LIBERAR A LA NOCHE

“Le han puesto cerraduras / a la noche” dicen los versos de uno de los poemas de este libro de Luis Palacios. A pesar o a instancias de eso, Luis abre esos cerrojos y libera a la noche en forma de poesía. El lugar en donde la deja es un espacio binario: el barrio y el cuerpo. Ambos configuran el mismo territorio, un punto de encuentro, un trayecto, un recorrido. Barrio/cuerpo con sus marcas, sus señales, sus cicatrices; los fluidos que lo atraviesan, los sonidos que produce, los huecos, los claroscuros. La flora y la fauna propia que cualquier barrio/cuerpo posee.

Hay una intención poética en esta identificación de uno y otro.

En este barrio hay perros y gatos que deambulan en las esquinas, hay serenos que se le parecen; zapatillas que cuelgan de los cables, naranjas agrias en la vereda, silencio en las siestas y lunas que iluminan fantasmas.

Ilustración de Emi Oz

Y del otro lado o del mismo, un cuerpo: ojos mirando la mañana, pies cansados que duermen con medias, el aire del adiós, una respiración a dúo, la desnudez en un colchón, un volcán que son dos, olores imposibles, un relámpago en los dientes. No hay límites precisos en este cuerpo/barrio más que los que configuran los poemas y sin embargo, como trasfondo, vemos cómo transcurre una película china. Tal vez podamos concluir, si es que eso pueda ser necesario, que la belleza de estos poemas no reconoce más que una identidad común, la del barrio que es cuerpo y viceversa; acá, en la China o donde sea que se manifieste.



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