Un artista con una visión multidisciplinaria, de investigación y trabajo. Algunas preguntas y respuestas en torno a sus obras.
Rodrigo Alcón Quintanilha nació en Río de Janeiro, desde hace ya algunos años que vive y trabaja en Buenos Aires. Ha expuesto diversas obras de forma regular a partir de 2009. Se formó en la Escuela Argentina de Fotografía (2010) y ha frecuentado la Escola de Artes Visuais – Parque Lage, en Rio de Janeiro, desde el año 2012 al 2016. Participó en el Programa de artistas en la Universidad Torcuato Di Tella en 2018 y 2019. Entre los meses de septiembre y diciembre del 2019 cursó la modalidad virtual de «Arduino paso a paso» en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional), gracias a una beca de formación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Como el curso preveía la entrega de un trabajo práctico integrador final, Rodrigo, desarrolló la +cámara, una cámara estenopeica automatizada y dedicada a registrar el movimiento de los cuerpos celestes. En el año 2020 cursó el posgrado «Tecnopoéticas y Tecnopolíticas en Latinoamérica» en FLACSO y el seminario de posgrado «Sin el cuerpo no tenemos nada» en la UNSAM.
Entre los resultados de las experiencias llevadas a cabo durante los últimos años ha logrado desarrollar una serie fotográfica inédita, casi íntegramente configurada durante el confinamiento, así como una serie de videos, entre los cuales «ni el Sol, ni la muerte se miran de frente» obtuvo la mención especial del jurado de la edición 48 del Salón de Tucumán, y una pieza sonora intitulada «helionoise o el furor del Sol» que activó durante el mes de enero de este año en la Residencia de artistas La Rural de Raco, y, también, en la Reserva arqueológica Los Menhires, ubicada en el Mollar. Con el motivo de su visita por estas tierras tucumanas van unas preguntas que Rodrigo, amablemente, respondió.
En 2009, “sombra de juguete”, un objeto fotográfico realizado a partir de una técnica que intitulé “umbragrama” fue seleccionado en el 98° Salón Nacional de Artes Visuales. En esa época ya estaba familiarizado con el concepto de intertextualidad, con la idea de que en cada gesto se concentran todas las experiencias previas y que los discursos no se inauguran sino que se retoman. Con los años, fui abandonando sistemáticamente una serie inmensa de creencias alrededor de la formación de imágenes, sin embargo, aquellos conceptos de Genette y Bajtín fueron cobrando una fuerza tal que hoy me acompañan como convicciones. Entre las influencias del ámbito del arte contemporáneo que siguen ejerciendo fuerza en mi práctica, puedo nombrar al apropiacionismo de parte de la obra de Thomas Ruff y Sherrie Levine, así como el aspecto ecológico inherente al concepto de semionauta de Nicolas Bourriaud, entre otres artistas e investigadores.
Desde hace varios años trabajo como monotributista en el campo de la realización y montaje de exposiciones tanto en museos nacionales como en instituciones privadas, incluso ferias. Salvo algunas excepciones, es llamativo el porcentaje bajísimo de artistas sin representación de galerías que participan en muestras no autogestionadas, es decir, sin fondos ni provinciales ni estatales. Teniendo en cuenta que hasta museos con colecciones de arte contemporáneo de prestigio internacional, como el Reina Sofía, adquieren obras en ferias, como ArteBA, podría decirse que el ambiente de les artistas sin representación es bastante hostil, en términos de circulación y visibilidad. En esta dirección, creo que las convocatorias abiertas como las de los salones nacionales, por ejemplo, con un grupo de jurades que operan como curadores, la selección de artistas suele ser más plural. Pienso que no sería descabellado pensar en un cupo para artistas sin galería para participar en muestras que no se curan a partir de convocatorias, sobre todo en espacios dependientes de recuros de gobiernos tanto provinciales como estatales.
En tiempos de aislamiento físico y confinamiento social se extiende el uso de protecciones faciales a nivel global, se promueve el encuentro entre personas de manera telemática y se apela a plataformas virtuales para la exposición de obras de arte. Durante esta pandemia, el contacto con las pantallas se ha incrementado al tiempo que la exposición al Sol ha disminuido sensiblemente. El proyecto “Ni el Sol, ni la muerte se miran de frente» pretende hacer homenaje al trecho de un poema de Hölderlin “donde hay peligro crece lo que nos salva” transmitiendo vía web la performance ejecutada por cuerpos celestes diariamente. Así, un dispositivo diseñado por humanos y controlado por los astros desafía al rey de Tebas al poner las herramientas tecnológicas disponibles en esta era al servicio de algo primordial como la exposición al Sol. Tan inútil como una cámara de seguridad orientada al cielo desde el interior de una máscara de soldar, un dispositivo de fabricación y programación caseras genera un streaming gratuito de las imágenes acheropoietas, es decir, no realizadas por la mano humana, sino por el movimiento de planetas, satélites y estrellas, que, a su vez, activan y controlan, con sus órbitas y rotaciones, el dispositivo mediante un sensor de luz y un brazo robótico. La principal derivación del proyecto constó de la fundación de CIE (Centro de Interpretación Espacial) junto a Jacinta Racedo, plataforma desde la cual se produjeron las colaboraciones con artistas sonoros como Zulu Souvenir (en dos ocasiones) y Látigx.
