Marcelo Martino

in memoriam

El siete de julio Marcelo Martino, docente, poeta y amigo, falleció. Dejando a quienes le conocieron un gran dolor. Desde este espacio cultural, artístico, independiente y autogestionado que es la revista dejamos una selección de sus poemas y palabras de poetas amigas/os en homenaje.

Marcelo Martino leyendo en el Música y Letras (octubre 2018) – Ph: Zaida Kassab

Para Alma, para Anita, las raíces y la savia

no hay derecho 
     a tanta montaña 
sin poeta 
     a tanta sangre 
sin poeta 
     a tanta palabra 
sin poeta 

andar así 
     con el cuerpo descalzo 
     el ojo en los zapatos 
     la mirada sin bolsillos 
ni monedas 
     y tanto clavo 
sin poeta 
que los cante 
que los clave 
    en la montaña 
    en la sangre 
    en la palabra 
tanto hombre desterrado
   cosida a la garganta 
     su sonrisa 
sin poeta 
que le ponga la mejilla 
   al verbo 
que se corte la lengua 
   y la clave 
en la lágrima 
en el hombre 
en la garganta 

   y tanta cama de hospital 
en el alma 
   y tanto sol a la basura 
   y tanto 
y tanto poeta muerto 
no hay derecho

Porque en tus ojos están mis alas
y está la orilla donde me ahogo.

Carlos Varela (“Una palabra”)
I

hoy 
volveré a caer en tu mirada 
así que 
por favor    no me mirés 
quiero decir 
mirame 

tu mirada hoy 
tiene que ser agua 
potable   estancada 
fría   dulce   oxigenada 
mirada mar o lágrima 
no importa 
con tal de que hoy 
tu mirada sea agua 

te lo digo 
porque hoy 
mis ojos y yo 
volveremos a caer en tu mirada 
así que 
no intentes ser fuego 
o calle de asfalto 

     nada más simple
para tu mirada 
que ser agua
nada más inevitable 
para mis ojos 
que caer en tu mirada
II

cómo salir de tus ojos 
sin dejar a la intemperie 
la mirada

(De Remota Cercanía, 2018, Ed del Dock)

Ariel y Marcelo Martino, primera vez que se encuentran y conocen, con motivo de la presentación de Remota Cercanía en el FIDEO III, poemario en co-autoría escrito desde la distancia. – Ph Zaida Kassab

Desalojo

golpean la puerta 
me llaman 
a los gritos 
quieren entrar 
por la fuerza 
pero no 
no me encuentro 
disponible 
en estos versos 

me amenazan 
con órdenes 
de desalojo 
pretenden 
desahuciarme 
sacar mis muebles 
mis entrañas 
a la calle 
pero 
qué me importa 
si ya no vivo 
en estos versos 
cuelgo en la pared 
dos o tres cositas 
para acariciar 
de vez en cuando 
como un peluche 
de la infancia 
y dibujo rayas 
que me recuerden 
los años 
de mi ausencia 
en estos versos 
cuando vengan 
sepan 
que el timbre 
no funciona
dejen una nota
por favor 
regresen 
sobre sus pasos 
vuelvan 
mañana 
si ayer no estuve 
por qué habría 
de estar hoy 
en estos versos.

Alquilar-es

qué cosa 
engañosa 
qué trampa 
del lenguaje 
del verbo alquilar 
que nos hermana 
a usted y a mí 
porque usted alquila 
y yo también 
pero 
entre usted y yo 
hay muchos verbos 
de distancia 

usted no es 
ni quiere ser 
como soy yo 
y yo no soy 
ni puedo ser 
como es usted 
que alquila 
porque tiene 
porque le sobra 
mientras que 
yo alquilo 
porque me falta 
porque no tengo
 
usted alquila 
dos o más 
departamentos 
que son suyos 
y yo alquilo 
yo le alquilo 
apenas uno 
sin tener ninguno 

usted me alquila 
un inmueble 
de tantas 
habitaciones 
y tantos
metros cuadrados
y yo 
por mi parte 
le alquilo a usted 
una vivienda 
valuada en frustraciones 
y que aspira 
en su inocencia 
a ser hogar 
usted conjuga el verbo 
con convicción 
con prepotencia casi 
yo lo conjugo 
en cambio 
con necesidad
inseguro 
balbuceando 
porque la gramática 
entre usted y yo 
jamás estuvo 
de mi lado 

Caída

“Escapar de los lugares / no sirve de nada”

Alejandra Bosch
¿cuántos ambientes
necesitamos 
para comprobar 
que nos falta el aire 
y que esta atmósfera 
se ha vuelto irrespirable? 

