Poesía: Metáfora y resistencia III – Un hacedor de redes culturales llamado Burnichón

“Burnichón era una especie de peregrino de la letra impresa, extraña cruza de Gutenberg, Viajante de Baley, mormón laico y unas gotitas de chivo sabio.”

Así definía Mario Paoletti a Alberto Burnichón

I

A fines de mayo de 2017, el colectivo Cultural esCuchara, en el marco del Mayo de las Letras, montó a lo largo de la geografía de la ciudad un tour donde se visitó distintos lugares míticos vinculados a la creación de literatura en San Miguel de Tucumán, en esos espacios se llevaron a cabo diversas acciones performáticas. Una de las postas consistía en un homenaje al movimiento literario La Carpa; conversando con un académico le conté las versiones que me llegaron del porqué el grupo había adoptado ese nombre (las dos versiones estaban equivocadas). Entonces el profesor me comentó de la importancia fundante de Alberto Burnichón para la creación de La Carpa, nombre que registré para comenzar a saciar la curiosidad y encontré que el poema, que tanto me emocionaba y emociona aún y conocía hacía mucho tiempo, de Miguel Ángel Pérez “Anoche lo nombramos” estaba dedicado al editor. Al año siguiente en la feria del libro en Plaza Urquiza, dentro del Mayo de las Letra de 2018, me encontré con un stand homenaje al editor y pude acceder a parte de la obra editada por Alberto Burnichón y conocer en persona a uno de sus hijos que me contó, aquella tarde, la visión de cuando él era un niño y acompañaba a su padre a visitar a muchos de mis poetas amados.

II

¿Quién fue Alberto Burnichón?

Fue un gestor cultural gravitante en la cultura de las provincias que llevó a cabo diversos proyectos culturales, los sostuvo y acrecentó a partir de formar un entramado de redes para la circulación de las creaciones. Alberto Burnichón fue titiritero, director e integrante de teatro en Tucumán, pero principalmente un editor de libros y plaquetas de poesía, cuentos, dramaturgia, dibujos e ilustraciones de artistas de distintas provincias y en su mayoría desconocidos, en tiempos en que prácticamente Buenos Aires concentraba la totalidad de la industria editorial.

Burnichón fue un librero y editor golondrina, podría ser una poética y buena definición alternativa.

Nacido en Tigre, Buenos Aires, en 1918. Llegó a Tucumán a inicios de los 40, donde comenzó su militancia cultural, participó en el armado del teatro de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), conoció a la filósofa y pedagoga tucumana María Esther Saleme (“La Negrita” quien merecería otro artículo por su apasionada militancia alfabetizadora de los vulnerables, ver link de homenaje al final del artículo) con quien, al promediar la década del ‘40, contrajo matrimonio y tuvo sus 4 hijos. 

Soledad Martínez Zuccardi en su artículo Posiciones y polémicas en la literatura del Noroeste argentino. El grupo “La Carpa” y la conciencia poética en la región, cuenta:

“El grupo se forma hacia 1943 en torno al teatro de títeres, bajo el impulso de dos figuras ligadas a esa actividad que pasan por Tucumán: el artista brasileño de origen lituano Ben Ami Voloj y Alberto Burnichón, quien luego trazaría una valiosa trayectoria como editor. Durante ese año La Carpa organiza funciones de títeres, de las que surge el nombre de la agrupación, además de recitales de poesía y conferencias, pero su actividad central sería la labor editorial, iniciada con la publicación de una serie de cuadernos y boletines aparecidos con frecuencia periódica en Tucumán entre abril y diciembre de 1944. Los “cuadernos”, denominados así por los mismos integrantes del grupo, constituyen libros no muy extensos –entre ellos, la mencionada Muestra Colectiva de Poemas– que se caracterizan por ser numerados de modo consecutivo y por estar acompañados de boletines noticiosos. Tales boletines, de alrededor de ocho páginas, son presentados como una “Publicación bimestral” titulada La Carpa y contienen artículos, reseñas, ilustraciones y noticias de las actividades emprendidas por los miembros del grupo. Se trata de publicaciones que resultan de un trabajo casi artesanal asumido colectivamente y con entusiasmo, tal como expresa un breve comentario incluido en el primer boletín: “En ‘La Carpa’ cosemos nuestros libros que más tarde saldrán a la circulación y a la benevolencia del público. Así entregamos además de la labor personal de cada uno de nosotros, el cariño de todos expresado en el trabajo manual”