La +cámara es un deseo cumplido que data de las primeras lunarigrafías, es decir, dibujos realizados por el satélite natural sobre papeles fotográficos durante largas exposiciones nocturnas. Tanto en Buenos Aires como en Río Negro, Chubut y Catamarca, lugares en donde fui desarrollando la técnica desde el 2016, en el marco de residencias y viajes turísticos, se establecía una relación intensa entre mi cuerpo y las cámaras fotográficas de fabricación casera: al principio, yo tenía que obturar manualmente dichas cámaras para evitar que los papeles fotográficos se velaran con la exposición al Sol, lo cual me hacía despertarme al alba, rigurosamente. Durante varias madrugadas, pensé que sería un lindo proyecto diseñar y construir una especie de autómata, una cámara que pudiese funcionar sin depender del cuerpo humano, sino casi exclusivamente de los cuerpos celestes.
El vínculo entre la astronomía y la formación de imagen es íntimo: se dice que la proyección de eclipses solares desde los intersticios formados entre las hojas de árboles sobre el piso pudieron dar la pauta sobre el diseño de la cámara obscura. Lo pude comprobar con mis propios ojos el eclipse de diciembre del 2020, durante un streaming que realizamos con Zulu Souvenir, junto a Lucas A. Kovacic y Maximiliano Basso Gold, en el patio Holzer, gracias a la hospitalidad de Fernando Brizuela.
En mi afán tautológico de dar cuenta de la formación de imagen a través de la propia imagen, me deparé, después de varias vueltas sobre el asunto -pasando por los principios químicos de la fotografía y la teoría electromagnética de Maxwell- con el carácter performático de los movimientos terrestres y lunar alrededor del Sol, formadores primordiales de las formas de onda que hacen visible al mundo.
Astronómicamente hablando, las colaboraciones con Zulu Souvenir, Látigx y, más recientemente, un experimento con Ludalab en la residencia La Rural, dirigida por Marisa Rossini y un concierto junto a Daniel Robles en el Museo a Cielo Abierto en Los Menhires, gracias a la excelente predisposición de su director, Gonzalo Brandán y el apoyo del Ente Cultural de Tucumán, resultaron ser verdaderas alineaciones audiovisuales y hasta orquestales. En el último caso, pude explorar el aspecto sonoro de las longitudes de la radiación solar.
Durante el aislamiento obligatorio, con los últimos papeles fotográficos que disponía realicé una serie de fotografías del Sol y la Luna desde todas las ventanas del departamento en el que vivo. Es una especie de epígrafe estático de las imágenes en movimiento que haría luego y que obtendrían la mención especial del jurado en el 28° Salón Nacional de Tucumán.
Mi idea inicial era aprovechar mi visita a Tucumán para entablar relación con la comunidad artística local. Finalmente, pudimos plantear una visita a La Rural, en Raco. Casualmente, los chicos de Ludalab estaban en la residencia, así que nos pudimos juntar artistas que aventuramos relaciones entre arte y tecnología. También pude conocer al músico y docente Daniel Robles. Yo había viajado con el artefacto sonoro que llamo “Helionoise o el furor del Sol” que consta de un instrumento musical diseñado alrededor de un panel solar de fabricación casera. Objeto que, a su vez, opera como una especie de pata sonora de la investigación visual de la +cámara. Durante dicho encuentro en uno de los lugares favoritos de Atahualpa Yupanqui (según me contaron), surgió la idea de realizar un recital del Sol para monumentos megalíticos, en el Museo a Cielo Abierto Los Menhires, en El Mollar. Siempre de forma autogestionada, entramos en contacto con el museo a cielo abierto y logramos captar el interés del Ente Cultural de Tucumán, que ni bien ultimó los protocolos sanitarios, nos abrió las puertas de esa increíble locación, en la que los menhires reubicados en ese terreno configuran una especie de auditorio. ¡Audiencia perfecta para un concierto ejecutado por otro agente no-humano como el Sol!
Por ahora, lo único que tengo en la cabeza es poder volver a El Mollar con más tiempo para poder ensayar y con suficientes recursos para poder llevar a cabo otra sesión de “Helionoise” junto a las cajas mediadas por reverb y a los audios de campo de artistas locales que Daniel Robles graba y compila desde hace mucho tiempo (verdaderos tesoros sonoros) así como con la presencia de las visuales generadas por los chicos de Ludalab que no pudieron estar en este primer recital.