¿cuántas llaves
hay que perder 
para entender 
que no pertenecemos 
que esta casa es alquilada 
y estos huesos 
y las horas 
que llamamos nuestras 
cuando se ven desde lejos 
nos resultan 
tan ajenas? 

¿cuántos vecinos molestos 
y cuántas manchas 
en el techo 
hacen falta 
para empezar 
a planear 
el escape 
a cavar 
el túnel 
el boquete 
que nos salve? 

¿cuántas 
escaleras 
de subida 
y cuántas 
de bajada 
necesitamos para olvidar 
el ascensor 
en la terraza 
y comenzar 
a preguntarnos 
cuántos pisos 
hacen falta 
para enterarnos 
de que estamos 
cayendo?

(De Poética del alquiler, 2021, Monoambiente Editorial)

Marcelo Martino en el FIDEO III (2019) – Ph Daniel Ocaranza

«la muerte es / un agujero / por donde se cayó alguien / justo en el medio del día / y no podemos tomar su mano / ni subirlo hasta nuestro beso»

Silvia Camuña
nada se llevan
cuando a la nada van
sus cosas nos dejan
cuando nos dejan
y sus problemas
como una forma
que tienen
desgarradora
de estar presentes
 
sus camisas nos dejan
colgando huérfanas
todavía en su ropero
y sus zapatos
excepto aquellos
en sus pies ahora
tan piadosa como inútilmente
 
nos dejan todo
cuando nos dejan
el espejismo
de sus pasos por la casa
de sus huesos el crujido
sus lamentos de mañana
o por la tarde
las pastillas ahí
en el armario
guardadas con las fotos
de lo que éramos
cuando todo estaba
todavía por dejarse

COPOS DE COVID

no hay nada
ni siquiera tristeza
ni sensación de derrota
sólo una estepa blanca
y unas ganas
de echarse a dormir
pero el insomnio

(últimos poemas, inéditos)


Amante de los libros y editoriales independientes, gran escritor de poemas,  reseñas y memes, inmenso padre, gran compañero.  ¿A dónde habrás mudado hoy, amiguito? Un nuevo alquiler te encuentra y deseamos que sea, por fin, tu casa propia. ¡En nuestro corazón, para siempre! Y en la memoria. 

Les chiques de Monoambiente Editorial


Buen viaje querido poeta y colega Marcelo Martino.
Una multitud de imágenes dan vueltas en mi cabeza. Pienso en los bellos días berlineses  entre la bruma del tiempo. Vuelvo a aquellos años y me veo con vos y Anita almorzando en Potsdamerplatz, recorriendo calles dispuestas para largas caminatas. Allí se quedaron los tilos, el otoño y su octubre dorado. Me envuelve nítido el recuerdo de las fotos que me sacaste en Alexanderplatz, después las imágenes del día en que vinieron a ayudarme con la mudanza. Yo debía dejar el departamento por dos semanas e instalarme, durante ese tiempo, en los bosques de Babelsberg. Te veo maravillado en el hall de entrada de mi lugar de residencia observando las pinturas del techo, atento a mi relato con la explicación de que la construcción, salvada de los destrozos de la guerra, era patrimonio de la ciudad. Te asombró saber que en el edificio de al lado había nacido Walter Benjamin. Ese barrio era, efectivamente, el barrio de las putas sobre el cual había escrito el pensador alemán.
Pasó el tiempo y los avatares de la vida y, quien sabe, si tu timidez o tu deseo de aislarte de la gente hizo que no nos frecuentáramos después de aquella estancia berlinesa. Me saludabas con la misma amabilidad de siempre y yo respetaba tu decisión de no conversar, a veces, o de seguir con los auriculares puestos, oyendo música en medio de la ruidosa multitud. Ahora miro la dedicatoria de Poética del alquiler -tan increíble y bello libro- y me conmuevo. Siento una extraña tranquilidad, mientras compruebo que la poesía nos reunió y nos dio la oportunidad de despedirnos sin pena y en celebración de la belleza.
El 22 de mayo leíste en el Café Literario y me trajiste tus libros pocos días antes de tu internación. Fue la última vez que nos vimos, agradecidos por las dedicatorias y los gestos amables. Tal vez te hubiese gustado escribir más libros de poesía y ver crecer a Alma.
¿Cuántos sueños /entran/cuántas trampas/ caben/en una llave? Decís en tus versos. Ahora, querido Marcelo, no habrá más alquileres ni llaves para devolver con el alma ahí encerrada. Las llaves del reino tienen un magnánimo dueño y las puertas están abiertas para vos.