El matrimonio Burnichón/Saleme queda forzado en 1952 a buscar un nuevo lugar ya que María Saleme fue cesanteada en su trabajo en la UNT (Universidad Nacional de Tucumán) por negarse a llevar luto debido a la muerte de Eva Duarte de Perón. Primero se trasladaron a Buenos Aires para luego radicarse definitivamente en Córdoba, más específicamente en Villa Rivera Indarte. Al establecerse en la provincia mediterránea, Burnichón decide crear su propio sello editorial, al que bautizó Burnichón Editor.

María Saleme

III

Tejer redes

La historia de Argentina está signada por las asimetrías, o bien se construyó con asimetrías. Todo lo que no es puerto es periferia y como un torbellino que atrapa, deglute y lleva con su fuerza centrípeta todo a Buenos Aires, desde donde erige las hegemonías. Con mirada histórica podemos decir que la capital argentina se colocó máscaras para simularse europea. Las provincias son periferia, son Latinoamérica, y esa marca se profundiza a medida que se vuelve más andina, más monte, más selva.

Bajo este sucinto marco, la historia nos cuenta que no son muchos los intentos de crear voces literarias con autonomía en siglo XX en las provincias, podemos citar a La Carpa con centro en Tucumán, Tarja en Jujuy y Calivar en La Rioja como contados ejemplos que surgen a mediados de siglo.

Sobresale como una “anomalía” el proyecto cultural de Burnichón: crear una editorial para publicar y distribuir las obras de escritores y artistas del interior del país poco conocidos o que se encontraban en su mayoría inéditos.

Para lograr que este proyecto sea sustentable había que crear o bien ayudar a crear un espacio social de acción y de influencia donde pudieran confluir actores interesados en la literatura, en definitiva había que construir una red de relaciones a donde un nuevo capital, que en ese entonces parecía no existir por ser desconocido, circule y se fortalezca. Esto con el tiempo fue haciéndose posible entre las provincias, donde las creaciones eran conocidas y compartidas. Toda red necesita de los nodos. Un nodo es un punto de intersección, de unión de varios elementos que confluyen en el mismo lugar. Burnichón fue estableciendo esos nodos, muchos previamente conocidos por su rol de viajero, librero golondrina o titiritero. Entonces en distintas provincias las librerías, bares-peñas, locales periodísticos, restaurantes de pueblo y teatros fueron constituyéndose en sedes del circuito cultural/literario/plástico, donde Burnichón asistía con frecuencia para distribuir sus libros y plaquetas, e intercambiar todo tipo de bienes culturales, ya sean materiales o simbólicos.

Entre estos lugares citamos: 

En Tucumán frecuentaba a Enrique Wernicke y Omar Estrella, en Salta a las hermanas Ortiz, en Resistencia (Chaco) visitaba el bar-cultural El Fogón de los Arrieros y en la ciudad de Posadas (Misiones) se relacionó con Eva Díaz de la librería El Escarabajo de Oro. En la ciudad de Paraná (Entre Ríos), solía visitar la casa del poeta José Pedroni, al librero Carlos María Quinodoz y la librería Don Pedro de Monte. En La Rioja, se reunía con el pintor Miguel Ángel Guzmán y en Santiago del Estero, con el artista plástico Bernardo Ponce. En la ciudad de Buenos Aires, se frecuentaba con los libreros Gerardo Zanotti, Antonio Rego y Héctor Yánover, y en Villa Constitución con el imprentero Julio Miguevich, en Mar del Plata visitaba a José María Orezáns, quien llevaba La Posta del Ángel y en Tandil se vinculó con el librero Agustín Billar. En la ciudad de Córdoba, mantuvo relación con el librero Juan Roldán, que tenía una librería en la calle Obispo Trejo, así como con Bernardo Nagelkopn (de librería Paideia), también frecuentaba las oficinas del diario Córdoba. En Río Cuarto, conoció al librero Lino Frasón. Los citados son ejemplos de algunos de los “nodos” culturales que sirvieron para conformar ese espacio relacional que permitió la circulación y consolidación de obra de los escritores publicados por Burnichón Editor.

