Humildes gorriones de pueblo: “Gorriones que anidan en las manos” de Misael Castillo

el día nace en la península del olvido

o más allá

en la comarca de los pájaros

Adolfo Ponti

Ya no distingo a los gorriones entre los pájaros aquí en esta pequeña ciudad en la que ahora vivo. Sin embargo, el libro Gorriones que anidan en las manos de Misael Castillo (Falta Envido Ediciones, 2023) me los trajeron otra vez, como si nunca se hubiesen ido o el tiempo, siempre cruel, nunca hubiese transcurrido allá en mi pueblo humilde, en El Mojón, al norte de la provincia de Santiago del Estero, donde aún veo a mi tío, Roque, o a mis primos, señalar a los pájaros que llegaban a comienzos del verano, subían a las copas más altas de los árboles, y anidaban entre gorjeos, aletazos y vuelos reposados entre las ramas. Siempre hay pájaros en las imágenes de mi niñez: los años ́80 tienen forma de ave en mi memoria; o, al menos, así me gusta imaginar.

El libro está dividido en tres partes: Pinturas, Adentros y Presencias. Cada una contiene poemas que conforman, entre sí, unidos por una melodía interna y diáfana, una suerte de piar polifónico ensayado desde antes del mundo, íntimos testimonios de vida, visiones de seres que no hacen más que resistir la cotidianidad desde la simpleza, desde la contundente fortaleza que simboliza y consolida la esperanza, y temores que despiertan con la mañana donde los obreros, rebosantes de plegarias, las […] manos duras/ hacían gemir/ la masa/ y el fuego

Con el primer poema se abre un telón que permite ver una ciudad partida por el progreso: las vías dividen y son, a su vez, testigos de una miseria que es la imagen que desborda su propia realidad. Luego, con la certeza de que vamos conteniendo el aliento porque respirar a veces es un acto insumiso, transitamos los poemas con la voz ahogada, sigilosos, como un tren mudo que guarda en el interior de sus vagones un sinfín de almas fatigadas, de sombras consumidas. 

Arte de tapa: Zaida Kassab

Hay que leer en voz alta. Es imprescindible sortear la emoción y dejar pasar la saliva por la garganta. Que no tiemble la mano al pasar la página.

tranquilo
dijiste
es para saber
que estamos vivos   

Misael expone una filosofía del proletariado que conjuga con una idea del sacrificio en pos de un amor que vence, que dignifica en medio de la tristeza de un mundo cada vez más injusto y [..] peligroso… donde [..] también/ pueden/ anidar gorriones/ en las manos. De esta manera, no es difícil proponer que la tesis que articula en el libro se justifica con enunciados breves, engarzados en ideas superpuestas como en una pared prolijamente levantada por una voluntad curtida en los meses interminables cuando ya todo empieza a escasear: 

Sus vidas/ pendieron/ siempre del dolor

Y con ello, se mencionan ladrilleros, pescadores, constructores, el/la que amasa el corazón del pan, y la gente que habla con todo el cuerpo.  El poeta es un albañil que se ensucia las manos, se restriega el cemento y vuelve a agarrar la cuchara, busca la forma exacta en el espacio de la casa que es su alma, conmovida por fuerzas que no vienen de él pero que lo eligieron y que, luego, […] alzarán vuelo/ y se irán

Como aquellos gorriones que buscaban el cielo en las tardes de verano de mi pueblo; cuando nos descuidábamos, sus alas dejaban sólo plumas, colores apagados, volando en el viento que nos cerraba los ojos.  

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