A la memoria de Gustavo Figueroa y Luis Palacios
¿Cuál es el gusto de la pena? Apenas llegaba a la oficina, Gustavo me pedía mates. “Cebate unos amargos, Nimia, así charlamos”. Entre mates y mates los temas de conversación nunca se agotaban: filosofía, libros y, especialmente, política.
Con Luis no compartimos ni un mate. Nos vimos apenas dos veces, pero en las charlas interminables por whatsapp también sobraban los temas: poesía, los chicos del Roca y los beneficios de la harina integral. “El poema jamás es inocente”, me decía, repitiendo así un verso de su Película china.
La primera vez que mi hija me vio llorar desconsoladamente fue cuando me avisaron de la muerte de Gustavo. La segunda vez que no le pude mentir por qué lloraba fue cuando supe que Luis había fallecido.
Luego de la muerte de Juan Rulfo, su amigo Fernando del Paso le escribió una carta que leyó en su programa radial. Incluso Fernando tuvo que dar por radio la noticia de la muerte de su amigo y pareciera que en ese momento, como nos pasa a casi todos, no pudo decir mucho al respecto.
La carta comienza así: ¿A que no sabes con qué me salieron el otro día, Juan? Ni te imaginas. No sabes las cosas que dice la gente cuando no tiene nada que decir. Pues fíjate que andaba yo por París, porque te dije que venía a París, ¿no es cierto? Bueno, te lo estoy diciendo. Andaba yo por aquí. No te diré que muy quitado de la pena porque ahorita tengo varios problemas que no viene al caso contar, cuando de sopetón, así, de sopetón, me dicen que nos habías dejado: que te habías ido.
Así, de sopetón, me enteré de que Gustavo y Luis nos habían dejado. Así, de sopetón, quienes los hemos conocido sentimos ese golpe como un viento zonda que llega seco y genera destrozos. Hay un cuento de Liliana Bodoc que se llama Amigos por el viento donde el primer párrafo también es un sopetón: A veces, la vida se comporta como un viento: desordena y arrasa. Algo susurra pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta lo que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.
Cuando nos avisan que amigos entrañables nos han dejado aparece ese viento sopetón que nos ensucia los ojos y nos deja un sabor que nos desordena la vida cada vez que los recordamos, especialmente en esas costumbres cotidianas como la de compartir un mate.
¿A qué sabe el dolor?, ¿será como el de los mates que me pedía Gustavo? ¿Cuánto trago amargo puede soportar un cuerpo cuando esos refugios del alma que son los amigos ya no están?
Hace tiempo que mi paladar tiene un sabor indescriptible: el gusto de la muerte de un amigo.
SOBRE PELÍCULA CHINA
El cuerpo es el punto de encuentro de todo el poemario; un cuerpo que pareciera estar cansado de «sacar la tristeza a pasear» y que, constantemente, se encuentra y desencuentra en una «desnudez providencial».
Cuerpo que es territorio donde se libran batallas con aquellos recuerdos tensos y densos, con conductas intensas, con el miedo, el hambre, la soledad y el insomnio. A veces, es un territorio que se abandona o, se pretende abandonar, pero al mismo tiempo es el locus que debe defenderse porque en él se inscribe todo lo que verdaderamente importa, como el amor, la música, la paz de los perros y los gatos teñidos por el hollín.
La voz poética oficia de nave para transportarnos por fotogramas de amuletos, rituales, sudores y toxinas. La herencia de Luis es esta nave poética, donde «la belleza se abre paso» porque «el poema jamás es inocente». En estos versos, el cuerpo es territorio y nave al unísono.
En los epitafios antiguos existe una frase que se repite: Que la tierra te sea leve. Quizás para Luis, para lxs poetas o para los amigos debamos cambiar esa sentencia. Tal vez, sería mejor decirles: “Vas a componer canciones desde la tumba / donde el viento arrastre el polvo”.
Luis Palacios (Santiago del Estero, 1975 – Tucumán 2023). Ejerció como periodista y productor. Vivió en Tucumán desde el año 2012. Fue comunicador y militante social. Coordinador de comunicación institucional del CRCM Julio A. Roca, donde desarrollaba diversas actividades relacionadas con fotografía, radio, audiovisual, con adolescentes en contexto de encierro. Publicó en antologías tucumanas, santiagueñas y en medios gráficos de ambas provincias y de Buenos Aires. Participó en diversos proyectos de investigación multidisciplinar con eje en la poesía, entre ellos el proyecto Biblioteca parlante Haroldo Conti, dirigido a personas no videntes. Editor junto a Rut Tomatis del poemario póstumo María de María Medina, poeta víctima de brutal femicidio (editorial Tropa Circa).
En 2015 publicó el poemario Cuaderno de Bitácoras con Ediciones de La Eterna y en 2021 publicó el poemario Película China con Falta Envido Ediciones.