Un terreno baldío digital: “Revelados” de Andrea Martín

Revelados es el segundo trabajo poético de Andrea Martín (Ánima Fugitiva) que, tal como sentencia la autora, fue escrito en el transcurso del conocido Aislamiento Preventivo Social y Obligatorio que nos dejó encerrados en nuestras casas.

De entre las dedicatorias, hay algunas que siento van más a tono con lo que es el poemario: “Dedicado a mis familiares, los que he decepcionado y los que aún no”; “Dedicado a mi yo de la infancia, te extraño”, en una doble vuelta hacia el paraíso perdido y hacia el futuro nada prometedor para quienes tienen puestas las expectativas en ese Yo lírico que se sabrá hecho de desilusión.

La plaqueta está dividida en dos partes, pero que bien pueden leerse como un continuum, acompañados por una playlist en Spotify e imágenes que atraviesan la escritura como un colorido barco hecho con el papel de la nostalgia. La poesía de Martín apela a un inveterado vocativo que arrastra, que paradójicamente invita y aleja como “una ruta desierta de distancia/con animales escurridizos/cuyos colores canta/el folclorista de turno”. En ese mismo poema, “After all”, hay sembrada una clave -sortija diría- para respirar todo el volumen: “y veré tu reacción/a lo cotidiano/que ya no existe”. Lo cotidiano que ya no existe como el humus desde el que la poeta estructura y -asimismo- escruta su propia voz.

La escritura indie, sus modulaciones, se llevan actualmente parte importante de los devaneos literarios juveniles. Este poemario bucea y puede tranquilamente inscribirse allí, pero diría que esto es utilizado como una máscara, una mueca; la hondura de Revelados recorre esos registros para hacer otra cosa: manifestar una exagerada nostalgia que se postula como piedra filosofal del pulso poético. De ahí que -y fíjense lectores- el poemario no invite a la tristeza, pero tampoco a una risa a boca de jarro; es ese intermedio, esa inminencia en la que nos sentimos identificados: el recuerdo existe para ser magnificado, ya que cuando vivimos la experiencia no podemos calcular su tenor ni detallar la magnitud de lo vivido. “Desenterraré nuestras/cajas del futuro/de este terreno baldío digital”, dice Martín. 

Claro que el elemento digital, visual, musical (en lecturas en vivo Martín casi que “rapea” algunos textos) y la apasionada diáspora de bits, son una constante en la autora, donde las “estadísticas/computarizadas/de mis certezas” confirman la negación de un libre albedrío al que nos vemos sometidos en épocas de algoritmos, burbujas de sentidos y sensaciones siempre iguales a sí mismas. El Yo lírico trasluce (en una métrica por momentos quebrada) mitos como el de Teseo y Ariadna: “me ataste hilos y/ quemé puentes” escribe en “Pretending I give in”, donde el héroe podrá asesinar al Minotauro del pasado, pero vivirá enredado en los hilos laberínticos de la nostalgia. 

En el poema “As if” leemos “ver la fruta en los árboles/considerando si es mejor/que muera joven en mi mano/o al caer de madura”, una afirmación temática del conjunto; una tierra baldía que actualiza el absurdo chapucero que hace de la experiencia e intervención humana una resta a lo que nos propone la Naturaleza: cuando se elucubra que la Tierra sería otra sin nosotros, sin la especie humana, olvidamos a veces que también su sentido sería otro, pues ¿quién puede decir si un fruto maduro se mantendría mayor tiempo en el árbol -o no caería- de no existir alguien que espera tomarlo? 

La segunda parte se titula “Mi hogar se parece al tuyo y los dos se prenden fuego”, un émulo y eco de aquél afiebrado “En donde la memoria es una torre en llamas”, de la poeta pampeana Olga Orozco: “Nadie se muere aquí./Una criatura vela/envuelta entre sus plumas de ángel invulnerable/jugando con ayer convertido en mañana”, escribe Orozco. En “Hierba mala nunca muere”, se pregunta la joven autora “¿Cómo sobrevivo mis raíces hoy?”, en una tierra digital baldía, donde lo analógico pudo explicar lo que la velocidad de lo actual, no. En ese intersticio es que se lanza como desde un tobogán la creación de Martín. El yo lírico susurra en “casa útero”: “Me hicieron sabiendo:/me desharía”, y luego “prendemos una velita/que queme la pared/remiende los platos/con hilos de oro/haga andar la máquina/de coser a pedal/me devuelva mi ser ángel:/el impedimento insiste”. 

El poema “secuencia 40na” es un quinteto breve de textos; el de la chocotorta es el mejor; en el último de esa serie vemos lo que podría entenderse como una abjuración: “y lloro/porque ser centennial/ es el nuevo gualicho”. Revelados es un sector de la calle -de esa calle nuestra guardada en un pliegue del corazón- que tiene escrita (como en un pantalla de brea) la palabra nostalgia. Escribe la autora en p4mp4 v1uda: “Cortan la luz de casa/y este negro/es lo más cercano que me queda/al momento/en que lo tuve todo”.

NOTA: pueden conseguir Revelados en 

http://lapapa.online/producto/revelados/

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