Italia es una tierra con una tradición de solemnes, de poetas que tienen estatuas de bronce y mármol. Aquí el autor del artículo intenta trazar un perfil vivo de Patrizia Cavalli, una poeta que nunca le pidió permiso a nadie
Gracias a Patricio, en el último otoño, conocí poemas de Patrizia Cavalli y los sentí como un nacimiento, una erupción que brotaba en cámara rápida en los centros del cerebro asociados al placer donde resuenan la belleza de las palabras exactas, que es esa cosa tan humana llamada Poesía. No pude contenerme y salí a buscar más poemas de ella, conseguí el libro Yo casi siempre duermo (Antología poética con selección, traducción y prólogo de Fabio Morábito) y me sumergí en su lectura, señalé tímidamente algunos poemas (no me gusta marcar libros ajenos) porque en ellos algo extraño vibró en mis adentros, no sé cómo explicarlo simplemente sucede como cuando llega el alba, sólo sucede.
Y sólo sucede también el amor o la muerte, sin explicar nada. En junio llegaba la noticia de la muerte de Patrizia, allá en Roma quedaba el cuerpo de la poeta más interesante y célebre de la Italia contemporánea, allá en Roma en plena primavera sus amigos y seguidores llevaron miles de flores al Campidoglio donde tuvo lugar una hermosa ceremonia en su honor.
La musa llamada Kim
Una niña italiana va al cine a ver la película Picnic, corría 1955. En una escena el personaje de Madge baja por unas escaleras golpeando sus manos al ritmo de la música que suena, tiene el cabello rubio, un vestido rosa y una belleza resplandeciente, abajo la gente que está en la fiesta baila, el aventurero Hal Carter deja de bailar al quedar deslumbrado con la visión de Madge descendiendo, como descienden los ángeles. En la butaca del cine la niña italiana queda deslumbrada también y le recorre el cuerpo, por primera vez, una electricidad desconocida. Patrizia, la niña italiana, en ese entonces se enamora de Kim Novak quien interpretaba a Madge. Al regresar a casa le dice a su madre que quiere conocer a Kim y, ante la respuesta de que era algo imposible, decide ayunar una semana por la frustración, luego de aquel sacrificio esa “niña infeliz y loca” (así se recordaba a sí misma Patrizia) escribió sus primeros poemas que fueron dedicados a ese apasionamiento que sentía precozmente por Kim.
Desde entonces hizo siempre lo que quiso, decidió que nunca le pediría permiso a nadie.
Fue una adolescente salvaje, le gustaba emborracharse y elegía la ginebra porque había leído que Billie Holiday la bebía.
Le preguntaron en una entrevista si alguna vez se había enamorado de un hombre y ella respondió:
“[…] Pero no, nunca me enamoré (de un hombre). La mía también fue una decisión moral. No podía soportar ser quien tenía que someterse. No podía soportar que me dijeran, bueno, pero él es el hombre, en el sentido de que era más libre que yo, más fuerte que yo. Me volvería loca. Nunca podría haberme quedado un paso atrás, ser menos importante que un hombre. He hecho el amor con tantas mujeres que han sido decepcionadas por sus hombres. Y usé cada experiencia de enamoramiento, cada una de las sensaciones de mi cuerpo, para escribir mis poemas. No tengo alma, solo tengo sentimientos y palabras.”
Ser poeta
Patrizia nació en la región de Umbría, en la ciudad de Todi ubicada en lo alto de una colina. A fines de la década de los 60 se mudó a Roma a estudiar filosofía, vivía en una habitación alquilada cerca de la estación de Termini. Ella seguía siendo infeliz, incluso en su escritura.
En 1969, Elsa Morante publica El mundo salvado por los niños, libro elogiado por su amigo Pier Paolo Pasolini. Elsa era ya una prestigiosa escritora que por ese entonces llevaba casada con Alberto Moravia 28 años. Patrizia leyó el libro y quedó segura que ella era igual a Elsa, y lo repetía todo el tiempo a sus cercanos, hasta que un amigo en común, que insistía que debía conocerla, armó una reunión en un bar, pero Patrizia llegó tarde y la cruzó en la puerta cuando se iba, y con un aire un poco despectivo Elsa le dijo: “Llámame, si quieres”, a los días así lo hizo. Patrizia sostenía con total certeza que todo para ella empezó en ese momento. Conoció a sus amigos más queridos gracias a Elsa: críticos, editores, historiadores, actores, artistas, escenógrafos.
Luego de varios años de visitas casi diarias, mientras almorzaban en un restaurante Elsa se queda en silencio, mira a la veinteañera Patrizia de forma amenazante y le pregunta: ¿Qué haces?
“Yo escribo poemas”. Respondió. Elsa se los pidió porque quería leerlos.
