Diez poemas de Rita González Hesaynes

algunas teorías

si los niños que fuimos se hubieran visto
se habrían enamorado
con ardor

el mundo les parecía nuevo
a los brotes de humano
y ellos eran nuevos para el mundo

conocían menos que nosotros
el goce de la pena
alzaban con angustia el puñito ante las injusticias
y apretaban los dientes
un gesto que solo las fiebres
virósicas y visionarias
pueden darnos ahora

los miro desde dentro de los vestidos rígidos
que me calcé para no lastimarme
y sentirme otra vez
un cachorro sentado en el confín del patio de la escuela
al que otro cachorro
–mi consciencia–
arengaba a avanzar

será que crecer
no es más que alimentar la propia estatua
en la que estamos atrapados
pero viendo

o será que mi alma
la abstracción de mí misma
evoluciona bellamente
hacia un ser mejorado

y te tiendo los brazos
como si fuera posible
entre nosotros
amor

como si el alquimista
pudiera refinar
el temblor del niño furibundo
en brazos de las sombras
que han sido nuestras madres verdaderas
desde siempre

(inédito)




cada quien oye una canción

Es la Tierra que canta. No hablo de los hombres,
de los árboles. Ni siquiera de las tribus desbordantes
de ácaros, del plancton que formó a humildes
bocanadas el oxígeno. Antes de toda vida
de carbono, cuando los viejos vientos
azotaban la corteza poblada de volcanes
y de océano, cantaba. Antes, aún, del aire,
esta piedra pulida por el tiempo, arrojada
por la honda primaria de las gravitaciones,
cantaba. Antes de que la Luna la observara
de todas direcciones, de que los astros libres
volaran a su encuentro y marcaran en cráteres
el final de su viaje, cantaba. Antes de ser sí misma,
cuando era polvo y gas girando frente al rostro
crematorio del Sol, cantaba. Era apenas canción,
y en esto igual a todos, un sonido improbable
en medio del mayor de los desiertos,
vibrando como un grillo
en la mano impasible de la Nada.

(inédito)



censo

De todas las mediciones demográficas
y datos estadísticos
y proyecciones de cuándo agotaremos el petróleo,
cuántos psicoanalistas cobran su honorario cada mil habitantes,
teniendo en cuenta género, edad y patrimonio,
sólo quiero obtener la cifra categórica:
cuánto tiempo emplearemos aproximándonos,
en qué barrios, a cuántas puertas habré de golpear,
cuántos llamados telefónicos me separan de la pista correcta,
cuántas particularidades y trastornos nerviosos
te distinguen del resto de los hombres
con sus tristes mascotas y sus epidemias.

de ¡oh mitocondria! (2015, añosluz)


daily stand-up

¿Qué podrías hacer para mejorar?
¿Qué podríamos hacer como equipo para mejorar?
¿Te falta mucho para terminar?
¿Qué nivel de confianza te tenés con eso?
¿Ahora con qué vas a seguir?
¿Después con qué vas a seguir?
¿El lunes con qué vas a seguir?
¿Cuál es tu plan del día?
¿Cúantas horas te faltan para terminar?
¿Cuántos años te faltan para terminar?
¿Qué nivel de confianza tenés en tus estimaciones?
¿Qué pensás hacer en esa hora que tenés entre esto y lo otro?
¿Entre las ocho y las nueve?
¿Entre el dormir y el despertar?
¿Qué te ayudaría a terminar lo antes posible?
¿Qué te ayudaría a morir lo antes posible?
¿Ya definiste tus objetivos?
¿Con qué vas a empezar?
¿Qué acciones podemos implementar para mejorar el rendimiento del equipo?
¿Te pasa algo?
¿Tenés ganas de charlar?
¿Qué nivel de confianza te tenés?
¿Querés contarme por qué te sentís mal?
¿Te falta mucho?
¿Cuándo va a entrar lo que estás haciendo en producción?
¿Me darías un estimado?
¿Cómo venís con esto?
¿Puedo darte feedback de tu trabajo?
¿Puedo darte feedback de tu actitud?
¿Puedo darte feedback de tu performance sexual?
¿Podrías darle feedback a tus compañeros?
¿Podrías darme feedback a mí?
¿Podrías darme de comer en la boca y luego mearla mientras tarareás la marcha fúnebre?
¿Ya hiciste plan?
Del 1 al 10, ¿qué nivel de confianza tenés en que vamos a cumplir el objetivo del sprint?
¿Del 1 al 100?
¿Del 1 al infinito?
Del 1 al 10, ¿qué nivel de confianza tenés en tu confianza?
Del 1 al absoluto horror, ¿qué nivel de confianza tenés en tu plan de vida?

