“No es lo suficiente” de Santiago Alassia, o el arte de doblar y desdoblar

“Entonces a todos los que llegan acá yo les digo: sacate la media y metete adentro de tu mugre y olé bien para poder curarte. Es la única manera de salir mejor al mundo a dar algo que valga la pena”.
Se dobla y se desdobla, No es lo suficiente

En el libro No es lo suficiente de Santiago Alassia hay diez cuentos de diez voces distintas. Todas hablan en primera persona y todas recitan un monólogo desbocado, como si se tratase de un unipersonal en escena. Todas las voces son auténticas. Sin embargo, en consonancia con el título, se trata de características que no alcanzarán para describir de qué va la obra de este escritor nacido en Rafaela, que logró quedarse en 2021 con el premio “Alcides Greca”, el más importante que se otorga en la Provincia de Santa Fe para el género narrativa. 

En uno de esos cuentos, el protagonista es un profesor de teatro con aires de gurú espiritual, que en su aldea alberga a personas que buscan sanarse, o como el texto menciona, encontrar su mugre y limpiarse. En un fragmento de “Se dobla y se desdobla”, la voz de este pastor new age dice: 

Sí es verdad que hay una cosa adentro que mueve a querer entrar en contacto con otros, pero esa cosa no se llama amor sino ser humano. Es el resorte animal del humano que impulsa a llenar los agujeros del otro. Pero están los que fallan en esto y son los rinconeros. Los que rehúsan todo contacto y prefieren ir a echarse a un rincón a estar solos. A mi me gustan los rinconeros, me despiertan simpatía, tienen algo de salvaje adentro”. 

En primer lugar, se podría decir que No es lo suficiente es también un libro de rinconeros. La referencia de este cuento a la fauna que puebla el resto de los relatos, parece ser bastante clara, tanto como el despliegue de ejercicios de dramaturgia dan cuenta en este caso de la formación teatral del propio Alassia, y de su experiencia como escritor y director de obras. 

En general, los personajes de este libro se han replegado en los recovecos de un mundo que funciona con lógicas distintas a las que rigen sus pensamientos y acciones: las lógicas socialmente aceptadas. Por ejemplo, en “El escarbador”, un texto donde un trabajador obstinado, experimenta una transformación en su “estado natural” (personal y corporal), se puede leer:

“Después alguien dijo que debía comprarme una casa con el dinero que me daban en el trabajo. Lo hice, compré una linda casa, con patio y galería. Me puse a vivir adentro. Los que pasaban por la vereda se agachaban a espiar y me veían sentado, con los ojos cerrados, en medio de habitaciones vacías. Cada tarde me llegaba el susurro de las voces detrás de las cerraduras. Decían: «la casa sola no alcanza; ahora hay que llenarla»”.

Los personajes y las personajes de estos cuentos, tienen que sobrevivir en esos rincones, que a veces están marcados por la soledad, otras veces por la locura, otras por el libre ejercicio del deseo. Y en esos lugares, volviendo a la teoría del chamán del cuento, no hay agujeros que llenar más que los propios.

Sobre ese escenario entonces, pasarán: un hombre que tiene que aprender a vivir en la “familia” que le armó su madre; una mujer que atiende el boliche de su marido; una ex empleada de una casa de correas con trastornos psíquicos; la “tambereta” o la loca del pueblo; una asistente de un elenco teatral de comuna con problemas de obesidad; entre otros.

En sus historias quedará a veces el vacío, a veces lo repugnante de sus presentes y en casi todas, la nula posibilidad de cambio. Nada bueno puede venir. Sólo resta acomodar la realidad para sobrellevarla lo mejor posible. Hasta la llegada de un nuevo “nada es suficiente”. Y volver a empezar.

Otra mirada al territorio

En su libro de poemas Hueco en el mundo (Baltasara, 2015) y, sobre todo, en su más reciente poemario Magún, magún (Palabrava, 2019), Alassia supo incorporar a la literatura santafesina una mirada sobre el territorio que vino a romper con cierta tradición vinculada a resaltar la “gesta gringa”. En esta ocasión, los cuentos de No es lo suficiente parecen indagar en una narrativa que, del mismo modo, se aleja a toda exaltación del sacrificio y del trabajo como valores supremos de las personas, y que además se atreve a discutir la masculinidad y a agregar una mirada femenina a este mundo de pueblos chicos, hombres y campo.

Un ejemplo de esto aparece en el cuento “Bolichito”, donde el dueño del lugar es sometido a la burla popular tras haberse caído uno de sus calzoncillos rotos en medio del bar:

“Creo que no me di cuenta cuando el calzoncillo se cayó al piso. Quedó tirado en el medio del salón a la vista de todos. Al ratito se empezaron a escuchar las risotadas. En una mesa estaban cuatro o cinco muchachos jugando con el calzoncillo. Lo olían, se lo tiraban. Uno se lo puso en la cabeza. Mi marido se enojó bastante. Decía que no era suyo. Decía que no era un calzoncillo. En el bolichito lo estuvieron cargando como un año entero. Mi marido decía que era un repasador viejo. Los clientes se reían más fuerte. Nunca me dijo nada. Empezó a juntar él mismo la ropa del alambre”.

En “Tambereta”, por su parte, un ritual bien masculino de la pampa gringa, es interrumpido por la presencia de una mujer capaz de echar por tierra todo tipo de mandato o norma social establecida.

“Todos en el pueblo dicen que estoy mala cuando voy a una carneada y muerdo al chancho (…) Me sale un grito de solidaridad con el chanchito porque lo van a carnear y yo no quiero. Les grito que lo dejen y les quito los cuchillos y le doy con el mango a cada uno en la cabeza y voy yo con el chanchito a que no sufra y lo muerdo en el cuello al chanchito que patalea y patalea como el cancho maricón que es en el fondo y no se aguanta una carneada”. 

