Como objeto de uso, consulta y acción, un diccionario trabaja siempre en la hibridez, enfrentando lo propio a lo ajeno, lo ajeno a lo propio. Y la brújula de la búsqueda apunta a tender una soga (con mayor o menor justicia) entre extremos (más o menos distantes). Enlazar.
Pero, ¿qué/cómo se hace con ese otro que se pasea en la vereda de enfrente? ¿Cómo se lo mira? Fundamentalmente, ¿cómo se lo escucha? ¿Acaso se lo escucha o sólo se lo oye? ¿Cuánto entra de la mismidad conocida en esa extranjería por conocer (y a la inversa)?
Esta serie de preguntas, entre otras tantas, exigen responderse a la hora de confeccionar un diccionario. Y cada respuesta exige, a su vez, una decisión. Amontonamiento de partes y parches, un diccionario es, así, parido como engendro bicéfalo: junto a la facción pedagógica —tan largamente estudiada, por cierto—, desprendida o convergida en ella, repta también su cara brutalmente política.
El Diccionario de palabras y frases de lxs nativxs digitales no reniega de esta condición bifronte de la bestia. Acomete con un gesto de potencia política y pedagógica, pero sin hacer grandes espamentos. A la otredad, ese jardín de gente nacida en la era digital, no se la espectaculariza. Tampoco hay intentos por arrimarla con movimientos bruscos. El paso es, más bien, mínimo. Un acto de renuncia: disponer el cuerpo. Limpiar la oreja y entregarla. Prestar atención plena, dando un paso atrás, mientras el otro habla. Mientras el otro es. Reconocerlo en su preciosa otredad. Y hacérselo saber con un silencio reverencial.
Embelesado ante el MonstruoEscucha, el Diccionario ha sido orquestado, podríamos decir, por Pablo Aranda. Nombre propio, claro. Pero no sólo. Por el contrario, el nombre ha cedido la cáscara individual desde el primer momento: el material lexicográfico aquí apilado viene de las voces vivas de los y las nativas digitales y recopila sus creencias y consensos en torno a los significados que hacen a su identidad lingüística. Un trabajo de entretejido colectivo, por tanto.
Y aún más, el texto nos llega como work in progress, como proyecto en proceso: el QR del apartado final, hendija entreabierta, invita a una continua actualización del compendio de manera colaborativa. Que sean precisamente las y los usuarios de palabras y frases del mundo virtual las y los que intervengan en la lengua. En la reflexión de la lengua. ¿Cómo? Encarnando aquellas palabras que Rimbaud envió en correspondencia con Izambard: Yo es otro. Atravesando y exponiéndose a esa suerte de desdoblamiento extraño que implica la auto-escucha. Porque desmenuzar cómo una/o habla supone pensarse a sí, al propio grupo identitario y la propia lengua de manera extranjerizada. Como una/o forastera/o del yo.
Según Sartre, “el infierno son los otros”. Para los y las inmigrantes digitales, los y las nativas digitales. Rumiando esa extranjería, este Diccionario en red arroja la apuesta sobre la mesa: aceptar la incomodidad de lo ajeno. Saborearla. Reconocer al otro, su danza impredecible y la fuerza de su lengua. Buscar el link, algún punto de enlace. Hallar, así, un modo posible de entrar en contacto.
Pablo Aranda, Santa Fe de la Vera Cruz, 1986. Profesor y Licenciado en Letras. Publicó los libros Charla de pájaros (1ed. 2015; rev. en las ediciones 2021 y 2022), Diccionario de palabras y frases de la costa santafesina (1ed. 2015; rev. y aum. en las ediciones 2017, 2018, 2020 y 2022), 7 escenas de lectura o cómo bajarme a mitad de página(2023) y Diccionario de palabras y frases de lxs nativxs digitales (2023).