de Elfo Corporativo (2021, Promesa Editorial)


el nene ciego: pulsión

El nene ciego ríe
estirando bracitos hacia el rostro hogareño
de aquella que lo carga,
hace que mira el sol
como si iguales fueran
todos los resplandores,
corre como puede, es decir,
corre como cualquiera,
se recuesta en el banco,
escucha retumbar
la avenida y el secador de pelo
de la peluquería y el baldazo
de agua y lavandina que se estrella
en los zócalos, a metros apenas,
como el mar
en los riscos de Montevideo,
el mar que es un rugido
sobre la oscuridad,
recuerda el nene,
el lamido de gato
de ese viento salado
sobre el cuerpo,
que le dio tanto miedo
de irse para siempre.

(No entendemos muy bien lo que deseamos.
Solo sabemos desear con la memoria.)

El nene ciego no precisa
tocar el rostro de la madre,
pero lo hace.


De neuro:mantra (2018, Abend)


el precio justo

Lo que quiero es la fuerza
el garrote cayendo sobre el cráneo
el chirrido de los cercos eléctricos
en la piel del inmigrante ilegal
programas de concursos que rifen huerfanitos
simpáticos con los rasgos correctos
¡Denme toda la sangre del planeta!
Me aburro en este cuerpo
No sé adónde voy y me enloquece la idea de la sangre
Ruego por maremotos contra pequeñas islas
vivo a través de los corresponsales
pago buen dinero por las últimas imágenes de guerra
pago mejor dinero por los más indignos
crímenes sexuales entre eslavos
Les ofrezco por cierto el fervor del aplauso
¿Qué puedo hacer sino con estas manos
incapaces del golpe, del facón, del gatillo?

de en la gran existencia (2017, añosluz)


La alegría de un hombre

¿Qué diremos de aquel que corrió en Maratón,
Filípides, el griego,
después de la batalla legendaria?

Sobre el polvo y las rocas
y los campos de hinojo,
mientras los pies remontaban la brisa
por las inagotables millas otoñales,
pensó acaso en Darío,
en la temible caballería del persa
que habría ciertamente pisoteado
ese templo del hombre para el hombre,
Atenas la magnífica.
Rememoró también
la ventaja numérica de la tropa enemiga
sedienta de riquezas y esclavos y terrenos;
lo estremeció el recuerdo de alguien que lo amaba
en la ciudad o que lo esperaba,
herido, allá en el campamento.
Tuvo tiempo de sobra para observarlo todo:
la soledad, la distancia, los arbustos,
la sombra tan hermosa de las murallas próximas,
para aullar con ardor el último mensaje:
¡Alégrense, atenienses, es nuestra la victoria!
y caer, extenuado, en brazos de la muerte.

Entre los dientes, la sangre y la sonrisa.

Sobre el polvo y las rocas
y los campos de hinojo,
bajo las flechas maliciosas del sol,
corrió Filípides, humilde entre los héroes.
No el que entrega la muerte a manos llenas,
ni el que inicia, furioso, la voz de la batalla.
Para aquellos, los bronces, las estatuas, los mandos militares.
Para Filípides, el viento, las canciones,
nuestra más luminosa resistencia: ¡alegría, alegría!

de La Belle Époque (2017, difusión a\terna)


nacimientos de Venus

Ni doncellas ni ángeles
hay furia
temor reverencial en este pecho
hay un mordisco al aire en la tormenta
Setenta veces siete naciste de la espuma
mi demonio
miel de sangre
A todos los Guernicas
iría a cabalgarte entre el incendio
y a todos los abismos que he de recorrer
vendrás conmigo
y con todos los muertos en las uñas
con que he de acariciarte
como si fueras la última estrella del espacio
habré de acariciarte
con estas uñas que han hurgado también
en la dulzura

