El 30 de junio, mientras terminaba mi jornada laboral, recibí una noticia que me dejó sin habla. Desde Corrientes, una amiga me comentó del fallecimiento de Tony Zalazar. Escribí estas palabras y recuperé otras para despedir a quien siempre será mi Poeta del litoral.
Perfil
Conocí a Tony Zalazar durante mis primeros meses en Formosa. En ese entonces, Osvaldo Bossi se encontraba en la ciudad dictando unos talleres de poesía y Tony había viajado para invitarlo a una mesa de lectura en Corrientes. Después de ese fugaz encuentro perdimos contacto hasta que, entre libros que iban y venían, articulamos una presentación en espejo. Entonces viajé a Corrientes para que el presentara mi libro Cuando vengas, te cuento y yo su poemario Se llama Epífora, que había obtenido el primer premio en el concurso de poesía del Instituto de Cultura de Corrientes.
Así nos hicimos amigos. Era una persona extremadamente generosa. Tenía alma de puente: un talento innato para conectar lugares y personas. Sus lecturas durante la pandemia son una prueba de ello. Mientras el mundo se cerraba, organizó encuentros virtuales donde tomábamos vino y reíamos leyendo poesía. Él oficiaba de maestro de ceremonia: entre las lecturas, intercalaba autores y autoras de diferentes tiempos y latitudes.
Marcos Antonio «Tony» Zalazar nació en Resistencia en 1980. Escritor, docente, editor y gestor cultural. Junto a Luis Argañarás y Mario Caparra, fundó la editorial Ananga Ranga Taller. Publicó Poemas de Tractores (2001) y Dios TV (2004) (ambos en coautoría de Mario Caparra), Ser De Ruido (2006), Quherencia (2009) y Se llama Epífora (2016). También compiló las antologías Ida y Vuelta (Poesía de Chaco y Corrientes, 2016), Poemas con Famosos (2010), Parrincestos -reescrituras poéticas- (2011) e Hijo e’ pluma (2013). En la colección Mulita, publicó el libro de cuentos Carece de Madurez (2013).
Amaba la docencia. Una vez, al regresar de Misiones, en medio del viaje, me envió un audio por whatsapp para comentarme sobre su proyecto con estudiantes llamado El mundial de poesía. Sin dudas era un niño que sabía jugar con las palabras. En él no había poses de poeta, solo proyectos, apertura y creatividad por donde se lo mirara. Llevó adelante, junto a numerosos hacedorxs, espacios tales como el ciclo «Tenemos visita» o bien la organización de la «Maratón Cultural». En 2020, a través de su sello editorial, reeditó el poemario Se llama Epífora. Paula Maciorowski realizó el arte de tapa; en su interior había una ilustración de Victoria Martínez Zurbano. Juan López escribió el prólogo y Osvaldo Bossi –como un padrino en ambas ediciones– la contratapa. Para mi sorpresa, incluyó, a modo de epílogo, la presentación que le había escrito para aquel encuentro en espejo. Lo recordaré así, con cariño y admiración. Comparto aquel texto a modo homenaje:
Un libro-jardín Presentación del libro «Se llama Epífora» de Tony Zalazar 7 de setiembre de 2018, Biblioteca Mariño, Corrientes Buenas noches, Antes que nada, quiero agradecerle a Tony por recibirme en la ciudad de Corrientes. Ciudad que en mi cartografía imaginaria describo como «La habitación con patas de elefantes» en alusión, claro está, al Puente General Manuel Belgrano. Además, mi agradecimiento a la Biblioteca Mariño por brindarnos sus instalaciones para esta presentación y aprovecho la oportunidad para darles la bienvenida a quienes nos acompañan esta noche. Para comenzar quisiera citar algunas palabras de Octavio Paz, quien en su ensayo El arco y la lira, sostiene: «El tiempo no está fuera de nosotros, ni es algo que pasa frente a nuestros ojos como las manecillas del reloj: nosotros somos el tiempo y no son los años sino nosotros los que pasamos» (2010:57). Con estas palabras, el escritor mexicano pone en diálogo dos dimensiones espaciales (dentro-fuera) revelando cómo el tiempo define nuestra condición humana. Los seres humanos estamos atravesados y construidos por el tiempo, es decir, nos habita a la vez que habitamos en él. Si hay una constante en el libro Se llama Epífora de Tony Zalazar, es la presencia del tiempo y su fuerte vínculo con el cuerpo. Premiado en el Concurso Literario Anual 2017 de la provincia de Corrientes, el poemario articula un viaje al pasado que se inicia con «Viaje a las estrellas». Comparto algunos versos: Hubo noches en que mamá desplegaba como hélice su