En este contexto de ruptura con la tradición narrativa del territorio, los cuentos de No es lo suficiente, le quitan también la carga idílica con que se suele presentar a la vida pacífica y calma de los pueblos de la pampa gringa. En “Ladrar los perros”, además de la lucha interna de la protagonista por llenar el silencio de su hogar, también surge una reacción a un contexto (real o re-creado por ella) donde se ha vuelto difícil vivir:

“Me dijeron que entraron a robar la mercería de Adelita y degollaron al marido, lo dejaron atado a la vidriera y lo encontró la policía desangrado a la mañana. Hace poco en la parroquia le pegaron al cura y escupieron en el cáliz, se llevaron todo el diezmo y le arrancaron la cabeza a la pobre virgencita. A Turrisi le violaron la nena de ocho años y después se la dejaron tirada en el baldío. Ensuciaron las paredes de la casa del doctor y le mataron con alambre de púa los caniches a la esposa. Hacé ladrar los perros, hay que estarse preparadas”.

Doblar y desdoblar la literatura

Como en el cuento del viejo chamán, donde invita a doblar y desdoblar las pieles, como si fuera una media, la mirada de estos cuentos está puesta en aquello que no se ve, que está oculto, en medio de un contexto que pudiera ser cualquier contexto, y que sin embargo habilita lecturas propias al contexto del autor. Se lo preguntamos a Alassia:

Mauro G: ¿Considerás que estas historias resultan significativas para el territorio donde se enmarca tu narrativa?

Santiago A: Me gustaría pensar que sí, aunque creo que se trata de una apreciación que no puedo dar yo sino, en todo caso, los lectores. Ellos sabrán decir si estas historias generan algún tipo de resonancia, en particular sobre el territorio que parecen enfocar: cierta idiosincrasia pueblerina relativamente ubicable en torno a la llamada “pampa gringa”. 
Lo que sí puedo decir es que para mí el territorio es un elemento significativo a la hora de escribir. No puedo escapar (ni me interesa hacerlo, por otro lado) de eso, lo siento como un elemento determinante en mi escritura. No sólo el territorio real, geográfico, el “terruño”, digamos, sino también la experiencia imaginaria de un lugar: cómo puede devenir escenario para una historia, nido para un personaje, o las tensiones entre decorado/escenografía como conceptos relativos a la espacialidad, o la noción de paisaje, etcétera. Quiero decir, el tema sobre cómo es posible representar estas tensiones desde la óptica de la ficción, es algo que me planteo a cada paso. Dije, no inocentemente, “representar”; y ahora me pregunto: ¿sigue existiendo tal cosa? ¿Sigue siendo posible? Bueno, cualquiera fuere la respuesta, creo que sobre la noción de “territorio” se ven muy claramente estos problemas.

M.G: En este sentido, el acto de doblar y desdoblar, ¿crees que es también un procedimiento literario? Es decir, tomar la realidad y darla vuelta, ¿también implica contar de otra manera?

S.A: No lo había pensado, pero creo que podría ser una idea interesante. Tratando de seguirte, arriesgo pensando en voz alta y entonces me pregunto: ¿cómo practicar en el lenguaje instancias de elasticidad, de frente y dorso, de bordes? ¿Es siempre una trama el reverso de otra? En los bordes de un personaje, ¿qué hay? ¿Qué posibilidades se abren en las dobleces de una voz? ¿Desdoblamientos? ¿Doblajes? Si todo puede ser narrado de otra manera, y yo creo que sí, es porque la palabra puede doblar. Es más, ¿vamos a ponernos sentenciosos? Lo único que hace la palabra es doblar.

M.G: A pesar de que nadie lo pronuncia, la frase “no es lo suficiente” funciona como una síntesis de los relatos que incluye el libro. Como una sensación colectiva que embarga a estos personajes, frente a lo que habitualmente se nos presenta como motivos o razones para hacer las cosas que hacemos. ¿Pensás que el arte y en particular la literatura pueden llegar a ser lo suficiente?

S.A: Sólo de manera parcial, momentánea. Nunca de un modo conclusivo. Pero me parece que está bueno que sea así. Porque no creo que se trate de clausurar la literatura en una certeza con carácter de absoluto, cosa que sin dudas sería muy cómoda, pero mortalmente aburrida. Deberíamos dejar de andar buscando certezas todo el tiempo y tratar de practicar más un planear sobre la incertidumbre. Sostenerse en las inconsistencias. Lo que yo leí en esa frase, “no es lo suficiente”, que encontré al pasar en algún relato de Beckett mientras estaba armando el libro y que ciertamente me resultó inspiradora, es una suerte de fórmula que podría resumir, si se quiere, de un modo claro y enigmático a la vez, algo del orden del deseo que afecta a estos personajes. Como si la estructura de deseo que los tiene tomados los llevara a buscar despojarse de todo lastre, de toda ilusión, de toda distracción, hasta dar con el corazón de su deseo. Claro que nunca llegan a tal cosa porque tal cosa simplemente no existe, pero ellos no lo saben. Lo que sí saben es trazar estrategias para despojarse, desmarcarse de la sociedad, de los mandatos, e ir en busca. Pero no es lo suficiente. Cuando creen haber llegado y se sientan a gozar, otra vez, al ratito, la voz que les dicta en el oído: no es lo suficiente. Bueno. Me parece que algo de eso hay en la escritura.


Santiago Alassia


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