Patrizia fue presa del terror y dejó de asistir a las reuniones, al releer los poemas que había escrito temió que su amiga los rechazara o, aún peor, se riese, ya que Elsa consideraba a la Poesía como la forma del arte más importante. Se sentó y escribió, tachó, borró, reescribió, desechó y volvió a escribir. Luego de haber desaparecido seis meses, un mediodía llevó una carpeta, con treinta poemas breves, se la entregó a Elsa en las manos y regresó a su casa.
A la media hora Elsa la llamó por teléfono y le dijo:
—Patrizia, estoy feliz: eres poeta.
Los poemas fueron publicados en 1974 por Einaudi, la primera de seis colecciones, dedicados a Elsa quien eligió el título del libro: Mis poemas no cambiarán el mundo, nombre surgido de un verso del siguiente poema:
Alguien me dijo que ciertamente mis poemas no cambiarán al mundo. Yo contesto que ciertamente sí mis poemas no cambiarán al mundo
El título de aquel primer libro, para los años en que aparece, una época signada por las luchas políticas y estéticas, termina siendo tremendamente provocador. También tiene un puente, a modo de burla quizás, con el libro de Elsa El mundo salvado por los niños.
Años después la amistad terminó.
Los libros
Sus libros, casi todos publicados por Einaudi, han marcado la historia de la literatura italiana y la de una de las series más importantes de esta editorial, la Colección de Poesía Einaudi, normalmente llamada «la Blanca» y estos son Le mie poesie non cambieranno il mondo (1974), Il cielo (1981), L’io singolare proprio mio (1992), reunidas en el mismo año en Poesie (1974-1992), Sempre aperto teatro (1999), La guardiana (2005, publicado por nottetempo), Pigre divinità e pigra sorte (2006), Datura (2013) y Vita meravigliosa (2020).
En narrativa publicó Con passi giapponesi (2019), también con Einaudi, en la que confluyen textos inéditos y escritos más antiguos, así como espléndidas traducciones teatrales como el Anfitrión de Moliere, Sueño de una noche de verano y Otelo de Shakespeare. También tradujo a Wilde. Con respecto al trabajo de traducción, Patrizia sostenía:
“[…] Traté siempre de producir traducciones vivas, listas para el escenario. Es como gimnasia verbal. No se puede simplemente transportar las palabras de un idioma a otro, y nunca se puede buscar sinónimos, no existen, porque cada palabra es única, cada palabra quiere significar exactamente eso.”
Sería difícil hablar de una influencia real en su originalísima lírica, la misma Patrizia nos habla de sus lecturas:
“No me comparo con mis contemporáneos porque la mayoría me aburren, me comparo sólo con los grandes poetas, o más bien los leo. Con Umberto Saba, con Sandro Penna, con Giorgio Caproni.
Ahora estoy leyendo Mandelstam, pero es un infierno no poder leer ruso, no poder disfrutar de las rimas, lo mismo le pasa a Marina Tsvetaeva: la métrica es tan importante, la poesía es la sonoridad. Mis poemas cortos, si no tuvieran ese sonido, no serían nada. […]
Cuando lees a los verdaderos poetas las palabras te llegan, existen, se abren, no se cierran. Me pasa con Dante, con Cavalcanti, con Leopardi: siempre los leo con éxtasis, los aprendo de memoria porque es importante, es fundamental, me hacen compañía”.
En otra entrevista Patrizia nos deja una hendija para curiosear y entender cuál es la pulsión de su escritura, cuál es el milagro que le permite tejer sus poemas que nos cubrirán con igual fascinación como cuando se asiste a un nacimiento:
[…] mis poemas parten de algo físico. Me sostiene el eros cuando escribo. Ahora, con esta enfermedad, este cáncer que me diagnosticaron en 2015, es como si hubiera perdido la memoria de ciertos sentimientos apasionados. Pero no he perdido la oreja. Puedo escuchar cuando una palabra no es la palabra exacta. La poesía se trata de ser preciso. La palabra debe sorprenderte incluso en su necesidad, como si la escucharas por primera vez. Nunca debes caer en los hábitos del habla, porque no hay nada más hermoso, más sorprendente que el lenguaje. “Pensar en ti / podría hacer que me olvide de ti, mi amor”. Este pareado, se desliza en el aire, ¿lo oyes? La poesía sabe deslizarse por los aires”.
Patrizia Cavalli escribió poesía en una época de transición entre la vanguardia y la posmodernidad. En su camino supo mediar entre lo clásico y lo moderno, sin perder nunca la brújula de su voz, con una gran coherencia intelectual y poética.
En el primer poema que escribió Patrizia, “Si Kim Novak muriera”, decía ¿Dónde está esa ropa negra mía?.¿Dónde está el dolor que se muestra por fuera? ¿No está ahí? Bueno, no importa. Tendré una pena precoz en este profundo corazón mío. No sabemos si Kim, que aún vive con su marido en una granja de California donde crían caballos y llamas, se enteró de la muerte de Patrizia. Nosotros aquí vestimos palabras en luto y la recordamos con pena en lo profundo del corazón y a la vez festejamos la existencia de sus versos.
Poemas de Patrizia Cavalli