Eduardo Galeano en su libro Días y Noches de Amor y de Guerra recuerda:

Yo también conocí a ese inocente, mercader de hermosuras invendibles, que recorría las llanuras y las sierras con los brazos cargados de dibujos y poesías. Burnichón se sabía el país piedra por piedra, persona por persona, el sabor de los vinos, la memoria de la gente.

IV

El catálogo

El catálogo de Burnichón Editor, fue reconstruido para el homenaje que se realizó en la Feria del Libro de Córdoba de 1996, a veinte años del asesinato de Alberto Burnichón y fue elaborado a partir de los aportes de los libros de las bibliotecas de viejos amigos, de María Saleme y sus hijos. Libros que fueron rescatados ya sea del olvido o del fuego, destinos casi asegurados a los que los habían condenado el terror.

Entre los muchos autores de libros citamos a Manuel Castilla, Juan José Hernández, Daniel Moyano, Ezequiel Martínez Estrada, Jacobo Regen, Raúl Galán, Victor Hugo Cúneo, Enrique Wernique, etc.

En Plaquetas y cuadernillos de poesía algunos de los autores publicados son Miguel Ángel Pérez, Manuel Serrano Pérez, Walter Adet, Raúl Aráoz Anzoategui, Mario Romero, Armando Tejada Gómez, etc.

En plaquetas y cuadernillos de dibujo publicó a Carlos Alonso, Alfio Grifasi, Crist, Fontanarrosa, Scafatti, Hermenegildo Sábat, Juan Gelman, etc.

La producción de Burnichón Editor comprendió el periodo de 1957 hasta 1976 y alcanzó más de 70 publicaciones.

V

El desenlace

En su libro Alberto Burnichón el delito de editar, fuente principal de este artículo, Aldo Parfeniuk sostiene que

“Burnichón no era peligroso porque publicaba textos “subversivos” ni mucho menos (él sistemáticamente se negó a que su editorial golondrina fuese un instrumento movimientista, o de militancia partidista); sino simplemente porque publicaba y unía, como nadie en ese momento, y especialmente en el interior del país, voces emergentes de una cultura – hasta entonces silenciada y descohesionada- que lúcidamente despertaba a las posibilidades reales de construir una identidad que, a partir de esas expresiones de las provincias interiores, críticamente cruzadas con las más actualizada información universal, se integrara con el resto de una Latinoamérica a la cual, no lo olvidemos, Buenos Aires prefería darle la espalda”.

Su vida fue segada por terrorismo de Estado, en la madrugada del 24 de marzo de 1976, la vivienda que ocupaba con su familia en Villa Rivera Indarte, al norte de la ciudad de Córdoba, fue tomada por asalto por varios hombres de uniforme identificados como del Ejército. La vivienda fue saqueada e incendiada. Alberto Burnichón, su esposa María Saleme, dos de sus hijos, su nuera y dos nietos se encontraban en la vivienda. Burnichón y su hijo David fueron secuestrados, David apareció con vida dos días después. Luego el cuerpo sin vida de Alberto Burnichón, fue hallado en la localidad de Mendiolaza, en un aljibe con siete heridas de bala en la garganta.

El asesinato de Burnichón (víctima emblemática) fue parte de las nefastas tácticas para la implementación de la Estrategia del terror por parte del Estado, era un aviso certero e importante al campo de la cultura para sembrar miedo, para instaurar el silencio, para herir las identidades capaces de construir sentidos emancipatorios.

