¿Cómo escribir el sonido tan particular de un santiagueño al pronunciar la doble R?
Cuando la oralidad se escribe se pierden los matices de un habla que no es neutral, de un habla que muta de acuerdo a costumbres, lugares y pueblos. Cuando el habla llena de mixturas se transforma en una lengua neutra, pierde la fuerza propia del discurso que acentúa el lugar de origen. En La Muda, el lugar tiene mucho que decir. Habla de sí mismo en cada letra y cada acento. Andrés se enfrenta a un desafío: escribir como santiagueño desde su santiagueñidad.
La Muda es un libro de quince cuentos cortos, contextualizado en un Santiago del Estero muy siglo XXI, donde se relatan diferentes historias con matices absurdos e irónicos que hacen gala de usos y costumbres propios de nuestra provincia.
Comenzamos con Danilo, el protagonista del primer cuento, que da nombre al libro. En un paralelismo con Kafka, Andrés relata la incompetencia de un joven para poder hablarle a una chica, desencadenando su voluntario encierro en el cuarto. Este es el relato más largo y está dividido en pequeños apartados que vuelve dinámica la lectura. Complementado con un narrador omnisciente que siempre encuentra la oportunidad de insultar a su propio protagonista.
En el segundo cuento, “Cuatro Monos”, aparece un recuerdo algo confuso de un recital y una pequeña dicotomía entre cervezas rubias y negras. En “el Entuerto”, Jorge y Luis del barrio Borges van a comer un asado y pasan una noche de confusión en medio de un altercado musicalizado por Koli Arce. Una mariposa “De Mitre” sobre un pie puede causar un caos. Un colectivo Buenos Aires Santiago se vuelve una odisea si nos encontramos con Cornelio sosteniendo “La Caja Oblonga”. El Lawn Tenis se vuelve el escenario perfecto para que la “Viviana” robe bikinis en su propio cuento. En “Ishpalo” los apodos absurdos proliferan.
Estas son algunas de las situaciones con las que nos encontramos cuando leemos “La Muda”. Relatos inteligentes escritos en una prosa que mezcla lo poético con el humor. Andrés convierte al encanto y la risa en dos pilares de sus narraciones, donde la belleza está en lo cotidiano: en el río Dulce, en una canción de cumbia, en una palabra en quechua o en la manera de llamar a algún amigo.
Por otro lado, también asistimos a un Santiago del Estero joven, sacado de la era colonial y rural al que estamos acostumbrados a leer y ver en ficción. La presenta como una ciudad, tal vez menos cosmopolita que otras, pero siempre urbana. Tal vez una ciudad distinta, donde los códigos son otros, siempre fiel a las costumbres propias de nuestro lugar. Andrés tiene la capacidad y la sensibilidad de observar el entorno que nos rodea y traducirlo en palabras con una escritura que el autor la autodefine como una escritura “desde los márgenes”. No son relatos externos puestos desde una mirada extranjera hacia nuestra provincia, es Santiago del Estero hablando de Santiago del Estero. Con hipérboles y parodias. Lo risible que no ofende. Es reírnos de nosotros mismos y festejar esa risa, festejar nuestra periferia, festejar nuestra habla y nuestras R arrastradas.
Andrés me comenta que su desafío no fue transcribir el habla santiagueña, sino crear una escritura santiagueña, que refleje los matices de nuestra habla. Un habla que ha sido silenciada por la literatura durante mucho tiempo. Entre la proliferación de textos en neutro, cuando el neutro se vuelve porteñocentrista, recuperar la oralidad de los acentos propios de un país extenso y sobre todo federal se vuelve una clave política para la distribución de la cultura. “La Muda” es un libro que no se calla nada y que se impone en la literatura santiagueña como obra que busca su autenticidad en una escritura que refleja su propio origen.