Guillermo Siles


Últimamente, todas las noticias tristes llegan a la noche. Cuando decido cerrar el día, y hacer esa pausa de olvido necesario que es el sueño.
Anoche este mensaje llegó a esa hora, pero no era triste. 
Y sí lo era.
Si quería escribirte unas palabras Marcelo... ese fue el mensaje.
Y la noticia triste había llegado muchos días atrás, pero no me abandona.
Tengo aquí cerquita uno de tus libros, “Remota cercanía”, entonces me doy cuenta que eso fue precisamente nuestra breve amistad.
¿Cómo puede uno sentir esa cercanía y esa amistad profunda sin conocerse?
Fue apenas un intercambio de libros.
Fue, como vos me decís en tu dedicatoria, “un cálido intercambio de poesía”.
Yo nunca vi tus ojos, no escuché tu voz sino a través de los mensajes de audio, que suenan metálicos y distantes. Nunca tomamos un cafecito o unos mates. Nunca nos dimos un abrazo de esos reales que tanto extrañamos todos.  En algún lugar de tu casa quedaron mis libros, y la promesa de hablar de ellos y encontrarnos, porque obvio, que esto no duraría para siempre...
 
Nunca.
Nunca sería la palabra que defina esta breve amistad.
Y sin embargo.
Esa remota cercanía hizo que sintiera un dolor extraño y potente cuando te fuiste.
¿A dónde se va la gente Marcelo?
¿A dónde se van tan rápido, con tanto apuro de dejarnos estos huecos imposibles de tolerar?
Yo quisiera no haber escuchado nunca ese mensaje... ese de escribirte unas palabras.
Pero acá estoy. De este lado. Con la palabra Nunca apretada en ese pedacito  tan hondo de la garganta en el que guardamos las penas. O las escondemos, no sé.
En una de tus dedicatorias escribiste: “que nunca falte la poesía…”. A mí me gustaría decirte que nunca falte la gente tan hermosa y necesaria como vos. O como dice uno de tus poemas: 
“de tanto mudarme/de aquí para allá/de allá para aquí/perdí la cuenta y creo que/tal vez/sea mejor así pero también perdí/eso es más grave/la noción del tiempo/y del espacio”
Y te mudaste.
Pero es tan definitivo que duele profundo.
Hasta siempre amigo remoto y cercano.
Hasta siempre.

Adriana Petrigliano, una mañana de julio en La Rioja


DESPEDIDA DE UN AMIGO
Con Marcelo fuimos amigos sin vernos, no fue necesario estar frente a frente para saber cómo era y actuaba, pero, sobre todo, para ahondarme en su generosidad, en su simpleza de poeta enorme, porque enorme era el abrazo genuino de su palabra y su voz.
Su poesía vivirá por toda la eternidad, si eso es algo real. 
Con esta emoción intento despedirme de un amigo que partió sin decir adiós, como un insensato e injusto plan del destino:
Yo tenía esperanzas,
toda la esperanza era mía…
A diario alimentaba –robándole ilusión, un tizón de luz a los dioses– una hoguera con el amable fuego de una amistad repentina y auténtica, mediada por una virtualidad que nos hermanó con la velocidad propia de estos días. Hasta que el alacrán de la injusticia vino a clavar su aguijón de realidad en mi corazón. Entonces, fuimos muchos quienes, con una sola voz desgarrada, nos preguntamos: ¿nos merecíamos el puñal de tu ausencia? Sin embargo, no nos distancia la muerte (no puede) que te desenterró de este jardín, ahora desolado, ya sin las filigranas de tu voz.
Siempre habrá de congregarnos la evocación de tu nombre, como un rito generoso de trascendencia, una búsqueda de sosiego y calma, a partir de la continuación de tu inagotable memoria, para “volver/ sobre nuestros pasos/ juntando las huellas…”
Abriste la puerta de un hogar infinito, te convertiste en dueño y propietario de la gloria. Y porque dejaste de alquilar una peregrina existencia, estás reinventándote desde la emoción y la energía de todos nosotros, que lloramos tu partida, pero que aspiramos y deseamos que escribas, con la luminosidad de tu alma generosa, las historias de tus días y tus amores, tus alegrías y tristezas, tus premios y derrotas, tus pasiones de hombre absoluto, y que alcances la oportunidad de la salvación, negada en esta breve estancia.
Si nos ves “naufragando/ en sueños/ sin salidas…”, acuérdate de nuestra pena, danos la fortaleza para soltar tus alas. 
Nos debemos un abrazo inmenso. 
Hasta siempre, querido amigo Marcelo. Tuya es toda la Luz.
Un fuerte abrazo a su esposa Ana, a su hija Alma, y a toda la familia. 

