de la industria discográfica de esta generación y seguramente uno de los hitos más importantes en la historia de la interpretación del teclado”.
Y no olvidemos que Leonard Berntein estuvo también entre sus defensores. La placa le valió como dijimos tres galardones: Mejor Disco, Mejor Interpretación y Mejor Ingeniería de Sonido, todos por supuesto en el rubro “Música Clásica”. A finales del año siguiente Wendy repitió la fórmula en The Well-Tempered Synthesizer (El Sintetizador Bien Temperado) en el que juntó a Bach, con Scarlatti, Monteverdi y Handel.
Wendy la exploradora
En el 72’ con la publicación de Sonic Seasonings la compositora se aparta de los clásicos para explorar nuevos territorios. Siempre acompañada por su fiel amigo y realizando grabaciones de campo Carlos arma un disco de ambiente apoyándose en las cuatro estaciones como idea. Hoy la mayoría del mundo piensa que fue Brian Eno el pionero de este género pero Sonic Seasonings salió tres años antes que el músico inglés empezara la etapa por la que es mundialmente reconocido. Por otra parte, en alas del éxito producido por su primer trabajo, a Carlos se le ofrece crear la música incidental de La Naranja Mecánica. Mientras tanto el Moog se volvía omnipresente en las bandas de rock progresivo y pieza fundamental para grupos tan importantes como Kraftwerk y Tangerine Dream. Poco después de estrenarse la película salió un disco que contenía solo las partes usadas en el film. A finales del 72’ Carlos edita uno que contenía toda la música que había escrito para ese proyecto que describió en su momento como: «Muy divertido… una aventura placentera».
Lamentablemente el placer se borró nueve años después cuando Kubrik volvió a convocarla junto a su co-equiper Rachel Elkind para componer parte de la música del Resplandor. El director les mostró alguna versión del “crudo” de la película y Carlos terminó componiendo música para un montón de escenas que no quedaron en la edición final. No obstante el ominoso tema de apertura y otro llamado Rocky Mountains sí fueron incluidos. Los que quedaron afuera junto con otra música que Wendy había compuesto para diversos filmes recién vieron la luz en 2005 bajo el título de Rediscovering Lost Scores. La alquimista del sonido quedó tan desilusionada con esta colaboración que juró nunca más volver a trabajar con Kubrick. El tercero entre los soundtracks más conocidos que compuso fue para Tron, película producida por Disney. La cinta no recaudó a lo bestia en su momento pero fue creando una suerte de culto en el tiempo que se convirtió en una lucrativa franquicia. Para la música Wendy forjó una amalgama entre su infaltable Moog analógico, un Crumar digital y piezas tocadas por la Sinfónica de Londres. La participación de la orquesta no fue idea de Carlos sino de Disney que temía que no pudiera completar a tiempo la música valiéndose solo de los sintetizadores. Wendy no estuvo del todo feliz con el resultado y lo hizo saber en una entrevista después de salir la película.
Mi nombre es Nadie
Como podemos ver su aporte a la música electrónica en particular y a la música en general es enorme, lo cual no hace sino subrayar lo llamativo de su anonimato. Entre las razones que pueden señalarse sin temor al error están, primero, la tradicional invisibilización que ha perjudicado a las artistas (científicas, militantes, etc.) no binarias así como también a las mujeres. La otra el que Carlos no haya sido una gran promotora de su obra, no hay cuentas oficiales de YouTube, Spotify u otras plataformas donde sus discos puedan escucharse enteros y en su sitio personal no están disponibles. A esto se suma que nunca ha sido muy afecta a las entrevistas o a exponerse en los medios. El libro de la musicóloga Amanda Sewell Wendy Carlos: A Biography publicado el año pasado renovó el interés sobre su figura. Pero también generó el enojo de la biografiada que puso en su página de internet un aviso sobre este libro al que no duda en calificar de fraudulento y mal intencionado. Sin embargo, no hay biografía fraudulenta que pueda opacar su obra ni manchar su nombre. Compositora, ingeniera de sonido y visionaria, el legado de Wendy Carlos tanto a la música clásica como a la cultura pop es incalculable. Ahora toca a los que amamos la música hacer que su nombre se conozca en todo el mundo.