VI

Los poemas

A pocos días del asesinato del editor, el 16 de abril de 1976, Manuel J. Castilla en su Salta amada escribe el siguiente poema:

Vengan, arrimensé, vean lo que han hecho.
Antes que se lo lleven mirenló de perfil en este charco.
Ya le va ahogando el agua poco a poco el cabello
y la alta frente noble.
 Los pastos pequeños afloran entre el agua sangrienta
y le tocan el rostro levemente.
Su corazón sin nadie está aguachento con una bala adentro.
¿Miraron ya?
¿Era de mañana, de tarde, de noche que ustedes lo mataron?
¿Se acuerdan cuándo era?
(los alquilones sólo miran la hora del dinero.)
No, no se vayan, oigan esto:
el hombre que ustedes han matado amaba la poesía.
 Cuando ustedes aún no habían nacido
 los pies de ese señor iban por todos los pueblos de Argentina
dejando en cada uno la voz de los poetas.
Esos versos llevaban
sus ganas de justicia y de mostrar belleza.

Ustedes han cobrado dinero por matarlo
y él jamás cobró nada porque ustedes aprendieran a leer.
Fíjense:
hacía libros de poemas que regalaba a los obreros.
Tenía como ustedes, hijos, mujer y un techo
que también le han derrumbado
y libros de aprender a ser gente.
Todo eso han destruido, ¿se dan cuenta?
¿Y ahora?
Ustedes, pobres matadores,
perdonados por él, ya reposados
piensan conmigo: ¿Qué haremos con el muerto?

Yo lo recobro ahora, húmedo en yuyarales.
Mi mano le despeina como a un nido dormido.
Miro su portafolios abierto en donde caben todas
 las sorpresas del mundo,
fotos de sus amigos pintores y escultores
saliendo entre las pruebas de algún libro de versos.

Lo miro apareciendo en cualquier parte en cuanto lo han nombrado.
Se iba quedando siempre que se iba.
Por eso estaba con nosotros, ausente.
Nos quería en silencio.
A Wernicke, a Galán, a Lino Spilimbergo y a Alonso.
Luis Víctor Outes, Bustos,
le arrodillaban el corazón
cuando Rolando Valladares triste, andaba en las vidalas.

Se echaba en la amistad como un vino en las copas
y había que beberlo
hasta la última luz del alba y la alegría.
Va cielo arriba, en Córdoba, solito.

Nosotros, aquí en Salta, lo pensamos.

Y ahora, matadores alquilados:
¿qué hacemos con el muerto?

(Miguel Angel Pérez (Perecito) poeta nacido en Santa María, dejó los cerros catamarqueños para vivir el resto de su vida en Salta, escribió los versos del poema que formó parte del espectáculo “Los pájaros de la memoria” y que junto a Gerardo Nuñez, Melania Pérez, Miguel Ruiz y Mario Burgos llevaron a diferentes lugares y que luego fuera grabado con el mismo nombre. Perecito escribió estos sentidos versos para Burnichón (su editor de Cartas a la Casa, en 1963), porque indefectiblemente la memoria hecha poesía, como los pájaros en primavera, regresa siempre:)

Poema a Burnichón

Anoche lo nombramos
y hoy aparecerá.

Ahora que no viene,
repetirán su sombra las ciudades
y pasará apurado, caminando a destajo,
pero con tiempo aún para darnos un vino y sus noticias.
Tal vez nos cuente un cuento de Moyano,
 -le volaron la casa-,
que Víctor Hugo Cúneo tiene un libro muy bello,
-a balazos destrozaron su cuerpo-,
que Spilimbergo volverá en el otoño,
-lo tiraron a un pozo-,
que editó una plaqueta con su muerte
y que su mujer lo arropó con las flores
que él le regalaba avergonzado.

Anoche lo nombramos 
y hoy volverá este Alberto.
Ahora desde un pozo,
con su barro injuriado
y un hermoso poema
sobre sus ojos claros

Poema recitado por Perecito

Homenaje a María Saleme en los 100 años de su nacimiento.

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