repasador astroso y los mosquitos espantados despejaban el cielo a nuestros ojos. Veíamos juntos ese estar inútil de las estrellas ese estar tan bellamente para nada para el ocio para la poesía para que mamá me haga viajar al brillo distante de los ancestros. En el poema, madre e hijo fundan al poeta. El niño que mira «ese estar inútil de las estrellas» almacena esas imágenes para que el poeta luego pueda evocarlas en sus composiciones y reconstruir con ellas el tiempo vivido. Debajo de un cielo brillante, mientras aleja los mosquitos con el repasador, la madre viaja con el niño por el cielo del deseo en busca de estrellas fugaces: «Había que avistar la estrella fugaz/ y lanzar al instante/ las redes del deseo/ sólo así el encanto era posible». La imagen resulta preciosa y constituye un gran aprendizaje: por su madre, el niño sabe que el «encanto» no es eterno, que su fuerza radica en la instantaneidad, como ocurre en la poesía. A medida que transitamos, o más bien, a medida que los poemas nos transcurren, descubrimos que las imágenes se abren al lector con la suavidad de las flores. Pétalo tras pétalo, palabra tras palabra, este libro-jardín le brinda hospedaje al cuerpo del tiempo. En el devenir de la lectura, la madre se transforma en el hilo que enhebra todos los poemas. Sus palabras, sus gestos, su presencia configuran un relato que sostiene la memoria: Ver borroso también aclara un poco las cosas, ojos adentro siempre laten otras galaxias – Mamita está goteando. – Vamos adentro, sí que se viene el diluvio. Del ojo izquierdo de mamá brotó el colirio lírico del corazón. La madre llueve y llora como el cielo. Frente al llanto, surgen algunas interrogantes ¿Cuánto tiempo tarda una lágrima en deslizarse por la mejilla hasta llegar a la comisura de la boca? ¿Cuánto tiempo demanda la configuración o edificación de una lágrima? ¿Cuáles son los elementos que se requieren para su armado? ¿Las lágrimas tienen planos internos? ¿Estructuras flexibles que se amoldan a la intensidad del llanto? ¿Es posible llorar sin un motivo específico? En el poema «Reencuentro», la voz lírica expresa: «Durante todo el almuerzo/ una gota tras otra gota/ y muchas otras gotas/ brotaron de su ojo izquierdo». En medicina, el término «epífora» remite al lagrimeo constante debido a una obstrucción de los canales lagrimales; en el campo de la retórica se refiere a una de las figuras literarias basadas en la repetición. No obstante, en ambos casos, se trata de la reproducción constante de un mismo sonido: caen lágrimas o caen palabras. Escribimos poesía motivados por una fuerza interna que nace y se impone. Escribimos cuando nos falta el aire o como paliativo para la sed. Escribimos para saber y conocer, pero escribimos principalmente porque la escritura nos permite (re)encontrarnos con el Otro. Raúl Dorra señala que en la poesía está el deseo de decir para que ese decir sea un acto de reunión con el Otro. El Otro al que se refiere Dorra está en el pasado y decir el pasado es hacerlo presente y volverlo poesía. Desde esta perspectiva, la voz poética se reúne con su madre y para que podamos oírla, borda sus palabras con una tipografía diferente: Al borde del jardín en un raquítico cuaderno trasplantaba los nombres que dictaba mamá. – Crisantemos, alegría del hogar acre, taco de reina, croto, dólar botón de oro, trompeta amarilla sombrilla china, lirio… y mucho más. Recuerdo que cuando yo era chico, uno de mis juegos favoritos consistía en armar imágenes siguiendo el orden de los números. Pero no me gustaba completarlas de un solo tirón, pues prefería detener el trazo del lápiz para definir la figura usando la imaginación. Entonces pienso en estos versos de Tony: Todo puede tener sentido si desde un índice sensible se intenta unir los puntos luminosos de la noche Y me pregunto, ¿qué son estos poemas sino imágenes construidas a partir de la unión de estrellas y de lágrimas? Tony Zalazar escribe poemas para recordarnos que con palabras, estrellas y lágrimas es posible volar por este enorme cielo que es la infancia. Muchas gracias.
Una idea sobre “Tony Zalazar: un escritor con alma de puente”
A veces pasa que todos los puntos luminosos del cielo
están para resistir a la oscuridad o para hacernos
amigables partes de ella…
extraño tu estar en ese hermosamente inútiles momentos de leer, crear, recrear y ser
poesía…