La foto imposible

La luz viaja en todas direcciones.

Colisiona.

Tomo lo que puedo de ella. Busco el sentido de las cosas, convivo con la incertidumbre del instante -de cada instante-. Pienso cómo una mirada (mediada por dispositivos diversos y/o por condicionantes externos e internos) podría siquiera encarnar la idea de alguna síntesis hecha imagen, o imaginada al menos.

Una mirada, la mía, entre tantas.

¿Qué estoy decidiendo ver? Pues sin dudas en ese acto, esa propuesta, se recuesta una decisión. Y luego de ese gesto mínimo y elemental, ¿Qué pretendo decir?

Difícil es la respuesta. ¿Existe una foto, aunque fuera una y solo una, a través de la cual pueda expresarse lo inexpresable?

Esa foto es imposible. Así como el intento es inevitable. En la perpetua batalla de la representación sé sin dudas quién saldrá derrotado.

Estos vanos intentos no surgen de la angustia ni de la desesperación, sino que son producto de la obstinada e inútil búsqueda de algo (o de alguien, no podría precisarlo) que me brinde la efímera ilusión del duelo transitado con rumbo al reencuentro. En este lenguaje sin trazo propio que he elegido, el tiempo tiene espesor, aunque este no pueda ser dimensionado. Esto me obliga y obliga a un hipotético/a espectador/a a un ejercicio de percepción voluntario y racional, embarcándonos ambos en otro tipo de búsqueda, a enfrentar un intento no menos vano, que es el de encontrar un argumento, un sentido, la ilusión de vencer a la muerte, que subyace implícita en cada fotografía tomada y por tomar.

Frente a cada foto que hice, frente a cada foto que haré (muchas o pocas, ¿quién sabe?) solo puedo decir una cosa:

Te extraño, mamá.

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