En la demencia los rasgos se disuelven
como si un solo ídolo
con el rostro más bello y diverso de los mundos
me hubiera fascinado
He ahí el juguete que los campos eternos
nos arrojan
y esta es la ingratitud
con que te hablo
como si igual a mí caminaras las calles
de los pueblos y sufrieras el frío

Es tan poco lo que recibimos
tan extraordinario
Lo repiten los siglos
un manojo de citas y de estatuas
y Úranos y Cronos y Saturnos
y esquinas de provincia y arrozales
El tiempo nada más que amor
ha arrancado del cielo
nada más que ese pájaro ciego
que aletea
lejos de los suyos

De la espuma naciste
de la espuma del mar, como la vida
y en tantas fauces reinas
vibración adorada
que me paso las almas contemplándote.

de en la gran existencia (2017, añosluz)


rinpoche: trance

vivimos en estado de gracia permanente
dijo el monje, y yo no comprendí
porque entonces escuchaba las palabras
de maestros y lamas
y yo era un siervo impuro
que se entregaba al juego mundanal de los vivos
con agrado

seguí con mi trabajo
que era apilar ladrillos y hacer casas y establos
para los aldeanos

cada tanto pensaba en eso de la gracia
sin llegar a entender lo que significaba

con el tiempo los monjes que aún hablaban
se fueron muriendo
llegaron otros nuevos, más jóvenes
que amontonaban piedras
y miraban, muy quietos, hacia adentro

la existencia entonces
sucedía una y otra vez
un calco de sí misma en otro tiempo
o con otras personas

tampoco nos faltaban diversiones:
recuerdo que hace años
antes de la cosecha
habían venido músicos de lejos
no hablaban el idioma
pero les daban techo y alimento en la aldea
a cambio de canciones
y me senté a escucharlos
como muchos del pueblo
cuando la luz del sol fue disolviéndose

cantaba una muchacha pequeñísima
con la voz formidable de esos ríos
que devoran cachorros y hacen andar los barcos
y era una voz de viejas alegrías y angustias
que parecía ella misma comprenderme completo
y canté y también otros cantaron
improvisando juntos sobre la melodía
y era un momento inmenso en que morí o nací
varias veces, no me explico bien cómo, pero supe
que era esa la gracia de la que hablaba el monje:
canturrear algo hermoso e instintivo y salvaje
en una lengua que uno desconoce

De neuro:mantra (2018, Abend)


violencia doméstica

Soy el vigésimo quinto dictador
de Santa María de las Américas,
el presidente del Fondo Financiero Global,
el líder religioso al mando de periódicos,
canales de TV, rifles de precisión,
billones de suscriptores en TikTok.
Soy el nuevo viejo orden,
el ladrón de cuerpos,
el Khmer Rouge,
el que encuentra un farol en el desierto
y fabrica una bala.
Soy el que experimenta químicamente
con sus subordinados,
el falso demiurgo
del que te advirtieron.
Soy el tentáculo de siempre.
El mosquito que te besa la piel.

Sé que he cometido mis errores,
mi pobre ciudadano.
Deja que me redima.
Ámame de nuevo.

de Elfo Corporativo (2021, Promesa Editorial)

Rita González Hesaynes nació en 1984 en Azul, Argentina. Tras una breve paso por Tandil, vivió 15 años en Buenos Aires y actualmente reside en Berlín, Alemania. Es Lic. en Letras y ha ejercido la docencia y la traducción de la lengua inglesa. Se dedica profesionalmente al desarrollo de software. Tiene cuatro libros publicados: «¡Oh mitocondria!» (2015, añosluz editora), «En la gran existencia» (2017, Añosluz Editora), «neuro:mantra» (2018, Ediciones Abend), “Elfo corporativo” (2021, Promesa Editorial) y las plaquetas «La Belle Époque» (2017, Difusión A/terna) y «Una intensa hierba» (en «La caja negra», 2017, No es como una rubia en el avión).


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