Emilia Gutiérrez: la locura, El Bosco y Pizarnik

Emilia Gutiérrez: Extracción de la piedra de la locura, un recorrido por la obra del Bosco y Alejandra Pizarnik.

Emilia Gutiérrez es una pintora, dibujante y grabadora que durante mucho tiempo permaneció en las sombras o, por lo menos, desapareció del ojo de la tormenta  del circuito artístico. Por fortuna en este siglo comenzó a ser revalorizada y a ocupar el lugar que se merece en la historia del arte argentino. Pero ¿qué  relación podemos establecer entre esta artista y el pintor holandés El Bosco y la poeta Alejandra Pizarnik?  Acá les proponemos un breve recorrido que enlaza la vida de Emilia con la obra de estos artistas.

 Desde que nació en 1928, la  vida de  Emilia estuvo signada desde el origen por la soledad y la locura. Su madre a causa del  parto entró en una profunda depresión que terminó en un cuadro de psicosis que la alejó para siempre de su hija. La relación con sus dos hermanas y su abuela -quien las criaba- sumado a los constante viajes de un padre ausente, hicieron que desde pequeña el mundo se convirtiera en un lugar extraño e incómodo para la futura artista.  Esa sombra de la locura de su madre, que la acechaba desde dentro, terminó por cubrirla en 1975 cuando Emilia comenzó a tener alucinaciones. Esto la llevó a aislarse del mundo por completo hasta que la liberó la muerte en 2003. 

Magia (1974), óleo sobre tela, 85 x 74.5 cm. Gentileza de Cosmocosa

Su formación como artista  inició en la Escuela profesional Nº5 de Artes Plásticas Fernando Fader entre 1945 y 1950. Allí aprendió la técnica del dibujo y el grabado. En 1952 se casó Oscar Díaz un diseñador gráfico del que se divorció cinco años después. Más tarde en 1950  se convertiría en alumna del taller del pintor Demetrio Urruchúa, el cual abandonó en 1954. Su carácter melancólico y solitario se acentuará todavía más. En el mismo taller al que concurría,  sus compañeros y el mismo profesor, se burlaban o simplemente elegían evitar la compañía de Gutiérrez. Allí su gusto por el arte de los Países Bajos (arte Flamenco), de los cuales estaba fascinada sobre todo por la gama de colores, la llevó a adoptar la usanza de los maestros holandeses para su propia paleta. Paso a ser apodada por su maestro “la flamenca”. 

La costurera (1973), 45×35 cm
El paseo del diablo (1974), óleo sobre tela, 45 x 55 cm. Gentileza de Cosmocosa

El apodo de Emilia viene también por su fascinación con la obra del célebre pintor neerlandés Hieronymus Bosch (El Bosco) y su pintura “Extracción de la piedra de la locura”, realizada a finales del siglo XV,  y cuya obra -como dicta su nombre- está relacionada con un trastorno mental. 

En la Europa medieval se creía que una roca alojada en la cabeza era la causante de la demencia en las personas. Tal vez esta deslumbramiento de ver un mundo con total libertad -como realmente es- fascinó a Emilia; o fue el verse sumida en ese universo de locura a mitad de su vida. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que, en la  pintura, la roca es suplantada por una flor (tulipán), porque el Bosco nos está mostrando  a través de la metáfora:  la locura del hombre y su credulidad. Yendo más allá aún, es una crítica de cómo los ignorantes puestos en lugares de poder juegan con la ingenuidad de otros individuos y como estos a su vez caen ante sus mentiras. Claramente esto se deja ver a través de símbolos desperdigados en la obra. Por ejemplo: el saco atravesado por el puñal del presunto cirujano simboliza la estafa, o el embudo por sombrero que lleva acentuando el carácter de idiotez. Como fuera, la artista estaba encandilada por esta pintura.

Extracción de la piedra de la locura, Hieronymus Bosch

Esa misma piedra hizo eclosión en 1975 cuando Emilia tuvo alucinaciones auditivas. Aunque ya estaba medicada y bajo tratamiento psiquiátrico desde los 35 años, dejó de pintar por indicaciones de su médica. La artista afirmaba que “el color le hablaba”. No puedo dejar en este punto de hacer un paralelo con Alejandra Pizarnik y con su libro La extracción de la piedra de la locura de 1968. Conocida es la admiración por la pintura y especialmente por el Bosco que tenía Alejandra. Dentro del  libro podemos establecer, si se quiere, cierto paralelo con la vida de Gutiérrez; casualmente el mismo está dedicado a la madre de la poeta, en correspondencia a lo que le sucede a Emilia, donde  sufre y siempre está presente la sombra de la herencia materna. 

Pizarnik tomará en su poemario como elemento clave la palabra, es la palabra quien construye la realidad, es un exorcismo, un ritual, un sostén de la misma, de su propia realidad. Desde allí se contempla el jardín, esa infancia que sostiene el mundo, un lugar secreto libre de sombras donde la cueva del conejo se convierte en un hogar. En este sentido si bien Emilia rehúsa el sonido, contrario a la “enamorada del viento” donde el ruido es música, la pintora se hace silencio para  emprender como Alejandra su viaje a la noche. Y de este modo asfixia al silencio, la pintura. A partir de allí buscará  su voz a través del dibujo durante el resto de su vida para mostrar su mundo interno.

Salón 1973. Óleo sobre tela. 40.3 x 50 cm

Emilia Gutiérrez fue una artista en contracorriente del mundo en general y del mundo artístico en particular- Alejada del ruido del arte Pop  y el Instituto Di Tella -con Romero Brest a la cabeza- decidió dar una impronta muy personal a sus obras y lograr un reconocimiento por parte de la crítica y otros artistas de su época. Luego su autoexilio fue sacando sus obras de la mira del arte argentino. 

Gutiérrez, Pizarnik y Bosch comparten visiones del mundo por fuera del tiempo, no en vano por ello suele asociárseles al surrealismo; pero realmente lo que están expresando con sus lenguajes no es la locura, sino una manera muy personal de ver la realidad. Esto los hace únicos. Parafraseando a Pizarnik la pintura es poesía dotada de voz y Emilia nos habla a través de sus imágenes, nos habla a través de la piedra de la locura.

Serenidad 1968. Óleo sobre tela 70 x 50 cm

“En un muro blanco, dibujas las alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace bajo la luna sobre la triste hierba del viejo jardín. Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombra en tu mirada.”

Alejandra Pizarnik – Extracción de la piedra de la locura

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