Aníbal Costilla, Nueva Esperanza, Pellegrini, Santiago del Estero


Una puerta abierta.
Conocí a Marcelo de manera fortuita, efímera y mediada por la virtualidad que la pandemia impone. Nuestro vínculo obedece a la poesía, a la comunicación que las redes (la página de un amigo común) pueden tejer, pero todo esto sería imposible sin su generosidad inmensa, ahí hallo la causa más acertada. Es improbable por no decir imposible encontrar a alguien que abra la puerta de su casa, casi sin mediar palabra y le ofrezca a uno un cuarto de huéspedes.
Mientras releo su libro, esa casa que nos dejó habitar, busco refugio al desconcierto de esta triste noticia. Marcelo escribe por los laterales de “lo debido”, por una persona plural, colectiva y solidaria, su mirada detalla, se desarma, desanda porque junta las huellas, las miradas, las pelusas, los rayones, se corre de la legalidad un momento, está convencido de poner un poema inmenso como un elefante en el aire aunque no haya ménsula que lo soporte o los críticos digan no, y está en lo cierto. El poeta se pregunta si las llaves serán realmente importantes, estoy seguro que opta por perderlas y nos deja la puerta abierta.
Envío un abrazo afectuoso a su familia y amigues en este difícil momento.

Francisco Barrionuevo Sapunar.


Marcelo, ahora que me hallo frente al blanco me doy cuenta de lo difícil que es lo que le he pedido a escritores amigues. Sabemos tan poco de la muerte, es tan fuerte esta palabra, nos llenamos de hipótesis sobre el después... hoy creo que es para no sentir tanto dolor ante la partida definitiva. 
Si solo hemos conocido momentos de vos y el dolor es grande, profundo, no puedo ni imaginar el sentir de tu compañera Anita y de tu bella hija Alma. A veces esta vida nos desafía a hallar fuerzas..., a ser fuertes ante el mayor dolor.
Gracias Marcelo por tu generosidad, la destaco porque no fue ni es común, la generosidad escasea... Son tiempos violentos, quizás siempre lo han sido, pero ahora se nos van gente querida, amada, artistas...
Gracias por interesarte y apoyar siempre las actividades artísticas y culturales de las editoriales independientes, de las revistas, de los festivales, de los encuentros poéticos, literarios... 
Gracias por leerme, gracias por permitirnos leerte, por compartir tus reseñas, eso, eso querido Marcelo. Gracias...

Zaida Kassab


No tuve la suerte de conocer personalmente a Marcelo Martino. Habíamos combinado presentar su libro, en el festival de Poesía de Arroyo Leyes, este invierno. Íbamos a hacer un vivo en Instagram, así nos veríamos las caras. No pudo ser.
Antes, Marcelo me habló una noche por mensaje, para decirme que le gustaba mucho mi trabajo como editora y que, se había quedado con las ganas de conocerme años anteriores, cuando yo no pude viajar a Tucumán. Empezamos a charlar seguido, le mandé libros, me invitó a participar de su propio libro, Poética del alquiler, nos agradecimos siempre las buenas palabras, los gestos, los mismos intereses.
Quería conversar conmigo, sobre algunos poemas de mi último libro, lo habían impactado, eso dijo. Tenían algo que a él lo interpelaban, mis poemas lo conmovían, dijo.
Cuando puso que tenía Covid en las redes sociales, me preocupé, pero dije, debe estar vacunado. Después, pasaron los días y pregunté, la respuesta fue la que todos conocemos. Vino su lucha y el final menos deseado. La tragedia.
Todo lo que me une a Macelo fueron largas conversaciones y promesas de encontrarnos y de publicar un libro con Ediciones Arroyo. La sensación de haber perdido un nuevo amigo, inteligente, comprometido con la enseñanza, querido, muy querido. El vacío. 
Voy a coser con mis manos unas bellas tapas y voy a publicar sus poemas. Voy a pintar un cartel con su nombre y dirá: poeta Marcelo Martino.

Alejandra Bosch, julio de 2021


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